Mangoneo y corrupci¨®n
Por razones f¨¢ciles de entender, ¨²ltimamente se escucha con frecuencia la siguiente sentencia: "No todos los pol¨ªticos son iguales", lo cual es una obviedad, aunque se diga con intenci¨®n de defender la honradez de los m¨¢s frente a la corrupci¨®n de los menos. Y es una obviedad porque los pol¨ªticos, como cualesquiera otras personas, son ¨²nicos e irrepetibles... Pero el recordatorio no sirve absolutamente para nada, pues ni siquiera trata de aportar soluci¨®n alguna contra la marea negra que est¨¢ cubriendo de basura a la pol¨ªtica espa?ola.
Pero, ?en verdad, la mayor¨ªa de los pol¨ªticos son honrados? Si por honrado se entiende aquel servidor p¨²blico que s¨®lo se lleva para casa su sueldo, puede afirmarse sin demasiado riesgo que la mayor¨ªa de los pol¨ªticos espa?oles son honrados. Pero el calificativo de honrado exige, a mi juicio, alguna precisi¨®n m¨¢s. Por ejemplo, en torno al mangoneo. (Mangonear: entremeterse uno en cosas ajenas, pretendiendo mandar y disponer). Vamos a ello.
Los partidos espa?oles tienen una bien acreditada fama de no querer autorreformarse
La falta de inter¨¦s de los partidos en cortar la corrupci¨®n nace de la propia sociedad
Durante alg¨²n tiempo hemos asistido -y asistimos- perplejos a manejos sin cuento en torno a la presidencia de Caja Madrid, y resulta escandaloso, pero no estamos ante algo nuevo, s¨®lo contemplamos un mangoneo que es m¨¢s espectacular que otros por practicarse ¨¦ste con luz, c¨¢maras, micr¨®fonos y taqu¨ªgrafos. Pero algo parecido ya ocurri¨® cuando, no hace tanto, vimos colocar sin ruido al frente de grandes empresas reci¨¦n privatizadas (y tambi¨¦n de Caja Madrid) a un grupo de amigos personales de Aznar, el entonces presidente del Gobierno, y no fue cosa muy distinta de la que pretendi¨® hacer despu¨¦s Rodr¨ªguez Zapatero con Endesa y otras empresas energ¨¦ticas... ?Y qu¨¦ preside, si no es el mangoneo, las concesiones de televisi¨®n o de las frecuencias de radio por parte de los distintos Gobiernos, ya sea el nacional ya sean los regionales? En fin, tambi¨¦n el mangoneo manda a la hora del otorgamiento de contratos de obras o servicios p¨²blicos. Buena parte de las recalificaciones de terrenos no tienen otro origen que el mangoneo, y mangoneo sigue siendo que, por ejemplo, en Catalu?a no haya forma de ganar un concurso p¨²blico si la empresa o el individuo no tienen el domicilio en aquellas tierras.
Bien se ve, pues, que el mangoneo en Espa?a es el rey de la vida pol¨ªtica. Una colonizaci¨®n ileg¨ªtima realizada por todos los partidos y que abarca a otros muchos aspectos de la vida social, judicatura incluida.
Pues bien, la corrupci¨®n no es otra cosa que un mangoneo remunerado. Por lo tanto -por aquello de que quien evita la tentaci¨®n evita el pecado-, si los partidos quisieran, de verdad, acabar con la corrupci¨®n, tendr¨ªan que renunciar al mangoneo... pe
ro eso -creo yo- va a ser mucho pedir.
Claro que alg¨²n ingenuo se preguntar¨¢ si es evitable el mangoneo e intentar¨¦ darle respuesta.
No se trata de una utop¨ªa como tantas de las que han querido y quieren erradicar el mal de los corazones humanos, no es eso. Se trata de algo m¨¢s sencillo, pues el objetivo es simplemente pon¨¦rselo m¨¢s dif¨ªcil a los potenciales corruptores y corruptos. ?C¨®mo? Haciendo que las decisiones en el ¨¢mbito p¨²blico sobre recalificaciones, contratos de obra o de servicios, concesiones, nombramientos fuera del ¨¢mbito estrictamente pol¨ªtico (por ejemplo: Cajas de Ahorros), intervenci¨®n en empresas y actividades privadas... est¨¦n: a) regladas y b) sean objeto de decisiones colegiadas por personas que no est¨¦n sujetas a mandato imperativo y sean elegidas con criterios estrictamente profesionales. De esta suerte, los pol¨ªticos recibir¨ªan menos visitas interesadas y podr¨ªan dedicar ese precioso tiempo a solucionar algunos problemas, que buena falta hace.
