El f¨¦retro como cuna
La tozudez de buen empecinado le ha hecho triunfar. Israel Galv¨¢n, bailar¨ªn de cuna y cepa (procede por ambas v¨ªas de familia del baile), est¨¢ haciendo el camino inverso, quemando huella y memoria. Como si el espect¨¢culo fuera el div¨¢n del psicoanalista. El encumbramiento for¨¢neo le vino de poderosos festivales franceses (Avi?¨®n, Montpellier) y de la cr¨ªtica francesa, que parece adorarle y ve en ¨¦l un renovador necesario. Artista muy politizado, la obra tiene una pretensi¨®n cosmog¨®nica y suena a discurso de iluminado donde toda provocaci¨®n es poca, llegando a la performance neodada¨ªsta. El efecto es brutalista y buscado.
A manera de pr¨®logo, un filme con demasiado texto para leer y de claro tinte antisemita habla de guerra y de un mensaje desvalido desde L¨ªbano. Despu¨¦s, una sesi¨®n de mimo donde el contorsionismo desdobla la expresi¨®n bailada, la trocea, establece el proleg¨®meno de un imaginario que pasa por la imaginer¨ªa barroca procesional y llega al esperpento cl¨¢sico, a la s¨¢tira de tinte oscuro y brochazo grueso. Con un audio excesivo y cruel con el o¨ªdo humano que desvirt¨²a las calidades de las voces, aparece en escena un trampol¨ªn basculante sonorizado, que domina en espacio, y quiere ser met¨¢fora del inestable mundo que relata y acaso bald¨ªo callej¨®n sin salida.
EL FINAL DE ESTE ESTADO DE COSAS. REDUX
Compa?¨ªa Israel Galv¨¢n. Baile y coreograf¨ªa: Israel Galv¨¢n; direcci¨®n art¨ªstica: Pedro G. Romero; direcci¨®n esc¨¦nica: Txiki Berraondo. Teatro Espa?ol, Madrid. 5 de noviembre.
El producto Galv¨¢n es distinto, singular; hay algo deliberadamente histri¨®nico en la presentaci¨®n y con ello maquilla su registro en estricto de bailar¨ªn-bailaor, que tiene limitaciones en su arco de giros, zapateado y salto. As¨ª desarrolla un 80% de su danza en perfiles, en paralelo a las cortinas y en perpendicular al p¨²blico, dando m¨¢s importancia a su "perfil bueno", el izquierdo. Esta inquietante angulaci¨®n llega a tener sentido y se complementa con un objetivo en diagonal que se sospecha delirio cl¨ªnico. Saetas, nanas, salves y tac¨®n: todo debe ser atenazado en la destrucci¨®n, su particular castigo al orden universal descrito en San Juan.
Tambi¨¦n aparecen tres cirineos-rockeros; una violinista con sombrero del Tirol; una escena de travestismo que camina de la ocultaci¨®n al expresionismo de bordes negros (pi¨¦nsese en Solana) y por fin se llega a lo que se ha convertido en su icono: los ata¨²des. Sencillos f¨¦retros hexaedros arcaicos de madera desnuda que sirven de tajona y pista y en los que el solista acaba acunado por un agotamiento vital del discurso, met¨¢fora de un viaje tan circular como enigm¨¢tico.
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