Emerge una nueva izquierda
La extinci¨®n de los comunistas y la conversi¨®n de los socialdem¨®cratas en subalternos del gran capital alientan el crecimiento electoral en Alemania, Portugal y Francia de partidos claramente progresistas
Las recientes elecciones alemanas y portuguesas han confirmado la emergencia en varios pa¨ªses de Europa de una nueva izquierda radical. En Alemania, Die Linke ha obtenido el 11,9% de los sufragios y 76 diputados en el Bundestag. En Portugal, el Bloque de Izquierda ha alcanzado un 9,85% y ha doblado su representaci¨®n parlamentaria con 16 diputados. Esta nueva izquierda surgi¨® a finales de los a?os noventa con la renovaci¨®n de los movimientos sociales y el auge del movimiento alter-mundialista. La novedad reside en su avance electoral, que no se limita a un pa¨ªs o dos, sino que esboza una tendencia europea (ilustrada, entre otros, por la Alianza Roja y Verde en Dinamarca, Syriza en Grecia o el Nuevo Partido Anticapitalista en Francia), todav¨ªa fr¨¢gil y desigual, seg¨²n los distintos sistemas electorales. Por ejemplo, el NPA y el Frente de Izquierdas tienen en Francia un potencial acumulado de aproximadamente un 12%, pero no cuentan con ning¨²n parlamentario electo, debido a un sistema uninominal a dos vueltas que excluye toda representaci¨®n proporcional y favorece el "voto ¨²til" como mal menor.
Oskar Lafontaine resume con acierto el objetivo: "Hacer presi¨®n para restaurar el Estado social"
Los alternativos atraen a j¨®venes que s¨®lo conocen precariedad, guerras, paro y crisis ecol¨®gicas
Varios factores explican este fen¨®meno y, ante todo, el hundimiento o el retroceso de los partidos socialdem¨®cratas y comunistas que han estructurado desde hace medio siglo la izquierda tradicional.
Los partidos comunistas, que se hab¨ªan identificado con el "campo socialista" y con la Uni¨®n Sovi¨¦tica, han desaparecido o han visto disolverse su base social, a excepci¨®n relativa de Grecia y Portugal. En cuanto a la socialdemocracia, al acompa?ar e impulsar las pol¨ªticas liberales en el marco de los tratados europeos, ha contribuido activamente a desmantelar el Estado social del que obten¨ªa su legitimidad. Bajo pretexto de "renovaci¨®n", de "tercera v¨ªa" y de "nuevo centro", se ha metamorfoseado adem¨¢s en formaci¨®n de centro izquierda, a semejanza del Partido Dem¨®crata italiano. A medida que sus v¨ªnculos con el electorado popular se debilitaban, se reforzaba su integraci¨®n en los medios de negocios. El paso de Schr?der al consejo de administraci¨®n de Gazprom, y la promoci¨®n de dos "socialistas" franceses (Dominique Strauss-Kahn y Pascal Lamy) a la cabeza del FMI y de la OMC simbolizan esa transformaci¨®n de altos dirigentes socialistas en hombres de confianza del gran capital. Paladina de la "econom¨ªa social de mercado" y del compromiso social, la socialdemocracia alemana ya ha pagado por ello, al registrar en las elecciones del 27 de septiembre una p¨¦rdida de 10 millones de electores en 10 a?os.
Mientras que esta izquierda del centro cada vez se distingue menos de la derecha del centro, ha crecido tras la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn una nueva generaci¨®n que no habr¨¢ conocido m¨¢s que las guerras calientes imperiales, las crisis ecol¨®gicas y sociales, el desempleo, y la precariedad. Una minor¨ªa activa de estos j¨®venes retoma el gusto por la lucha y la pol¨ªtica, pero mantiene su desconfianza ante los juegos electorales y los compromisos institucionales. Al rechazar un mundo inmundo sin llegar a concebir "el otro mundo" necesario, esta radicalidad puede tomar direcciones diametralmente opuestas: la de una alternativa claramente anticapitalista, o la de un populismo nacionalista y xen¨®fobo (el Frente Nacional en Francia, el National Front en Reino Unido), e incluso la de un nuevo nihilismo. Sin embargo, es alentador constatar que el electorado de Die Linke, como el de Olivier Besancenot en las elecciones presidenciales francesas de 2007, se caracteriza por tener un componente joven, precario y popular, proporcionalmente superior al de los otros partidos.
