Terapia en Marbella

La era de Quique Flores en el Atl¨¦tico comenz¨® con un gol en propia puerta de Troyano, que, sobrado, con el pecho, despej¨® al interior de la porter¨ªa del Marbella un centro sin malicia de Ujfalusi. El conjunto rojiblanco inici¨® su catarsis sin terminar de cre¨¦rselo, incapaz hasta las postrimer¨ªas del partido de meterle por s¨ª solo un gol a un rival de medio pelo que ocupa puestos de descenso en Segunda B. M¨¢s que cerrar la eliminatoria, en teor¨ªa cosa hecha aunque por medio figure el Atl¨¦tico, a Quique le preocupaba ante todo renovar la fe de sus jugadores, sobre todo de los descartes habituales de Abel. Despu¨¦s de lo visto, necesitar¨¢n m¨¢s sesiones de autoayuda.

En aras de la concordia, el nuevo t¨¦cnico dio descanso a Ag¨¹ero y Sim?o, dos de los pesos pesados -Forl¨¢n se qued¨® en Madrid-, y coloc¨® sobre el tapete a Reyes en vez de al portugu¨¦s y a Sinama como ¨²nico delantero. Faltos de rodaje -era el primer partido como titular del extremo y el tercero del franc¨¦s, aunque s¨®lo le hab¨ªan dado bola de interior en lo que va de curso-, ninguno estuvo brillante: Reyes a duras penas se fue de Troyano, un amigo de los que no se olvidan, mientras Sinama, fuera de foco, desperdici¨® los pases de Jurado. A los cuatro minutos mand¨® al poste un env¨ªo de rechupete y, al filo del descanso, Guirado le rob¨® el bal¨®n cuando ya se cantaba el gol tras un eslalon del cerebro del Atl¨¦tico. Es lo que pasa cuando te echas una siesta en el ¨¢rea por mucho que te enfrentes a una mar¨ªa.

Ah¨ª se acabaron los experimentos de Quique, que devolvi¨® a Asenjo a la porter¨ªa despu¨¦s de su suplencia contra el Mallorca por rifar el bal¨®n en la hecatombe de Stamford Bridge. La decisi¨®n de Santi Denia, que quiso dejar su sello aunque fuera de interino, oblig¨® al t¨¦cnico a reconocer los galones del fichaje m¨¢s caro del equipo en vez de dar minutos a De Gea. Y eso que el Marbella se olvid¨® en toda la primera parte de encarar el ¨¢rea. Cuando se dio cuenta de la ocasi¨®n perdida, se ech¨® al monte, especialmente Nico y Rivera, que se hicieron due?os y se?ores del centro del campo.

Dimitido Cl¨¦ber Santana, las oportunidades locales empezaron a llegar a porrillo: Pedro cruz¨® en exceso un rechace de la defensa, Igna chut¨® a los guantes de Asenjo... La flojera, en aumento con el paso de los minutos, oblig¨® a Quique a meter a Sim?o y al Kun. El efecto fue inmediato: tras un robo en la medular, el luso asisti¨® al hueco a Maxi, hasta entonces inapreciable, que marc¨® cruzado. Aunque Jurado y Ag¨¹ero pudieron hacer el tercero, el resultado alivi¨® a un Atl¨¦tico que sigue con la moral por los suelos.