Un nuevo modelo exigir¨ªa un cambio hist¨®rico
Se habla sin parar de la necesidad de cambiar el modelo productivo de nuestro pa¨ªs. Pero tengo la impresi¨®n de que se precisa poco. Porque, ?qu¨¦ quiere decir cambiar el modelo productivo? En realidad, se tratar¨ªa no s¨®lo de modificar la composici¨®n sectorial del PIB, es decir, el origen de la riqueza que generamos, sino tambi¨¦n c¨®mo la generamos, c¨®mo la repartimos y c¨®mo la consumimos. Si me permiten la licencia, es, en cierto sentido, modificar la direcci¨®n de la historia de Espa?a en t¨¦rminos econ¨®micos, lo mismo que en el 78 la modificamos en su orientaci¨®n pol¨ªtica. Y esta magna empresa no se hace con leyes, aunque bienvenidas sean aquellas que lo propicien. Se trata de un gran esfuerzo colectivo, sostenido en el tiempo, que exige un nuevo contrato y unas nuevas reglas. Un contrato donde se especifique lo que cada parte debe aportar -y no realidades frente a promesas- y nuevas reglas que impidan, en lo posible, que se repita dentro de un tiempo el mismo desastre, acrecentado.
En 1978 modificamos la orientaci¨®n pol¨ªtica del pa¨ªs. Ahora habr¨ªa que hacerlo con la econ¨®mica
Si el Gobierno no aprieta las clavijas a las partes, ¨¦stas seguir¨¢n a su bola
Cuando la crisis ha golpeado con m¨¢s virulencia en Espa?a en clave de empleo, la sorpresa ha sido relativa. Advertencias de lo que pod¨ªa suceder, haberlas, las hab¨ªa. Era obvio que nuestro sector inmobiliario no pod¨ªa crecer con aquella exuberancia y el estallido ha sido brutal. Se explican las actuales cifras de paro si tenemos en cuenta que el 20% del empleo creado desde 1996 a 2007 lo fue en ese sector, que concentraba m¨¢s del 15% de toda la inversi¨®n y supon¨ªa alrededor del 11% del PIB. Si a ello unimos que los otros sectores que crearon m¨¢s empleo fueron la hosteler¨ªa, el servicio dom¨¦stico y el comercio al por menor (m¨¢s de otro 20%), tenemos el cuadro completo. Como ven ustedes, sectores de "alto valor a?adido".
Es verdad que estamos mejor preparados que en otras ¨¦pocas para hacer frente a la sacudida, pero no es cierto que estemos pertrechados como los pa¨ªses avanzados de Europa. ?C¨®mo vamos a estarlo con productividad m¨¢s baja, menos inversi¨®n en I+D+i, peor formaci¨®n profesional y un 30% de fracaso escolar? Y el doble de desempleo no obedece a las disfunciones de nuestro mercado laboral. El que m¨¢s del 30% de la mano de obra tenga contratos temporales -cuando en Europa es una tercera parte- no tiene su causa en el mercado laboral, sino en que un exceso de mano de obra se concentra en sectores estructuralmente temporales de baja productividad y escasa cualificaci¨®n. Esto es lo que hay que cambiar. Porque si el capital, en Espa?a, se ha cobijado en demas¨ªa en la vivienda residencial es porque ah¨ª se hac¨ªa dinero r¨¢pido, f¨¢cil, y pod¨ªa forrarse hasta el que no sab¨ªa hacer la o con un canuto. En ese desmadre han colaborado, por activa o por pasiva,bancos, administraciones y una parte de un empresariado de cart¨®n piedra. Dejando aparte la corrupci¨®n, de la que se advirti¨®.
Darle la vuelta a esta situaci¨®n -no s¨®lo salir de la crisis- va a costar a?os. Construir un modelo moderno, inmerso en la sociedad del conocimiento, de las nuevas tecnolog¨ªas, avanzado socialmente y sostenible supone abordar reformas muy serias. Empezando por el sistema financiero, que si bien parece s¨®lido no distribuye con fluidez el cr¨¦dito y est¨¢ ahogando a las pymes. La banca no es s¨®lo de los accionistas, sino tambi¨¦n de los impositores, al controlar el dinero del pa¨ªs y, en este sentido, realizar un servicio p¨²blico esencial que, como tal, debe estar eficazmente supervisado y regulado para que cumpla con su funci¨®n. De lo contrario, ?c¨®mo se justifica que acuda a su rescate el dinero del contribuyente cuando tienen dificultades?