Sin embargo, la nueva izquierda no constituye una corriente homog¨¦nea reunida en torno a un proyecto estrat¨¦gico com¨²n. Se inscribe m¨¢s bien en un campo de fuerzas polarizado, de un lado, por la resistencia y los movimientos sociales, y del otro, por la tentaci¨®n de la respetabilidad institucional. La cuesti¨®n de las alianzas parlamentarias y gubernamentales ya es para esta izquierda una verdadera prueba de verdad. Rifundazione Comunista, que todav¨ªa ayer aparec¨ªa como el buque insignia de esta nueva izquierda europea, se suicid¨® al participar en el Gobierno Prodi sin impedir el retorno de Berlusconi. Mucho m¨¢s all¨¢ de las t¨¢cticas electorales, estas opciones revelan una orientaci¨®n que Oskar Lafontaine resume con acierto: "Hacer presi¨®n para restaurar el Estado social".
Por tanto, no se trata de construir pacientemente una alternativa anticapitalista, sino de "hacer presi¨®n" sobre la socialdemocracia para salvarla de sus demonios centristas y hacerla volver a una pol¨ªtica reformista cl¨¢sica dentro del marco del orden establecido. En cuanto a "restaurar el Estado social", para ello har¨ªa falta empezar por romper con el Pacto de Estabilidad y el Tratado de Lisboa, reconstruir unos servicios p¨²blicos europeos y someter el Banco Central Europeo a instancias elegidas. En resumen, hacer exactamente lo contrario de lo que han hecho los gobiernos de izquierdas durante los ¨²ltimos 20 a?os y siguen haciendo cuando est¨¢n en el poder. La moderaci¨®n de la socialdemocracia ante la crisis econ¨®mica y su declaraci¨®n com¨²n durante las ¨²ltimas elecciones europeas demuestran que su sometimiento a los imperativos del mercado no es reversible.
En cambio, el d¨ªa despu¨¦s de las elecciones portuguesas, Francisco Lou?a, el diputado que coordina el Bloque de Izquierda, rechaz¨® los cantos de sirena gubernamentales, al declarar rotundamente que su formaci¨®n estar¨ªa "en la oposici¨®n", en contra de las privatizaciones anunciadas, del desmantelamiento de los servicios p¨²blicos y del nuevo c¨®digo de trabajo; por tanto, en la oposici¨®n del Gobierno S¨®crates. Esta opci¨®n tambi¨¦n est¨¢ en el coraz¨®n de las divergencias entre el NPA de Olivier Besancenot, que rechaza toda alianza de gobierno con el Partido Socialista, y el Partido Comunista franc¨¦s, claramente comprometido con la perspectiva de reconstruir la "izquierda plural", cuyo gobierno condujo al desastre de 2002 con Le Pen en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales.
Estas dos opciones atraviesan, sin duda, la mayor¨ªa de los partidos de la nueva izquierda y, en concreto, Die Linke, cuya coalici¨®n con el SPD, ya muy discutida en el Ayuntamiento de Berl¨ªn, tender¨ªa a generalizarse como parece anunciarlo la alianza trabada ¨²ltimamente en el land de Brandenburgo.
De este modo, se esboza la opci¨®n estrat¨¦gica a la que se ver¨¢ confrontada la nueva izquierda. O bien se contenta con un papel de contrapeso y presi¨®n sobre la izquierda tradicional privilegiando el terreno institucional; o bien favorece las luchas y los movimientos sociales para construir pacientemente una nueva representaci¨®n pol¨ªtica de los explotados y oprimidos. Esto no excluye de ning¨²n modo que busque la m¨¢s amplia unidad de acci¨®n con la izquierda tradicional, en contra de las privatizaciones y las deslocalizaciones, y a favor de los servicios p¨²blicos, la protecci¨®n social, las libertades democr¨¢ticas y la solidaridad con los trabajadores inmigrados y sin papeles. Pero esto exige una independencia rigurosa respecto a una izquierda que gestiona lealmente los asuntos del capital, a riesgo de hacer aborrecer la pol¨ªtica a las nuevas fuerzas emergentes.
La crisis social y ecol¨®gica est¨¢ todav¨ªa en sus inicios. M¨¢s all¨¢ de posibles recuperaciones o mejoras, el desempleo y la precariedad se mantendr¨¢n en unos niveles muy elevados y los efectos del cambio clim¨¢tico seguir¨¢n agrav¨¢ndose. En efecto, no estamos ante una crisis como las que ha conocido frecuentemente el capitalismo, sino ante una crisis de la desmesura de un sistema que pretende cuantificar lo incuantificable y dar una medida com¨²n a lo inconmensurable. Es probable que estemos, por tanto, al principio de un se¨ªsmo, con recomposiciones y redefiniciones, del que saldr¨¢ un paisaje pol¨ªtico dentro de unos a?os totalmente recompuesto. Hay que prepararse para ello y no sacrificar el surgimiento de una alternativa a medio plazo por operaciones de politiqueo e hipot¨¦ticas ganancias inmediatas que traen amargas desilusiones.
Daniel Bensaid es fil¨®sofo. Su ¨²ltimo libro publicado es Elogio de la pol¨ªtica profana (Pen¨ªnsula). Traducci¨®n de M. Sampons.
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