La Galicia de la Condesa
Estaremos todos de acuerdo, incluso aquellos que lamentamos que el g¨¦nero period¨ªstico de la necrol¨®gica haya degenerado en paneg¨ªrico, en que la desaparici¨®n de la Condesa de Fenosa cierra una ¨¦poca. Y tambi¨¦n, incluidos los que no creemos que las fortunas se amasen con/por esp¨ªritu de servicio a los dem¨¢s, en que la cierra para mal, desgraciadamente. El mucho dinero o el mucho poder se obtienen como se obtienen (me refiero a los m¨¦todos legales), pero la diferencia es qu¨¦ se hace con ¨¦l. La etapa que se cierra era la de una clase plutocr¨¢tica con sentido de pa¨ªs (hasta tal punto que contribuy¨® a generar otra opuesta), sustituida ahora por una difusa clase dirigente que s¨®lo parece tener como objetivo su propio mantenimiento.
El Consello de la Xunta se hab¨ªa vendido como el 'top ten' y ha resultado ser el 'tanto ten'
Pedro Barri¨¦ fue un heredero adinerado que, despu¨¦s de formarse por Europa, y antes de dedicarse a lo que estaba destinado, pidi¨® a su padre una pr¨®rroga de tres meses para explorar un pa¨ªs que desconoc¨ªa: ¨¦ste. Recorri¨® Galicia de punta a cabo y volvi¨®, seg¨²n reiteraba su viuda en los testimonios que dej¨®, impresionado. En algunos sitios eran tan pobres que utilizaban el trueque en lugar del dinero. Los efectos de esa inmersi¨®n en la realidad no fueron exactamente los mismos que experiment¨® San Francisco de As¨ªs en similar trance, pero sin dejar de hacer negocios y sin abjurar de su ideolog¨ªa conservadora, tuvieron como resultado que ¨¦l y su viuda encaminaron a la promoci¨®n econ¨®mica y cultural de Galicia ese ansia de trascendencia que se suele tener cuando se han satisfecho razonablemente las necesidades propias y las de los descendientes.
Tambi¨¦n se ha cerrado una ¨¦poca en el otro extremo del abanico social. Cuando falleci¨® Carmela Arias y D¨ªaz de R¨¢bago, yo volv¨ªa de pasar un par de d¨ªas en una casa en la que estaba muy presente la memoria de aquellos marineros "que met¨ªan medo aos fillos". Los que pasaban tanto tiempo en el mar, a veces casi dos a?os, que cuando regresaban a casa eran para sus ni?os unos desconocidos. As¨ª salieron de pobres y mantuvieron a sus familias (y enriquecieron a los armadores). Y consolidaron adem¨¢s la leyenda real de los gallegos que navegaban destemidos por todos los mares del mundo. Sin embargo, ahora sus descendientes -los de los marineros- cruzan los dedos a ver si conservan el empleo precario que tienen, los que lo tienen. Trabajar duro no garantiza nada. Ni siquiera el amarre que antes ten¨ªan gratis en lo que era muelle y ahora es pantal¨¢n de pago. Y mucho menos la leyenda.
El relevo generacional nunca ha sido el punto fuerte de la sociedad gallega, sobre todo en la zona alta de la tabla, y ahora menos que nunca. Y no se sabe si no se da porque los que est¨¢n se aferran, o los que deber¨ªan estar se conforman. Si es porque los primeros no quieren o porque los segundos no saben, y si lo uno es consecuencia de lo otro o casualidad. El ejemplo m¨¢s obvio de lo lamentable del recambio, cuando lo hay, es el Consello de la Xunta, que se hab¨ªa vendido como el top ten y ha resultado ser el tanto ten. Como muestra, esta declaraci¨®n del conselleiro Agust¨ªn Hern¨¢ndez la pasada semana, en un suplemento sobre el futuro del transporte: "Lo que se pretende, y es lo importante, es que al final, un ciudadano que est¨¢ en Madrid, en el aeropuerto de Barajas, y quiere coger un vuelo a Galicia, pueda venir de la forma m¨¢s c¨®moda posible". Todo un responsable pol¨ªtico de infraestructuras de un pa¨ªs que en la actual escala europea no ser¨ªa de los m¨¢s peque?os, analizando la pol¨ªtica de transportes a¨¦reos con la amplitud de miras de una agencia de viajes especializada en fines de semana en las R¨ªas Altas/Bajas, todo incluido.
La cultura pol¨ªtica hegem¨®nica ya no tiene aquella visi¨®n de pa¨ªs, conservadora y filofranquista, pero visi¨®n. Tampoco reivindica la Galicia trabajadora y ¨¦pica. Es la hora de una mezcla de pijos urbanos de medio pelo -les juro que no lo escribo con ¨¢nimo de descalificar, es que no encuentro una descripci¨®n mejor- y de t¨¦cnicos con buenas intenciones, una generaci¨®n desganada y esc¨¦ptica cuyo ¨²nico ideal es fumigar la nefasta ideolog¨ªa izquierdista y nacionalista que a su juicio se le viene imponiendo a la gente desde siempre (siempre es desde la Transici¨®n). Conocen el pa¨ªs mucho mejor que lo conoc¨ªa el joven Barri¨¦, pero tanto les da si los paisanos practican el trueque o la inversi¨®n en hedge funds. Lo ¨²nico que pretenden es dar un buen servicio a los poderes de siempre y causar buena impresi¨®n fuera. As¨ª que cuando hay que tomar decisiones de calado estrat¨¦gico, como sobre las cajas, primero se intenta allanar el camino a lo que mandan de Madrid y cuando se advierte el abismo que eso supondr¨ªa, no se estudia lo que habr¨ªa que hacer, sino c¨®mo quedar menos mal, a costa de los m¨¢s d¨¦biles y con el menor coste general posible. Dec¨ªa cruelmente Oscar Wilde que no hay hombre lo bastante rico como para comprar su pasado. S¨ª hay muchos lo suficientemente interesados en asegurarse el presente aunque sea hipotecando el futuro.
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