Le llamaban El Pelucas
El recuerdo de C¨¦sar, m¨¢ximo goleador azulgrana en la Liga, preside el Leonesa-Bar?a
C¨¦sar Rodr¨ªguez ?lvarez naci¨® en Le¨®n en 1920 y marc¨® 235 goles con la camiseta del Barcelona repartidos en 348 partidos. Nadie meti¨® m¨¢s en la Liga (195 en 287). Pero si C¨¦sar fue el primer gran ¨ªdolo de la postguerra, antes de la llegada de Kubala, fue porque se trat¨® de un futbolista excepcional y una persona simp¨¢tica y cercana al pueblo. C¨¦sar jug¨® 15 temporadas en el Bar?a, seis junto a su hermano Calo, defensa y dos a?os m¨¢s joven, y fue pichichi en 1949. Gan¨® cinco Ligas, tres Copas y dos Copas Latinas. A C¨¦sar le llamaban El Pelucas, pero se cortaba el pelo en la barber¨ªa Lucena, en el n¨²mero 90 de la calle Casanovas, cerca de su domicilio, en la esquina Valencia. Hoy, en su Le¨®n natal, se citan en la Copa la Leonesa y el Bar?a (22.00, La Sexta).
Cabeceaba con la potencia y colocaci¨®n propia de los remates con los pies
Samitier fich¨® a C¨¦sar en 1939 por 600 pesetas. Le quer¨ªa el Atl¨¦tico Aviaci¨®n (ahora Atl¨¦tico de Madrid), pero aquel joven leon¨¦s, hijo de un industrial al que nunca le gust¨® el f¨²tbol, lo ten¨ªa claro: "O me voy al Bar?a o me qued¨® en Le¨®n. Yo quiero ver el mar", avis¨®. Por eso, cuando lleg¨® a la Ciudad Condal, se compr¨® una casa encarada al mar: desde el sal¨®n se ve¨ªa la playa. All¨ª vive todav¨ªa su viuda. C¨¦sar, un hombre seductor, se cas¨® con la m¨¢s guapa, Emma Revillo, con la que tuvo una hija, Montserrat. Una se?ora de la cabeza a los pies que recuerda a su marido como "tremendamente honesto, tal vez demasiado, que se hizo querer y que termin¨® siendo un catal¨¢n m¨¢s, aunque siempre presumi¨® de su origen leon¨¦s".
Despu¨¦s de fichar por el Barcelona, C¨¦sar jug¨® cedido en el Granada durante el servicio militar y no debut¨® en Les Corts hasta 1942. Durante 15 a?os fue ¨ªdolo de multitudes. En una ¨¦poca triste y gris, sus goles iluminaron muchas tardes la ciudad. "Yo iba al campo con Federico, mi marido, y me entreten¨ªa mirando los sombreros de la gente, los zapatos de las se?oras...", explica Ramona Boned, que a los 89 a?os no olvida el impacto que le caus¨® ver a El Pelucas en acci¨®n. "Por ¨¦l me interes¨¦ por el f¨²tbol. Era maravilloso verle rematar de cabeza", reconoce y a¨²n se emociona.
A C¨¦sar se le escuchaba con frecuencia una exclamaci¨®n: "?No veas!", dec¨ªa tras un remate, al recibir un buen centro de Basora, cuando se cruzaba al paso de una mujer bonita. "?No veas!", exclam¨® tambi¨¦n el d¨ªa que lleg¨® al entrenamiento y descubri¨® que Kubala y Biosca se hab¨ªan comprado un coche Topolino. "Pues no hay dos sin tres", le escuch¨® Ramallets. "Esa tarde se compr¨® uno azul", explica el portero, El Gato de Maracan¨¢. "Laszly [Kubala], El Gitano [Biosca] y El Pelucas eran como hermanos", recuerda. Biosca le llamaba compadre porque era el padrino de C¨¦sar, su tercer hijo, bautizado en honor de su compa?ero, claro. C¨¦sar formaba parte de la tertulia de la Pe?a Solera, donde jugaba a la butifarra o mataba las horas con los amigos. Dicen que, siendo el m¨¢s serio y formal de aquel grupo calavera, no pocas veces fue el encargado de ir a recoger a Kubala cuando la noche se alargaba hasta la hora del partido. Ten¨ªa carisma y fue un atleta portentoso.
Seg¨²n Basora, fue mucho m¨¢s que un cabeceador: "H¨¢bil con las dos piernas, elegante y, aunque era fino y poco corpulento, de cabeza se las llevaba todas. ?Y c¨®mo remataba! ?Qu¨¦ fuerza y colocaci¨®n! Yo le miraba y ya sab¨ªa d¨®nde la quer¨ªa", rememora el extremo. "Yo no s¨¦ si se qued¨® calvo de tantos remates de cabeza, pero no me extra?ar¨ªa. Normalmente, a los 10 minutos, el cuero estaba duro como la piel de un tambor y, si ya era un problema centrar, rematar era terrible", insiste. "Puede que se quedara calvo por aquello, pero siempre fue muy presumido", explica Juan Lucena, que en 1958 abri¨® una barber¨ªa de post¨ªn y desde entonces se encarg¨® de acicalarle los cuatro pelos que conservaba a la altura de la nuca. All¨ª sol¨ªa haber tertulia de toros, excepto los d¨ªas en que coincid¨ªan C¨¦sar y Del Campo, otro ilustre cliente: "S¨®lo se hablaba de Le¨®n, de donde ven¨ªan los dos".
Isidro Flotats, que guarda en su casa la pelota con la que se inaugur¨® el Camp Nou, todav¨ªa hoy se sorprende de que C¨¦sar rematara de cabeza aquellos balones. "Como si chutara con los pies. ?C¨®mo remataba!", se extra?a el hombre que anul¨® a Di St¨¦fano, presente el 10 de septiembre de 1958 cuando se llen¨® Les Corts (48.000 espectadores) para despedir a C¨¦sar en un partido contra el Elche, del que era a la vez central y entrenador. "En Les Corts s¨®lo puedo jugar con el Bar?a", dijo.
El Bar?a no se port¨® muy bien con aquel mito. Despedido en 1955 -"no s¨¦ si est¨¢ acabado, pero mejor que se vaya", afirm¨® el entrenador, Puppo-, regres¨® en 1963 como t¨¦cnico. Al inicio de su segunda temporada, dimiti¨® despu¨¦s de que la directiva le multara junto a los jugadores por un mal partido ante el Levante. "Con esa sanci¨®n, seguir supon¨ªa admitir una falta que no comet¨ª", dijo. En 1980 fue segundo de Kubala y despu¨¦s trabaj¨® en el futbol base. C¨¦sar, el mejor goleador de la historia del club, muri¨® en Barcelona el 1 de marzo de 1995. Le contemplan 235 goles. Hoy juegan la Cultural Leonesa y el Bar?a.
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