Cayetano Rodr¨ªguez Garc¨ªa: la dignidad del anonimato
Hay personas que no merecen morir en el anonimato, aunque desde el anonimato hayan contribuido a luchar contra la dictadura y a instaurar la democracia. Cayetano Rodr¨ªguez Garc¨ªa fue una de ellas. Su nombre est¨¢ ligado al de su compa?era Rosario Ram¨ªrez, y juntos fueron una referencia para todos los familiares de presos pol¨ªticos internados en la prisi¨®n provincial de Ja¨¦n que, a finales de los a?os sesenta y primeros setenta, encontraron en ellos los intermediarios para hacerles llegar sus env¨ªos. Acudir a la prisi¨®n, a cara descubierta, esgrimiendo tan s¨®lo la solidaridad y la humanidad como excusa para ir, semana tras semana, pod¨ªa costar caro, como al final les cost¨® a ambos en diciembre de 1970, en pleno estado de excepci¨®n, con cuatro a?os de prisi¨®n en Ja¨¦n y Granada. Cayetano ha muerto en Ja¨¦n el 27 de octubre de 2009, silenciosamente, unos meses despu¨¦s de Rosario, a la que cuid¨® hasta su muerte, el 14 de enero de este a?o.
El PCE le encarg¨® a ¨¦l y a su esposa Rosario la atenci¨®n a los presos
Cayetano Rodr¨ªguez naci¨® el 11 de agosto de 1933 en Arjonilla (Ja¨¦n), en una familia de 11 hijos de los que sobrevivieron seis. La vida de posguerra, con una infancia sin escuela, le llev¨® de trabajo en trabajo por diferentes pueblos de Ja¨¦n, como Espeluy, donde conoci¨® a Rosario, o Meng¨ªbar. Y, como tantos espa?oles de la ¨¦poca, emigr¨® en 1962 a Francia, donde se afili¨® al PCE y permaneci¨® hasta 1965.
De regreso a Espa?a, instalado en Ja¨¦n capital, desempe?ando oficios diversos como camionero, obrero de la construcci¨®n o repoblador de pinos, comenz¨® un trabajo de militante, contribuyendo a la reestructuraci¨®n de la armadura provincial de su partido en Ja¨¦n. La tarea que se le encomend¨® a la pareja fue la del apoyo a los presos. Una de las m¨¢s expuestas a la luz y de mayor riesgo.
Fue en mayo de 1969 cuando me los present¨® Francisco Portillo en su casa del barrio de Santa Isabel. Durante los 12 meses que permanec¨ª haciendo el servicio militar en Ja¨¦n, su casa era un refugio donde recibir la propaganda del partido, beber un quinto y sentirme en familia. Recuerdo c¨®mo le¨ªan Rosario y Cayetano Mundo Obrero con un diccionario a mano. Y c¨®mo cre¨ªamos en aquella "alianza de las fuerzas de trabajo y de la cultura", por impreciso que fuera el concepto, como est¨ªmulo para acabar con la ignominia.
Luego les perd¨ª de vista, supe de su ca¨ªda junto a buenos camaradas y amigos de Ja¨¦n y Granada. Y despu¨¦s lleg¨® la democracia, probablemente no de la mano de luchadores como ellos, pero s¨ª para premiar su esfuerzo y sacrificio y demostrar que no fueron en vano.
La vida -y los votos del pueblo- premiaron a Rosario con una concejal¨ªa por su partido en las primeras elecciones democr¨¢ticas de 1979. Con el respaldo de Cayetano, se entreg¨® a su trabajo de edil con su generosidad de siempre. Incluso se le dedic¨® luego una calle en la capital. ?l trabajaba de camionero. Siempre me record¨® con su voz ronca y su humanidad al Cassen del Pl¨¢cido de Berlanga.
Hasta que les lleg¨® la vejez, el internamiento en una residencia y la muerte. Pero no el olvido.
Bernab¨¦ L¨®pez Garc¨ªa es catedr¨¢tico de Estudios ?rabes de la UAM.
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