Los herederos de Sinatra
Es inexacto decir que era un cantante de bodas, convenciones y cruceros. En realidad s¨®lo he cantado en una boda en mi vida". Con su cara de beb¨¦ gigante, el vocalista canadiense Michael Bubl¨¦ no puede ocultar su golpe de suerte. A los 25 a?os estaba arruinado, a punto de regresar de Toronto a Vancouver para dejar de emular sobre escenarios de cuarta a Bobby Darin y empezar un curso de periodismo. Tras actuar en una fiesta de negocios, un simp¨¢tico se?or se acerc¨® a felicitarle. Bubl¨¦ le entreg¨® la ¨²ltima copia que le quedaba del CD que se hab¨ªa autofinanciado. "Al menos podr¨¢ utilizarlo como posavasos", le dijo. El simp¨¢tico se?or result¨® ser ¨ªntimo del ex primer ministro canadiense Brain Mulroney, que le llam¨® para cantar en las nupcias de su hija.
"He crecido escuhando a Guns N'Roses y Michael Jackson. Lo que hago no es para gente mayor y amas de casa"
"Yo sab¨ªa que no quer¨ªa ser un simple pianista ni Robbie Williams. Aunque, obviamente, estoy en un lugar intermedio"
Meses despu¨¦s estaba sentado ante el presidente de Warner. "?Por qu¨¦ debo ficharle, si ya tengo los derechos de Sinatra?", me pregunt¨®. A lo que respond¨ª: "Porque Sinatra est¨¢ muerto y hay un vac¨ªo en el mercado que podemos llenar". Seg¨²n estimaciones de la compa?¨ªa, vender¨ªa en toda su carrera entre 15.000 y 20.000 discos. Hoy, con cuatro ¨¢lbumes de estudio, ha despachado m¨¢s de 22 millones de copias.
Bubl¨¦, de 34 a?os, encabeza una nueva generaci¨®n de crooners empe?ada en actualizar el legado del Rat Pack (el grupo de cantantes que emergi¨® en los a?os cincuenta encabezado por Frank Sinatra, Dean Martin y Sammy Davies Jr.). Una tendencia al alza en un mercado musical saturado de estilos que est¨¢ encontrando en la nostalgia una aut¨¦ntica tabla de salvaci¨®n. El jazz (con Diana Krall o Norah Jones), el revival soul (Amy Winehouse o Duffy) y el folk (Cat Power o Amy Macdonald) parecen pertenecer a las artistas femeninas. Pero el swing est¨¢ en manos de chicos capaces de mantener el tipo ante una big band. Aunque Bubl¨¦ considere que "cualquiera, hombre o mujer, que cante con sensualidad se puede considerar crooner". Y sit¨²a la cuesti¨®n por encima de g¨¦neros y ¨¦pocas. "Axl Rose [cantante de Guns N'Roses] o Eddie Vedder [de Pearl Jam] podr¨ªan serlo. ?Por qu¨¦ no? La primera vez que escuch¨¦ a Vedder, con esa voz baja maravillosa, pens¨¦ que era el nuevo Elvis".
En su cuarto ¨¢lbum, Crazy love, contin¨²a basando su repertorio en standards, reinterpretando cl¨¢sicos del propio Sinatra, Dean Martin, Dinah Washington, Nat King Cole, Debbie Reynolds, Eagles o Brenda Lee. Y ha buscado lo que ¨¦l llama "aire" en la grabaci¨®n. "No quer¨ªa registrar primero la bater¨ªa, y luego otra pista y luego otra para que todo acabara comprimido en un archivo MP3 donde el aire desaparece. Quer¨ªa esas tomas hechas en el estudio con micr¨®fonos y toda la banda tocando a la vez. Mis discos favoritos son los de la Motown, en los que se apuesta por el sentimiento por encima de la toma redonda. Puede que este disco no suene perfecto, pero cuando lo escuchas parece que est¨¢s compartiendo habitaci¨®n con los m¨²sicos".
Hoy queda muy bien reivindicar todo esto, pero cuando empez¨® nadie quer¨ªa ni o¨ªr hablar de chavales entonando canciones de gente muerta. "Mi abuelo, un fontanero italiano, convenci¨® a un tipo que ten¨ªa un bar de conciertos para que me dejara actuar por primera vez a cambio de arreglarle un grifo. Todav¨ªa conserva la cinta de aquella actuaci¨®n. Dice que suena como una mierda". A¨²n hoy tiene que demostrar que lo que hace "no es para gente mayor y para amas de casa. He crecido escuchando a Michael Jackson, Guns N'Roses y Beastie Boys. No sentado en casa mirando pel¨ªculas antiguas. Y una huella de eso est¨¢ en mi trabajo".
Algo parecido le pas¨® a Jamie Cullum. En Hullavington, el pueblito ingl¨¦s cercano a Bristol donde creci¨®, molaba escuchar Nirvana, Soundgarden o Red Hot Chili Peppers. "Algo que compart¨ªa, desde luego", explica Cullum. "A partir de los 12 a?os me volv¨ª un freak total de la m¨²sica. Un m¨²sico me descubr¨ªa otro y un disco me llevaba a otro. Me enganch¨¦ al hip hop: The Beatnuts, A Tribe Called Quest, Beastie Boys. Y me volv¨ªa loco buscando los discos que sampleaban. As¨ª es como llegu¨¦ a Herbie Hancock, Miles Davies o Thelonius Monk. La m¨²sica negra era algo muy ex¨®tico y misterioso en un pueblo eminentemente blanco como aquel". Y se encerraba con el walkman en su habitaci¨®n sumergido en los placeres culpables que le devolvieron al piano, un instrumento que hab¨ªa abandonado a los siete a?os por divergencias con su profesora. "Ella tocaba una melod¨ªa y yo se la repet¨ªa de o¨ªdo. Y me dec¨ªa: "'No, no, tienes que aprender a leerla'. No entend¨ªa por qu¨¦ ten¨ªa que emplear dos d¨ªas en hacer algo que me llevaba diez minutos".