De otro lado, Espa?a necesita, tambi¨¦n, una reforma de la empresa y, dentro de ella, la laboral, que es una parte de aqu¨¦lla. Pero est¨¢ de moda hablar s¨®lo de esta ¨²ltima, sin concretar en qu¨¦ consiste. Una econom¨ªa de la innovaci¨®n y el conocimiento exige la participaci¨®n del personal, formas m¨¢s avanzadas de organizaci¨®n del trabajo y una manera m¨¢s equitativa de repartir la riqueza. No hay nuevo modelo con los salarios perdiendo posiciones, el gasto social por debajo de la media europea, un exceso de familias que no llegan a fin de mes y el 20% de la poblaci¨®n por debajo del nivel de pobreza.
Todos decimos que hay que invertir mucho m¨¢s en educaci¨®n, I+D+i, en las universidades, en formaci¨®n profesional. Se ha avanzado en los ¨²ltimos a?os, pero estamos lejos de los pa¨ªses de cabeza. En el ?ndice Sint¨¦tico de Innovaci¨®n de la UE Espa?a ocupa el puesto 17, cuando somos la quinta econom¨ªa de Europa. Si queremos converger en este campo, que es la clave del futuro, tenemos que hacer un esfuerzo mucho mayor, las administraciones y, sobre todo, las empresas, que est¨¢n retrasadas. Lo mismo que avanzar hacia una econom¨ªa sostenible o verde supone un nuevo paradigma energ¨¦tico, otra forma de producir y consumir, ahorrando.
Todo ello, como es l¨®gico, requiere copiosas inversiones y ahorro en gastos superfluos. Pero, sobre todo, un replanteamiento de la pol¨ªtica fiscal. La moda de las rebajas fiscales debe concluir. De lo contrario, es rid¨ªculo hablar de cambio de modelo. De entrada, hay que exterminar los para¨ªsos fiscales y combatir con energ¨ªa el fraude fiscal. Dicho esto, a corto plazo y en el caso espa?ol, yo hubiera preferido sustituir el anunciado aumento de impuestos por algo m¨¢s de d¨¦ficit, teniendo en cuenta el bajo nivel de deuda. Subir impuestos a las mayor¨ªas cuando se est¨¢ iniciando el despegue no me parece lo m¨¢s acertado.
En fin, las grandes empresas colectivas necesitan, en general, ser pactadas. No se cambi¨® de modelo pol¨ªtico sin consenso; no se cambiar¨¢ el modelo productivo sin acuerdo. En este sentido, se ha hablado mucho de los Pactos de la Moncloa. La situaci¨®n de hoy no tiene nada que ver con aqu¨¦lla, pero s¨ª en una cosa: conviene acordar los grandes retos nacionales. Entonces se trat¨® de un pacto, a iniciativa del Gobierno, de las fuerzas pol¨ªticas, con un contenido tambi¨¦n econ¨®mico y apoyado por las fuerzas sociales. Hoy, quiz¨¢ habr¨ªa que haberlo hecho al rev¨¦s: un gran acuerdo econ¨®mico social, a iniciativa del Gobierno, con las fuerzas sociales, debatido y, en su caso, aprobado por el Parlamento.
Se ten¨ªa que haber aprovechado el momento de la explosi¨®n de la crisis, cuando los que siempre pugnan para que todo siga m¨¢s o menos igual estaban acongojados y necesitaban, imperiosamente, el concurso del Estado. Ahora ya se han rehecho, en parte, y no est¨¢n por la labor. Olfatean, quiz¨¢ equivocadamente, tiempos mejores para su causa. Los grandes pactos son siempre el resultado del miedo o de la necesidad. Pretender que lo sean del patriotismo o de la solidaridad es demasiado pedir en los tiempos que corren. El Gobierno, en todo caso, es el llamado a realizar un crudo y certero diagn¨®stico y apretar las clavijas a las partes. De lo contrario, unos y otros seguir¨¢n a su bola. Temo que lo que no se hizo en su momento sea cada vez m¨¢s dif¨ªcil conseguirlo. Pero valdr¨ªa la pena intentarlo, pues el pa¨ªs lo necesita y los espa?oles lo agradecer¨ªamos.
Nicol¨¢s Sartorius es vicepresidente ejecutivo de la Fundaci¨®n Alternativas.
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