Maquiavelo escribe a Rajoy
Caro Mariano:
En mi ¨¦poca no tuve ocasi¨®n de conocer a ning¨²n gallego. L¨¢stima, porque dicen que son tan pol¨ªticos como los florentinos, pero que, a diferencia nuestra, gustan de ocultar su enfrentamiento con la realidad detr¨¢s de la iron¨ªa. Ah, la iron¨ªa y el gusto por las frases que dicen sin decir lo que dicen. ?Qu¨¦ desperdicio en un pa¨ªs marcado por la r¨²stica simplicidad mesetaria de Castilla! Sin embargo, observo con sorpresa que una representante de esa aparente simplicidad sigue mejor que t¨² mis dictados.
Lejos de ser una irresoluta, como es tu caso, ha sabido deshacerse sin titubear de todos aquellos colaboradores que iban siendo se?alados por la trama de nombre teut¨®nico. No contenta con ello, no ha dudado tampoco en tratar de tomar el control de uno de los principales medios de poder de ese mundo vuestro. En el momento en el que te escribo no s¨¦ todav¨ªa si lo habr¨¢ conseguido, pero al menos hay que reconocer que ha sido consecuente. Quien quiere el fin, conservar y ampliar el poder, debe querer tambi¨¦n los medios.
Si consigues afirmarte en tu partido y limpiarlo de corrupci¨®n lograr¨¢s una oposici¨®n fuerte
Ha logrado tambi¨¦n que la incontinencia y precipitaci¨®n verbal de uno de tus escuderos la ubique en la situaci¨®n que menos te conviene: transformar lo que comenz¨® siendo un pulso o desaf¨ªo directo a tu autoridad en una situaci¨®n de agravio. Ahora est¨¢s ante la necesidad de quemarte en una doble decisi¨®n, la de la presidencia de la Caja y la soluci¨®n del agravio. Y esta supuesta ofensa ha dado alas tambi¨¦n a tus propios enemigos medi¨¢ticos dentro de la derecha, deseosos de movilizarse en tu contra por persona interpuesta; en este caso, el jefe del locuaz escudero. Te ha colocado, en suma, ante el peor de los escenarios, ante un inusitado aumento de los costes de la decisi¨®n, que pasa por lo que m¨¢s deber¨ªa evitar un l¨ªder, la negociaci¨®n con sus supuestos subordinados.
Todo comenz¨® en Valencia. ?Qui¨¦n dir¨ªa que es la tierra originaria de mis admirados Borgia, en particular el hijo del papa Alejandro VI, el malhadado C¨¦sar! Bien es verdad que los actuales pol¨ªticos valencianos no tuvieron la escuela de las intrigas vaticanas, aunque no les faltara el mismo gusto por la intemperancia, la molicie y el lujo. All¨ª, y en ese preciso momento, a pocos l¨ªderes les ha ofrecido la fortuna, siempre voluble y caprichosa, una mejor ocasi¨®n de afirmar su liderazgo. ?Qu¨¦ mejor oportunidad para hacerlo que unido, adem¨¢s, a la persecuci¨®n de un fin noble, el combate de la corrupci¨®n? Pero como no me he cansado de decirlo en su d¨ªa, la violencia -en vuestras m¨¢s civilizadas circunstancias, los ceses-, hay que ejercerlos "de un golpe" y a todos los implicados, s¨®lo as¨ª es ejemplarizante.
No lo hiciste, actuaste a medias. Es posible que exigir la cabeza del m¨¢s alto representante del poder valenciano te pareciera cruel, siendo un fiel aliado, pero es un caso m¨¢s de buen uso de la "crueldad". Ya sabes, un pol¨ªtico tiene que aprender a no ser "bueno". Lo que importa son los efectos pol¨ªticos que produce su acci¨®n. De haberlo hecho te hubieras blindado frente a las ulteriores consecuencias del caso G¨¹rtel y, ?qu¨¦ duda cabe!, hubieras ganado en autoridad y en favor popular. Pues en vuestras sociedades democr¨¢ticas se habla mucho de fomentar el debate interior en los partidos, de permitir las disidencias internas, pero luego se penaliza a aquellos que dan la imagen de divisi¨®n interior. Hubieras ganado tambi¨¦n la apariencia de ser un l¨ªder resolutivo, algo inestimable en estos momentos de crisis que os acechan. Por no mencionar el precedente, que ahora te ser¨ªa tan ¨²til, de haber sabido disciplinar los excesos del poder territorial de tu partido.
Todo esto puede parecerte una c¨ªnica exhibici¨®n de econom¨ªa del poder. Lo es, sin duda. Si conoces bien mi obra, sabr¨¢s que, aparte de advertir de la complejidad del mundo de la acci¨®n pol¨ªtica, he sentido siempre tambi¨¦n una sincera preocupaci¨®n por los valores de la ciudadan¨ªa y porque el gobierno cuente con el favor popular.
Mi consejo parte, precisamente, de esta inquietud por el bienestar general, que en este caso coincide con tu inter¨¦s personal. Si consigues afirmarte en tu partido y limpiarlo de toda sombra de corrupci¨®n conseguir¨¢s tambi¨¦n lanzar un n¨ªtido mensaje de tolerancia cero ante ella. Y, sobre todo, habr¨¢s permitido que tu pa¨ªs cuente con lo que es una necesidad ineludible de todo sistema democr¨¢tico, una oposici¨®n fuerte y viable. Mucho me temo, sin embargo, que tu adversaria viene siendo una lectora mucho m¨¢s atenta de mis escritos.
Afectuosamente, Niccol¨® Machiavelli.
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