Jamie Cullum ha pasado por Madrid para presentar su cuarto disco, The pursuit. Y una noche la ha dedicado a grabar con su iPhone una actuaci¨®n de flamenco desde la terraza de su hotel. Est¨¢ encantado, porque se lleva de vuelta a casa la discograf¨ªa completa de Camar¨®n por gentileza de su compa?¨ªa espa?ola. Est¨¢ obsesionado con una t¨¦cnica que, asegura, jam¨¢s podr¨¢ alcanzar. El par¨®n de dos a?os tras la gira de su anterior trabajo le ha permitido montar cerca de su casa en Londres su propio estudio Terrified (literalmente, "aterrorizado"), toda una declaraci¨®n de intenciones. "Antes me sentaba al piano e iba tarareando cosas. Ahora he tenido que enfrentarme a todos los instrumentos a la vez. Ha sido un acojone muy satisfactorio", se r¨ªe.
A Cullum, de 30 a?os, le cost¨® decidir qu¨¦ camino seguir. De adolescente compaginaba una banda de rock ("donde jug¨¢bamos a ser rockstars, pasarlo bien, ir a fiestas y ligar") con el jazz. "Esto ¨²ltimo se convirti¨® en mi verdadero trabajo, porque me pagaban por ello. Tocaba en tugurios con tipos de 60 o 70 a?os que se quedaban fascinados conmigo. No por mi talla como m¨²sico, sino por mi diminuta figura. Ten¨ªa 18 a?os, pero aparentaba 12. Era una imagen un tanto depravada. Hab¨ªa noches que acababa tan borracho que ten¨ªa que dormir en el coche. Ellos me ense?aron a ser un profesional, desde qu¨¦ vestir hasta c¨®mo construir un repertorio".
A los 21 a?os, tras licenciarse en literatura inglesa, se instal¨® en Londres, siguiendo la estela de su hermano mayor, Ben, productor de m¨²sica electr¨®nica. Form¨® parte del grupo Taxi, particip¨® como telonero en una gira de Paul Weller, y Liam Gallagher, de Oasis, les dejaba ensayar en su local. Pero no pod¨ªa quitarse el jazz de la cabeza. Tres noches por semana actuaba en Pizza Express, una franquicia de comida r¨¢pida que albergaba en su s¨®tano un club para actuaciones en vivo. "Con eso pagaba el alquiler y cenaba caliente", recuerda.
Su estilo vibrante llam¨® la atenci¨®n de los ojeadores de las discogr¨¢ficas, vali¨¦ndole primero un contrato con un sello peque?o e inmediatamente otro de un mill¨®n de libras por tres discos para Universal. Si en un principio segu¨ªa los pasos de su admirado Harry Connick Jr., pronto revel¨® sus dotes como popstar. Ambas facetas se funden definitivamente en su m¨¢s reciente trabajo. "En Inglaterra te meten en una cajita y ah¨ª es donde tienes que pasar el resto de tu carrera. Yo sab¨ªa que no quer¨ªa ser un int¨¦rprete de piano ni Robbie Williams, aunque, obviamente, estoy en alg¨²n lugar entre medias". Quien le haya visto ejecutar sus versiones de Radiohead o White Stipes maltratando a golpes su instrumento sabe de qu¨¦ habla (esta vez ha grabado una sosegada interpretaci¨®n de Don't stop the music, de Rihanna). Corre el rumor, incluso, de que hay promotores a quienes les cuesta encontrar un piano de alquiler cuando dicen que es para Cullum. Se r¨ªe. "?Has visto el piano destrozado de la portada de este disco, verdad? Para m¨ª es como un instrumento de rock and roll. S¨®lo puedo decir que si en el pasado he da?ado alguno he pagado su reparaci¨®n. Y que actualmente procuro viajar siempre con el m¨ªo propio".
Entre sus logros recientes est¨¢n haber colaborado con Burt Bacharach o grabado para Clint Eastwood. Su hijo, Kyle Eastwood, es un m¨²sico de jazz que graba habitualmente en los estudios de Cullum. "En cierta ocasi¨®n, Kyle estaba escuchando mi m¨²sica y su padre le pregunt¨®: "?Qui¨¦n es ese tipo? Me encanta". Me pidi¨® que escribiera algo para la banda sonora de La vida sin Grace. Yo estaba trabajando en una demo para James Blunt y me dijo: "La quiero". Despu¨¦s me invit¨® al festival de jazz de Monterrey, del que es director, y me pidi¨® el tema principal de Gran Torino. Acabamos grab¨¢ndola juntos en su casa de Bel Air (Hollywood). Su colecci¨®n de discos hace palidecer a cualquiera".
?Hay algo con lo que no se atreva? "Creo que el mayor rid¨ªculo de mi carrera estuve a punto de hacerlo en el S¨®nar 2008. Mi hermano es amigo de Darren Emerson [miembro del grupo techno Underworld] y me propusieron participar con ellos en un concierto en este macrofestival de Barcelona. Decidieron que quer¨ªan que fuera todo improvisado. Nunca hab¨ªa hecho algo as¨ª. ?Lo pas¨¦ fatal!".
Hoy, Cullum se ha convertido en una figura habitual en los tabloides brit¨¢nicos por su inminente boda con la modelo Sophie Dahl, nieta del escritor Roald Dahl. "Eso s¨ª que es agotador. Pero el amor ayuda a superarlo todo. Es lo que he querido reflejar en este disco".
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