El pescador de hombres pesca en la derecha
Es una tragedia: despu¨¦s de que el papa Benedicto XVI haya ofendido a musulmanes, protestantes y cat¨®licos reformistas, ahora le toca el turno a la Comuni¨®n Anglicana. ?sta comprende 77 millones de fieles y es, despu¨¦s de la Iglesia romana cat¨®lica y la ortodoxa, la tercera confesi¨®n cristiana en n¨²mero. ?Qu¨¦ ha ocurrido? Una vez conseguida la reincorporaci¨®n a la Iglesia cat¨®lica de la Fraternidad de San P¨ªo X, hostil a la reforma, Benedicto quiere ahora rellenar las despobladas filas cat¨®licas con los simpatizantes anglicanos de la Iglesia romana. Y como para ello es preciso que se les facilite el tr¨¢nsito a la Iglesia cat¨®lica, los sacerdotes y obispos mantendr¨¢n su estatus, tambi¨¦n en lo que respecta al matrimonio. El mensaje es: ?Tradicionalistas de todas las iglesias, un¨ªos... bajo la c¨²pula de San Pedro! Mirad: el pescador de hombres pesca en la extrema derecha.
El Papa quiere rellenar las despobladas filas cat¨®licas con anglicanos de Roma
Benedicto XVI pretende restaurar a toda costa el imperio romano
Pero all¨ª las aguas son turbias.
Esta acci¨®n de Roma supone un dram¨¢tico cambio de rumbo: una desviaci¨®n de la acreditada estrategia ecum¨¦nica de un di¨¢logo entre iguales y un aut¨¦ntico entendimiento. Por el contrario, se produce ahora un acercamiento a la captaci¨®n de sacerdotes a los que incluso se exime de la obligaci¨®n medieval del celibato s¨®lo para posibilitarles un retorno a Roma bajo el primado del Papa.
Evidentemente, el actual arzobispo de Canterbury, el bienintencionado Rowan Williams, no ha estado a la altura de la taimada diplomacia vaticana. Parece que en su intercambio de zalamer¨ªas con el Vaticano no se ha dado cuenta de cu¨¢les son las consecuencias de la expedici¨®n de pesca papal en aguas anglicanas. De otro modo no hubiera suscrito con el arzobispo cat¨®lico de Westminster un comunicado en el que se resta importancia al asunto. ?No se percatan los atrapados en la red de arrastre romana de que en la Iglesia cat¨®lica y romana no ser¨¢n m¨¢s que sacerdotes de segunda, en cuyas misas no podr¨¢n participar los cat¨®licos?
Adem¨¢s, este comunicado apela desvergonzadamente a los documentos verdaderamente ecum¨¦nicos de la Comisi¨®n Internacional Anglicana-Romano Cat¨®lica (ARCIC), redactados en trabajosas negociaciones desarrolladas a lo largo de a?os entre el Secretariado para la Unidad de los Cristianos y la Conferencia Lambeth anglicana: documentos sobre la eucarist¨ªa (1971), sobre el ministerio y la ordenaci¨®n (1973) o sobre la autoridad en la Iglesia (1976/81). Quienes los conocen saben que estos tres documentos, suscritos en su momento por ambas partes, no se orientan a la captaci¨®n, sino a la reconciliaci¨®n.
Estos documentos de aut¨¦ntica reconciliaci¨®n ofrecen el fundamento para un reconocimiento de las consagraciones sacerdotales anglicanas, cuya validez revoc¨® el papa Le¨®n XIII en 1896 con argumentos menos convincentes. Sin embargo, de la validezde las consagraciones anglicanas se deduce tambi¨¦n la validez de las celebraciones eucar¨ªsticas anglicanas. Esto habr¨ªa hecho posible una hospitalidad eucar¨ªstica rec¨ªproca, cabr¨ªa decir una intercomuni¨®n, y un paulatino acercamiento entre cat¨®licos y anglicanos. Sin embargo, la Congregaci¨®n para la Fe vaticana se encarg¨® de que estos documentos de reconciliaci¨®n desaparecieran a la mayor brevedad posible en los s¨®tanos del Vaticano: lo que se llama darles "carpetazo".
"Demasiada teolog¨ªa a lo K¨¹ng", se dijo entonces desde el Vaticano, en un despacho confidencial de la agencia de prensa cat¨®lica KNA. De hecho, yo hab¨ªa dedicado la edici¨®n inglesa de mi libro La iglesia al entonces arzobispo de Canterbury, Michael Ramsey, con fecha del 11 de octubre de 1967, quinto aniversario del inicio del Concilio Vaticano II: con la "humilde esperanza de que en las p¨¢ginas de este libro se siente una base teol¨®gica para un acercamiento entre las Iglesias de Roma y Canterbury".
Aqu¨ª se encuentra tambi¨¦n la soluci¨®n a la enojosa cuesti¨®n del primado del Papa, que separa desde hace siglos a estas dos iglesias, pero tambi¨¦n a Roma y a las iglesias orientales, y a Roma y las iglesias reformadas.
