La 'cantante calva' llora a pap¨¢
Francia celebra el centenario de Ionesco, creador del 'teatro del absurdo' - Una exposici¨®n recoge el legado de uno de los grandes dramaturgos del siglo XX
Jacques Derrida deconstru¨ªa el concepto, Ferran Adri¨¢ la tortilla de patatas y Eug¨¨ne Ionesco, el lenguaje, "instrumento de exclusi¨®n y alienaci¨®n". En cualquiera de los casos -el sein und zeit heideggeriano, la manduca de dise?o o el teatro del absurdo-, el lema parec¨ªa ser algo as¨ª como "por la desmembraci¨®n, hacia la esencia", que no es lo mismo que desmembrar impunemente la esencia, ejercicio muy del gusto de algunos pol¨ªticos de hoy.
As¨ª que, ateni¨¦ndose a esa profesi¨®n de fe, Ionesco pari¨® hace 59 a?os a la cantante calva, que no era ni calva ni cantante, de hecho no hab¨ªa cantante calva alguna, pero igual da, ya que le sirvi¨® al dramaturgo para establecer su verdad de las cosas: usar el blah-blah-blah del mundo moderno para, desde el cruce de caminos donde se dan la mano la angustia, el humor y el sinsentido, contar el meollo: la soledad del hombre y la insignificancia de su existencia. Hab¨ªa nacido, sobre las planchas del Th¨¦?tre des Noctambules de Par¨ªs -11 de mayo de 1950- el teatro del absurdo o, mejor dicho (el t¨¦rmino nunca gust¨® a Ionesco), el teatro de la burla.
Dos de sus grandes obras se representan en Par¨ªs desde hace 52 a?os
La muestra incluye los dibujos preparatorios de las piezas teatrales
Tantas cosas despu¨¦s, Francia celebra no s¨®lo la partida de nacimiento de un g¨¦nero teatral denostado y admirado por el que tambi¨¦n pulularon Beckett y Adamov -Arrabal, en menor medida-, sino tambi¨¦n y sobre todo el centenario del autor de obras como La cantante calva, El rey se muere, Rinocerontes o Las sillas. "Antiobras teatrales", como le gustaba decir al interesado, Eug¨¨ne Ionesco (Slatina, Rumania, 26 de noviembre de 1909-Par¨ªs, 28 de marzo de 1994).
El guateque conmemorativo est¨¢ a la altura de la propia dimensi¨®n de quien fuera uno de los autores dram¨¢ticos m¨¢s representados en todo el mundo y de quien sigue siendo campe¨®n mundial del teatro en n¨²mero de representaciones para una misma obra (la propia cantante calva y La lecci¨®n, puestas en pie cada noche desde hace 52 a?os en el diminuto Th¨¦?tre de la Huchette del Barrio Latino, cerca ya de las 17.000 funciones).
Sobre todo, los fastos del centenario Ionesco quedan resumidos en la fascinante exposici¨®n que la Biblioteca Nacional de Francia dedica al escritor hasta enero del a?o pr¨®ximo. No es para menos: el material que se abre a los ojos del visitante sintetiza a la perfecci¨®n el cat¨¢logo de honores y de disgustos: entre los primeros, haber sido el ¨²nico autor inmortalizado en vida por el sanctasant¨®rum de la biblioteca de La Pl¨¦iade gloria de las letras francesas, haber podido codearse con lo m¨¢s granado de la gravedad literaria en la Academia Francesa, o haber logrado el pasaporte para su nombramiento como Gran S¨¢trapa del Colegio de la Pataf¨ªsica. Entre los segundos, haberse granjeado la enemistad sincera de los grandes paladines del teatro ideol¨®gico y comprometidogama Bertolt Brecht Roland Barthes y los te¨®ricos de la revista Th¨¦?tre populaire, el mism¨ªsimo Sartre o JeanJacques Gautier, el temible cr¨ªtico de Le Figaro, que le crucificaron por escapismo y ausencia de mensaje.
El valor m¨¢ximo de la exposici¨®n de la BNF (comisariada por No?lle Giret sobre una ins¨®lita escenograf¨ªa de cajas de cart¨®n reciclado y soporte audiovisual y vertebrada en "ocho obsesiones ionesquianas", a saber, el lenguaje, Dios, la muerte, la acumulaci¨®n, el compromiso, la cr¨ªtica, la iluminaci¨®n y la pintura) se refiere a la procedencia de su contenido. Manuscritos, correspondencia personal, dibujos, croquis preparatorios de obras como los de El rey se muere, guiones cinematogr¨¢ficos, fotograf¨ªas, pinturas del propio Ionesco o de amigos como Mir¨®, Giacometti, Vieira da Silva, Alechinsky o el propio Arrabal, objetos personales como el librito del m¨¦todo Assimil para aprendizaje r¨¢pido del ingl¨¦s, germen de La cantante calva... En resumen, un peque?o tesoro procedente de los propios archivos personales de Ionesco: unos archivos que, en teor¨ªa, no exist¨ªan pero que acabaron saliendo a la luz. Expliqu¨¦monos.
V¨ªctima confesa de un profundo horror a la celebridad y a la posteridad ("no es absurdo el mundo, pero s¨ª la posici¨®n del hombre en el mundo"), Eug¨¨ne Ionesco nunca quiso o¨ªr hablar de atesorar los recuerdos. Romper, destruir, quemar. Pero traicionera y afortunadamente, su fiel esposa Rodica, fallecida en 2004, fue haciendo caso omiso a su voluntad y guardando viejas cajas de zapatos, carpetas olvidadas, vanos de escritorio el legado de aquel electr¨®n libre.
El conjunto, reci¨¦n donado a la Biblioteca Nacional por MarieFrance Ionesco, hija del escritor, permite asomarse al anticomunista feroz y al feroz antifascista, al depresivo, al metaf¨ªsico, al agn¨®stico que quer¨ªa creer ("para mi padre, que quiso ser monje pero le falt¨® fe, el arte era un sustitutivo de la religi¨®n", explica MarieFrance Ionesco confortablemente sentada en el saloncito del 96, Boulevard de Montparnasse, donde vivieron los Ionesco desde 1964), al tipo que coloc¨® el individualismo innegociable en la cima de las opciones morales.
All¨ª, en el interminable apartamento, sigue inc¨®lume el min¨²sculo gabinete donde el autor de La b¨²squeda intermitente dictaba a una secretaria lo que escrib¨ªa en sus cuadernos cuadriculados de colegial. All¨ª est¨¢n, colgados de las paredes como mirando de reojo al visitante, los folios viejos, los iconos rusos, los aguafuertes de Chagall, el rancio butac¨®n donde Ionesco se sentaba para descolgar el tel¨¦fono y llamar al intendente del teatro de turno: "?Qu¨¦, cu¨¢nto hemos recaudado esta noche?".
Babelia
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