Corrupci¨®n y melancol¨ªa
Con la Operaci¨®n Pretoria, Baltasar Garz¨®n ha incorporado al cada vez m¨¢s denso mapa de la corrupci¨®n una presunta trama catalana de car¨¢cter transversal, que conecta ayuntamientos gobernados por los socialistas con personalidades del mundo de Converg¨¨ncia a trav¨¦s de un ex diputado del PSC, susceptible de toda sospecha. Tanto hablar de la sociovergencia pol¨ªtica y ahora resulta que la econ¨®mica iba por delante. Unos se apresuran a celebrar el fin del oasis catal¨¢n y otros vuelven al eterno discurso del ataque contra Catalu?a. En medio, la desafecci¨®n ciudadana crece: todos son iguales.
Cada vez que estalla un nuevo caso, se perciben sentimientos encontrados: satisfacci¨®n porque la justicia saca un caso de la sombra, pero indignaci¨®n por la extensi¨®n de una enfermedad a la que no se le ve l¨ªmite. La ciudadan¨ªa ha crecido en escepticismo y a los pol¨ªticos se les est¨¢ agotando el recurso de ocultar las miserias envolvi¨¦ndolas con los grandes discursos ideol¨®gicos, ya sean laicos o patri¨®ticos. Hay motivos para pensar que estos hechos no har¨¢n sino aumentar una abstenci¨®n, que ya se preve¨ªa muy alta, en las pr¨®ximas elecciones catalanas y que quiz¨¢ servir¨¢n para dar entrada a grupos pol¨ªticos ahora extraparlamentarios que pueden complicar la gobernabilidad del pa¨ªs.
?Qu¨¦ pretenden los principales partidos pol¨ªticos: minimizar los efectos y mantener las apariencias a partir de pactos secretos de no agresi¨®n o de agresi¨®n limitada o realmente trabajar por la transparencia y por la clarificaci¨®n de los hechos? Los dos partidos catalanes afectados por la Operaci¨®n Pretoria, han reaccionado de forma dispar, aunque cuando se han visto cara a cara -en el Parlamento- no han hecho ning¨²n favor a su reputaci¨®n, porque han optado por evitar la cuesti¨®n que, por respeto a la ciudadan¨ªa, era ineludible.
CiU ha deslizado estos d¨ªas reiteradamente el mensaje de que si se tira de la manta saldr¨¢n todos perdiendo, algo que ya ven¨ªa repitiendo desde el caso Millet. Lo dijo Jordi Pujol casualmente el d¨ªa anterior a los hechos. Insisti¨® Artur Mas despu¨¦s al decir que podr¨ªamos encontrarnos en medio del Far West. Felip Puig ha llegado a afirmar que esto ocurre porque hay un gobierno d¨¦bil, dando a entender que un gobierno fuerte es garant¨ªa de impunidad. La conclusi¨®n es alarmante: sabemos que hay mucha mierda, pero mejor esconderla entre todos: pol¨ªtica kitsch. ?Hay que optar por la omert¨¤ ante el riesgo de la catarsis?
El PSC, por su parte, se ha puesto el list¨®n tan alto desde el primer d¨ªa, al anunciar Zaragoza, el secretario de organizaci¨®n, que si sus militantes eran imputados ser¨ªan inmediatamente expulsados del partido y sustituidos en sus cargos, que tiene ahora dif¨ªcil marcha atr¨¢s. Al mismo tiempo, la falta de confianza con los suyos, al se?alarles el castigo antes de que sean imputados, no deja de ser sospechosa. ?Qu¨¦ saben?
CiU tiene implicadas a dos personas -Prenafeta y Alavedra- muy significativas en la historia del partido, pujolistas del n¨²cleo duro y permanentes activistas del nacionalismo en las clases altas catalanas. La direcci¨®n actual parece decidida a distanciarse de ellos como hombres del pasado, en un ejercicio que deber¨¢n medir muy bien si no quieren que sea visto como una deslealtad por una parte de su electorado. El PSC, en cambio, tiene implicado a un alcalde, Barto Mu?oz, y parte de su equipo, con un peso importante en el poder municipal y con presencia incluso en las instancias directivas del PSOE. Aunque es cierto tambi¨¦n que el supuesto hombre clave de la trama, Luigi Garc¨ªa, fue expulsado hace ya algunos a?os.
Con independencia de los distintos grados de responsabilidad, PSC y CiU deben escoger: seguir buscando coartadas para guardar las apariencias y limitar los efectos o plantearse de una vez para siempre la cuesti¨®n de la corrupci¨®n, aun a riesgo de un estallido.
La corrupci¨®n no es s¨®lo una cuesti¨®n pol¨ªtica. No hay corrupto sin corruptor. Nadie cobra si alguien no paga. Y es injusto ser m¨¢s estrictos con los pol¨ªticos que con los corruptores. Muchas veces, la corrupci¨®n va ligada a la financiaci¨®n de los partidos, otras, busca el simple beneficio de las partes (como parece ser el caso Santa Coloma); a menudo, las dos cosas van juntas. En una cultura que ha entronizado el dinero como valor absoluto, probablemente es ingenuo pedir transparencia. Pero la catarsis es ya indispensable, aunque cueste el puesto a muchos. De lo contrario, se impondr¨¢ la melancol¨ªa y las urnas se quedar¨¢n vac¨ªas. Hasta que, un d¨ªa, la ciudadan¨ªa se harte.
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