El general que expuls¨® a Zelaya de Honduras teme una persecuci¨®n legal
El acuerdo para restituir al presidente en el poder no incluye una amnist¨ªa
El lugar se llama R¨ªo Abajo, est¨¢ a la salida de la ciudad, al pie de la carretera que va a Olancho. M¨²sica estridente, una bailarina ligerita de ropa y viseras azules de regalo. Esta tarde toca mitin. Vienen el candidato nacionalista a alcalde de Tegucigalpa y el candidato nacionalista a presidente de Honduras. S¨®lo hay que fijarse en lo que prometen uno y otro para percatarse de lo lejos que est¨¢ la pol¨ªtica real de la que sale en los noticieros. El candidato que quiere ser presidente promete paz, unidad y reconciliaci¨®n. El que quiere ser alcalde, velatorios y entierros baratos: "Para que no teng¨¢is que enterrar a vuestros mayores en bolsas negras de basura".
De regreso a la ciudad, ya de noche, el taxi pasa r¨¢pido por barrios donde ni la polic¨ªa se atreve a entrar, lugares donde se tira de pistola para robar un tel¨¦fono m¨®vil. Los hondure?os, al igual que sus vecinos salvadore?os o guatemaltecos, viven sometidos al terror de las pandillas juveniles. En El Salvador, el presidente Mauricio Funes ya ha sacado al Ej¨¦rcito a la calle para combatir a las maras. En Tegucigalpa, los taxistas reclaman una medida similar, despu¨¦s de que varios de ellos hayan sido ultimados a balazos por no pagar el diezmo semanal a los extorsionadores.
Pero el jefe del Ej¨¦rcito hondure?o, el general Romeo V¨¢squez, tiene otras preocupaciones. Seg¨²n oficiales a sus ¨®rdenes, V¨¢squez est¨¢ muy preocupado por no terminar en chirona.
Romeo V¨¢squez, de natural dicharachero, se ha encerrado en el silencio. Ya s¨®lo habla con quien le inspira confianza... La confianza de que no le va a preguntar a bocajarro: "?Qui¨¦n le dio la orden de sacar al presidente Manuel Zelaya de su casa y expulsarlo, en pijama, del pa¨ªs?". Al principio, el general sal¨ªa del apuro contestando: "Vayan a preguntar a los juzgados". Pero ya esa respuesta no sirve. Sobre todo despu¨¦s de dos circunstancias. La primera, la promesa -aunque poco fiable- del presidente golpista, Roberto Micheletti, de que los responsables de aquella acci¨®n ser¨¢n castigados. La segunda, la doble decisi¨®n tomada por los negociadores de Zelaya y Micheletti: no a la amnist¨ªa, y s¨ª a la creaci¨®n de una comisi¨®n de la verdad que investigue lo sucedido en Honduras desde aquel 28 de junio, cuando un comando militar sac¨® a Zelaya de su cama y lo abandon¨® en Costa Rica.
Cuatro d¨ªas antes, el jueves 25 de junio, el presidente Zelaya hab¨ªa destituido al general Romeo V¨¢squez, de 52 a?os, con el que hasta entonces manten¨ªa una buena amistad, por negarse a que el Ej¨¦rcito repartiera el material electoral para la celebraci¨®n de una consulta popular que despejara el camino hacia su reelecci¨®n. La llamada "cuarta urna" ya hab¨ªa sido considerada inconstitucional por la Corte Suprema y el Congreso. La Justicia hondure?a rehabilit¨® al general en su cargo s¨®lo unas horas despu¨¦s.
Oficiales cercanos al general comentan que tambi¨¦n ellos est¨¢n preocupados. "Si algo ha quedado claro", sostiene un militar de alto rango, "es que aqu¨ª el Ej¨¦rcito cumpli¨® una misi¨®n el d¨ªa 28 de junio. Alguien nos dio una orden y nosotros la cumplimos. Ah¨ª termin¨® nuestra intervenci¨®n. Ni el general ni ninguno de nosotros hemos participado despu¨¦s en el nuevo Gobierno o de cualquier otra prebenda. Ser¨ªa injusto que los pol¨ªticos se pusieran ahora de acuerdo y que el chivo expiatorio lo pusi¨¦ramos nosotros". Tanto los militares, en privado, como el propio Micheletti, en p¨²blico, se muestran temerosos de que, si Zelaya regresa al poder, aunque sea de modo fugaz y con los poderes mutilados, aproveche para poner en su sitio a quienes con nocturnidad y fusiles de alto poder lo secuestraron aquel 28 de junio.
El Gobierno de unidad, en el aire
Siempre se ha dicho que la alegr¨ªa dura poco en la casa del pobre. Dos d¨ªas llevaban los hondure?os celebrando el fin de esta pesadilla de cuatro meses cuando tanto Zelaya como Micheletti se pusieron a tronar, alejando de nuevo la soluci¨®n y, de paso, dejando en rid¨ªculo a sus negociadores. El presidente golpista, un experto en prometer una cosa y hacer otra, dijo que el Congreso no est¨¢ obligado a restituir a Zelaya en el poder, cuando el acuerdo -que firmaron sus enviados- dice bien claro: "Hemos decidido, respetuosamente, que el Congreso Nacional resuelva en retrotraer la titularidad del Poder Ejecutivo a su estado previo al 28 de junio". Para Micheletti, puede haber un Gobierno de conciliaci¨®n y unidad sin que Zelaya sea necesariamente el presidente.
Crey¨¦ndose v¨ªctima de una trampa, Zelaya se apresur¨® a advertir desde su refugio en la Embajada de Brasil: "S¨®lo habr¨¢ Gobierno de conciliaci¨®n y unidad si yo soy repuesto como presidente. Si nosotros no estamos de acuerdo, no habr¨¢ Gobierno de conciliaci¨®n. El acuerdo se hace por dos partes. Y yo soy una de las dos partes del acuerdo. Si una de las partes siente que le est¨¢n haciendo una trampa, el acuerdo se rompe".
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