Vilna teme el abrazo de Mosc¨²
El pa¨ªs b¨¢ltico cerrar¨¢ en diciembre la planta nuclear de Ignalina, del modelo de Chern¨®bil, que cubre el 70% del consumo el¨¦ctrico
Uno a uno, s¨ªmbolos y legados de la Uni¨®n Sovi¨¦tica han ido desapareciendo del mapa de Lituania. Al igual que sus vecinos letones y estonios, los lituanos se han dedicado con esmero a la tarea en casi dos d¨¦cadas de independencia. En el noreste del pa¨ªs, sin embargo, a unos cinco kil¨®metros de Bielorrusia, se yergue una espantosa catedral sovi¨¦tica de la que los lituanos no querr¨ªan desprenderse. Es la central nuclear de Ignalina, dotada de un poco tranquilizador reactor RBMK-1500: la generaci¨®n de reactores de Chern¨®bil. Un impresionante monstruo sovi¨¦tico que, parad¨®jicamente, ha garantizado hasta ahora a Vilna la independencia energ¨¦tica de Mosc¨². La planta produce la energ¨ªa que cubre el 70% del consumo el¨¦ctrico del pa¨ªs.
El PIB del pa¨ªs b¨¢ltico sufrir¨¢ una contracci¨®n del 18% este a?o
Lituania es una isla energ¨¦tica que tiene buena conexi¨®n s¨®lo con Bielorrusia
El problema es que Ignalina no s¨®lo tiene el reactor que tiene sino que, adem¨¢s, no cuenta con una estructura para su aislamiento. Ese grave e irremediable fallo indujo a la UE a exigir a Lituania el cierre de la planta, que fue pactado -antes de que el pa¨ªs accediera a la Uni¨®n- para el 31 de diciembre de 2009. As¨ª, Ignalina tambi¨¦n est¨¢ a punto de desaparecer del mapa. Y lo que queda, en ese mapa, son unas tuber¨ªas que llevan al mismo sitio: Rusia.
La localidad de Visaginas fue construida en los setenta para acoger a los trabajadores de la central y sus familias. Es un espeluznante estandarte de los vicios del urbanismo sovi¨¦tico y parece deliberadamente concebida para que la gente no se encuentre, no se re¨²na -no sea feliz, llega a pensar uno-.
La ciudad parece el epicentro de la tormenta perfecta que se est¨¢ abatiendo sobre Lituania en 2009: Ca¨ªda del PIB del 18%, d¨¦ficit alrededor del 10%, paro en el 14% y, desde el 1 de enero, gran subida de la factura energ¨¦tica.
En un centro comercial que es el ¨²nico reducto donde hay algo de roce de humanidad en una fr¨ªa ma?ana oto?al, Olga, Clarissa y Natasha admiten "temer el futuro" y que con la central se apague la ciudad, que tiene unos 30.000 habitantes. Visaginas tiene sus motivos particulares pero, tras a?os de euf¨®rico crecimiento, la angustia parece haberse instalado en muchas almas de este pa¨ªs.
"Creemos que el impacto del cierre de Ignalina ser¨¢ inferior a lo que se hab¨ªa pensado en un primer momento, pero desde luego ser¨¢ una presi¨®n adicional sobre la econom¨ªa del pa¨ªs", observa la ministra de Finanzas lituana, Ingrida Simonyte, durante una entrevista celebrada en su ministerio. "El problema es que en pleno ciclo negativo nos hemos visto obligados a reducir el gasto y subir los impuestos. Pero con un d¨¦ficit que viajaba hacia el 18% del PIB, no ten¨ªamos m¨¢s remedio que actuar as¨ª. Es muy doloroso. Al principio hab¨ªa algo de grasa que tocar, pero ahora s¨®lo quedan carne y huesos. Sin embargo, es necesario", explica la ministra.
"Considero razonable situar alrededor de un 50% o 60% la subida del precio de la energ¨ªa tras el cierre de Ignalina", apunta Vytautas Nauduzas, responsable de Asuntos Energ¨¦ticos en el Ministerio de Asuntos Exteriores. "Pero eso no es todo. El coraz¨®n de la cuesti¨®n son los miles de millones de euros que ser¨ªan necesarios para establecer o reforzar las conexiones energ¨¦ticas con otros pa¨ªses de la UE". Actualmente, de facto, Lituania es una isla energ¨¦tica con un ¨²nico puente hacia Bielorrusia y Rusia.
La UE ha destinado -y en gran parte ya desembolsado- 1.300 millones de euros para ayudar a Lituania en la transici¨®n de Ignalina al futuro. Pero hay consenso entre los expertos en observar que el pa¨ªs no ha impulsado con la antelaci¨®n y fortaleza necesarias los proyectos capaces de garantizarle seguridad energ¨¦tica. La construcci¨®n de una nueva central nuclear en Visaginas, en cooperaci¨®n con Estonia, Letonia y Polonia, es objeto de di¨¢logo desde hace a?os. Y sigue en el estadio de las palabras, fundamentalmente por falta de consenso pol¨ªtico en el Parlamento lituano.
As¨ª, las garras del Gran Oso, creen muchos lituanos, volver¨¢n a agarrar el cuello de su pa¨ªs 20 a?os despu¨¦s. La perspectiva no hace tirar cohetes en Vilna, aunque tranquiliza los ¨¢nimos el hecho de que las tuber¨ªas lituanas son tambi¨¦n las que abastecen el enclave ruso de Kaliningrado. Ello complica la posibilidad de repentinos cortes de suministro de tinte pol¨ªtico.
Mientras, los lituanos parecen soportar con cierto estoicismo las tremendas adversidades. Su pa¨ªs fue de entre los ¨²ltimos en abrazar la religi¨®n cat¨®lica, a finales del siglo XIV. Hasta entonces resistieron aqu¨ª reductos de paganismo, a los que se debe quiz¨¢ alg¨²n rasgo de su car¨¢cter, y sin duda la supervivencia de nombres tan sorprendentes como Giedre, traducible como "cielo azul".
Tambi¨¦n sobrevive admirablemente una noble cualidad quiz¨¢ heredada de la aventura sovi¨¦tica: la plena integraci¨®n de la mujer en la sociedad. Ello, a pesar de que ahora en las cervecer¨ªas de Vilna hayan empezado a servir birra a las se?oras con vasos distintos de los de los caballeros.
La ministra Symonite subraya algunos datos que apuntan a que lo peor ha pasado. La ca¨ªda del PIB parece haber tocado fondo y bonos de deuda lituana han sido vendidos bien hace unos d¨ªas. "Pues oye, mejor dependencia energ¨¦tica que yugo militar", concluye un guardia forestal de Visaginas, que no quiere se publique su nombre.
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