Otra visi¨®n optimista a este prop¨®sito asegura que "no es que ahora haya m¨¢s corrupci¨®n que antes, lo que ocurre es que ahora se persigue -judicial y policialmente- con m¨¢s eficacia y ah¨ªnco". Pero ¨¦sta es una afirmaci¨®n tan c¨¢ndida como metaf¨ªsica y, por tanto, vac¨ªa, pues resulta imposible comprobar mediante datos fiables si lo que se afirma es verdadero o falso.
Mas, sea como sea, estos esc¨¢ndalos encadenados que salpican -aqu¨ª y acull¨¢- todo el mapa de Espa?a componen una mezcla explosiva cuando se juntan en el tiempo con las colas del paro, las cuales se comportan como tenias en el intestino de la sociedad espa?ola. Solitarias que siempre acaban por reproducirse, para seguir consumiendo el alimento (la fuerza de trabajo) que habr¨ªa de servir para una sana supervivencia colectiva. Porque, dig¨¢moslo de una vez, el mercado laboral espa?ol es un desastre en el cual una buena parte de nuestra juventud naufraga entre contratos laborales encadenados y ef¨ªmeros. Unos trabajos sin perspectiva de futuro, con la amenaza, siempre presente, del despido y donde abundan los gestores empresariales cuya especializaci¨®n parece ser la de echar gente a la calle. No hay en el mundo un pa¨ªs que gaste -proporcionalmente- m¨¢s dinero que Espa?a en formaciones profesionales de todo tipo. Dinero tirado, pues son aprendizajes que no sirven para casi nada en el campo laboral.
Una mezcla explosiva, s¨ª, la de la crisis y la corrupci¨®n. Una conjunci¨®n perversa en la cual puede estar el germen del populismo... o de la abstenci¨®n masiva... Y ante este deterioro, ?qu¨¦ van a hacer los grandes partidos? Lo dir¨¦ en pocas palabras: mucho tendr¨¢ que apretarles el zapato para que se decidan a renunciar al mangoneo, fuente de toda corrupci¨®n. Lo m¨¢s probable es que no hagan nada pr¨¢ctico. Y no lo har¨¢n porque los partidos espa?oles tienen una bien acreditada fama de no querer autorreformarse, y tampoco est¨¢n dispuestos a descolonizar lo que han colonizado... Unos partidos que no quieren ni o¨ªr hablar del art¨ªculo 6 de la Constituci¨®n, que les obliga a ser democr¨¢ticos en su estructura y funcionamiento. Unos partidos que, asimismo, desprecian otro art¨ªculo de la Constituci¨®n, aquel que obliga a una selecci¨®n de personal -en la esfera p¨²blica- en la cual han de primar "el m¨¦rito y la capacidad". Unos partidos que se han dotado de unos reglamentos parlamentarios que ningunean a los diputados y a los senadores reduci¨¦ndolos al triste papel de meros ejecutores de un ente burocr¨¢tico llamado "Grupo Parlamentario". En fin, unos partidos que est¨¢n encantados de haberse conocido.
Pero hay a este respecto una hip¨®tesis a¨²n m¨¢s pesimista que me cuesta aceptar y se resume as¨ª: la falta de inter¨¦s de los partidos en cortar de ra¨ªz la corrupci¨®n nace de la propia sociedad. Por un lado, la plaga del sectarismo y su transformaci¨®n en un electorado fiel, incapaz de castigar a sus adoradas siglas y, por otro, la trivializaci¨®n de la moral p¨²blica. Todo lo cual conduce a la minimizaci¨®n del impacto electoral de las malas conductas. Si a eso se a?ade la generalizaci¨®n de una corrupci¨®n -que afecta a todos los partidos-, el electorado llega f¨¢cilmente a la conclusi¨®n de que se est¨¢ ante una especie de gripe que llega inexorable con el invierno y que es inherente a la actividad pol¨ªtica... y por eso es preciso acostumbrarse a convivir con ella...
Mas no es necesario tener la fe de Gramsci para intentar evitarlo y actuar, siguiendo aquel viejo criterio seg¨²n el cual al pesimismo de la raz¨®n siempre cabe oponer el optimismo de la voluntad.
Joaqu¨ªn Leguina es economista.
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