Una "recuperaci¨®n de la comunidad eclesi¨¢stica entre la Iglesia cat¨®lica y la Iglesia anglicana ser¨ªa posible", escrib¨ªa, cuando "por un lado, se conceda a la Iglesia de Inglaterra la garant¨ªa de poder conservar plenamente su actual orden eclesi¨¢stico aut¨®ctono y aut¨®nomo bajo el primado de Canterbury", y "por otro lado, la Iglesia de Inglaterra reconozca un primado pastoral del ministerio de Pedro como instancia suprema para la mediaci¨®n y el arbitraje entre las iglesias". "As¨ª, el imperio romano", seg¨²n mi esperanza de entonces, "se convertir¨ªa en una Commonwealth cat¨®lica".
Sin embargo, el papa Benedicto quiere restaurar a toda costa el imperio romano. No hace concesi¨®n alguna a la comuni¨®n anglicana, sino que, antes bien, quiere mantener para la eternidad el centralista sistema medieval romano... incluso aunque esto imposibilite una unificaci¨®n de las iglesias cristianas en cuestiones fundamentales. Es evidente que el primado del Papa -que, como reconoc¨ªa Pablo VI, era la "gran roca" que obstruye el camino hacia la unidad de las iglesias- no act¨²a como una "roca de unidad". Revive la antigua exhortaci¨®n a un "retorno a Roma", ahora mediante la transferencia de fieles, en particular de sacerdotes y, si es posible, de forma masiva. En Roma se habla de medio mill¨®n de anglicanos, entre ellos de 20 a 30 obispos. ?Y los restantes 76 millones?
Una estrategia cuyo fracaso se ha demostrado en los siglos pasados y que, en el mejor de los casos, conducir¨ªa a la fundaci¨®n de una miniiglesia anglicana "unificada" con Roma bajo la forma de una di¨®cesis personal (no territorial).
?Cu¨¢les son hoy las consecuencias de esta estrategia?
1. Un mayor debilitamiento de la Iglesia anglicana: en el Vaticano, los antiecum¨¦nicos se congratulan por la llegada de conservadores; en la Iglesia anglicana son los liberales quienes se alegran de la salida de los agitadores catolizantes. Para la Iglesia anglicana, esta divisi¨®n significa una mayor corrosi¨®n. En este momento ya sufre las consecuencias de la elecci¨®n -innecesariamente impuesta- como obispo en EE UU de un p¨¢rroco homosexual declarado; elecci¨®n que se hizo arrostrando la divisi¨®n de la propia di¨®cesis y de la comunidad anglicana entera. Esta divisi¨®n se reforz¨® por las discrepancias entre los propios dirigentes de la Iglesia respecto a las parejas homosexuales: algunos anglicanos aceptar¨ªan que sus uniones se registraran civilmente con amplias consecuencias jur¨ªdicas (en lo tocante a la herencia, por ejemplo) y con una eventual bendici¨®n eclesi¨¢stica, pero no un "matrimonio" (reservado desde hace milenios a la uni¨®n de hombre y mujer) con derecho a la adopci¨®n y con consecuencias imprevisibles para los ni?os.
2. Inseguridad generalizada entre los fieles anglicanos: la migraci¨®n de sacerdotes anglicanos y la reordenaci¨®n en la Iglesia romana cat¨®lica que se les ha ofrecido plantea a muchos fieles (y pastores) anglicanos la crucial pregunta: ?es v¨¢lida en general la consagraci¨®n de los sacerdotes anglicanos? ?Deber¨ªan los fieles, con su p¨¢rroco, pasarse tambi¨¦n a la Iglesia cat¨®lica? ?Qu¨¦ ocurre con los edificios eclesi¨¢sticos, los salarios de los pastores, etc¨¦tera?
3. Irritaci¨®n del clero y el pueblo cat¨®lico: el malestar por el continuado rechazo a las reformas tambi¨¦n se ha extendido a los miembros m¨¢s fieles de la Iglesia. Desde el Concilio, muchas conferencias de obispos e innumerables sacerdotes y fieles han reclamado la derogaci¨®n del veto medieval al matrimonio de los sacerdotes, que ya ha privado de sus p¨¢rrocos a la mitad de nuestras parroquias. Sin embargo, siempre han tropezado con el tozudo e inflexible rechazo de Ratzinger. ?Y ahora los p¨¢rrocos cat¨®licos deben tolerar a su lado p¨¢rrocos conversos casados? Y aquel que quiera casarse... ?deber¨ªa quiz¨¢ hacerse anglicano primero, luego casarse, para despu¨¦s volver a la Iglesia?
Como ya ocurriera en el cisma entre la Iglesia oriental y occidental (siglo XI), en la ¨¦poca de la Reforma (siglo XVI) y en el Concilio Vaticano I (siglo XIX), el ansia de poder de Roma divide a la cristiandad y perjudica a la propia Iglesia. Una tragedia.
Hans K¨¹ng es catedr¨¢tico em¨¦rito de Teolog¨ªa Ecum¨¦nica en la Universidad de Tubinga (Alemania) y presidente de Global Ethic. Traducci¨®n de Jes¨²s Albor¨¦s.
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