Bases militares estadounidenses en Colombia
El acuerdo firmado el pasado 30 de octubre entre los Gobiernos de Colombia y Estados Unidos, para permitir la presencia de tropas y el estacionamiento de aeronaves de guerra norteamericanas en siete bases estrat¨¦gicas colombianas, tendr¨¢ unas graves implicaciones en la determinaci¨®n de la futura pol¨ªtica exterior colombiana apenas comparables a las que resultaron cuando, a comienzos del siglo XIX, el pa¨ªs perdi¨® el istmo de Panam¨¢.
En los documentos internos del Pent¨¢gono de enero de este a?o, antes de existir cualquier negociaci¨®n con Colombia, ya aparec¨ªan se?aladas las bases como parte de la estrategia de "aseguramiento estrat¨¦gico" de los Estados Unidos en el hemisferio suramericano.
Obama ha mandado una se?al equivocada ahora que quer¨ªa cambiar su relaci¨®n con Latinoam¨¦rica
Pasado el 11 de septiembre, los Estados Unidos resolvieron comenzar a levantar sus 800 bases en el mundo y construir un nuevo tipo de ellas, las denominadas "bases expedicionarias", que les permitieran vigilar, desde corredores geogr¨¢ficos determinados, a trav¨¦s de distintos sitios de abastecimiento, distintas a¨¦reas del mundo.
Los nuevos enclaves militares norteamericanos en Colombia y, m¨¢s concretamente, la base de Palanquero, localizada en el coraz¨®n del pa¨ªs y considerada la fortaleza emblem¨¢tica de nuestra Fuerza A¨¦rea, cumplir¨¢ este objetivo de aseguramiento estrat¨¦gico de Suram¨¦rica y la costa occidental de ?frica a trav¨¦s de la isla de Ascensi¨®n, cercana a la ciudad de Recife en Brasil.
Aunque los cancilleres de los pa¨ªses firmantes del acuerdo han insistido en que las bases solamente reforzar¨¢n la lucha de Colombia contra el narcotr¨¢fico y el terrorismo, est¨¢ claro que por el tipo de equipos que vendr¨¢n a ellas como aviones C-17, que cargan hasta 70 toneladas de material b¨¦lico, aviones Orion dedicados al espionaje electr¨®nico, los poderosos aviones Awad, verdaderas plataformas volantes de inteligencia y los Boeing 707, los nuevos equipos no ser¨¢n para transporte masivo de narcotraficantes, fumigaci¨®n a¨¦rea de cultivos il¨ªcitos o localizaci¨®n de terroristas en las selvas amaz¨®nicas.
As¨ª lo han intuido los pa¨ªses del hemisferio que, reunidos varias veces en UNASUR, bajo el liderazgo de Brasil, han expresado su preocupaci¨®n por esta peligrosa presencia norteamericana en la regi¨®n. Ni siquiera las m¨²ltiples visitas de altos funcionarios del Departamento de Estado ni las cartas personales de Hillary Clinton a los mandatarios regionales han logrado atenuar la convicci¨®n que existe de que las nuevas bases no lanzar¨¢n operaciones en la zona. Y no es para menos.
Con excepci¨®n de las bases de Howard en Panam¨¢ y la de Manta en Ecuador, que acaba de ser levantada, nunca hab¨ªan existido, hasta hoy, bases militares norteamericanas en Suram¨¦rica. Lo cual explica por qu¨¦ el acuerdo firmado le hace da?o no solamente a Colombia, sino al propio Gobierno de Obama que, con esta decisi¨®n, manda una se?al equivocada, digamos "tradicional" para ser benignos, respecto al todav¨ªa esperado replanteamiento de sus relaciones con Latinoam¨¦rica.
Lo ¨²nico m¨¢s grave que los acuerdos ha sido la forma como se ha manejado la informaci¨®n sobre ellos, de manera casi clandestina, a escondidas de la opini¨®n p¨²blica y sin la participaci¨®n de los Congresos de los dos pa¨ªses. El de Colombia, inclusive, desconoci¨® la recomendaci¨®n que le hizo el Consejo de Estado -organismo asesor, seg¨²n la Constituci¨®n, del poder Ejecutivo-, que le aconsej¨®, dada la trascendencia del tema, llevarlo a la discusi¨®n del Congreso de Colombia y someterlo despu¨¦s al an¨¢lisis de la Corte Constitucional.
La mayor¨ªa de los medios colombianos, por su parte, han mantenido el asunto, de manera inexplicable, dentro de una especie de campana neum¨¢tica, haci¨¦ndole indirectamente el juego al Gobierno del presidente Uribe, quien orden¨® firmar el peligroso instrumento la madrugada del pasado 30 de octubre con la l¨¢nguida presencia del embajador de Estados Unidos como representante de su contraparte y los ministros colombianos responsables del tema.
El Senado colombiano, que estar¨ªa obligado a autorizar esta presencia de naves militares y tropas extranjeras, y el propio Congreso, que tendr¨ªa que convertir en ley este acuerdo que nos compromete con una pol¨ªtica hegem¨®nica propia de los tiempos de la guerra fr¨ªa, no han dicho, oficialmente, ni esta boca es m¨ªa. Y aunque en una primera etapa lo previsible es que los pa¨ªses del ¨¢rea guarden una prudente espera, es f¨¢cil prever lo que suceder¨¢ cuando desde las nuevas bases se empiecen a lanzar -como se har¨¢ porque para eso fueron establecidas- operaciones especiales de vigilancia electr¨®nica sobre Suram¨¦rica.
Finalmente, no puede descartarse que las FARC aprovechen esta inoportuna presencia para comprometer militarmente a los Estados Unidos en la guerra colombiana, lo cual terminar¨ªa de complicar el efecto de internacionalizaci¨®n del conflicto interno colombiano que ha conseguido el presidente Uribe con esta decisi¨®n que no solamente compromete el futuro de la pol¨ªtica exterior de Colombia, sino que ya tiene enredadas nuestras relaciones con Venezuela, Ecuador, Cuba, Nicaragua y Bolivia.
Ernesto Samper Pizano es ex presidente de Colombia.
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