Cat¨¢strofe de pel¨ªcula
Cuentan que hubo situaci¨®n de emergencia y consecuente ataque de nervios en Hollywood cuando apareci¨® una cosita depredadoramente adictiva llamada televisi¨®n que amenazaba al gran negocio del entretenimiento. Urg¨ªa encontrar f¨®rmulas para evitar la progresiva deserci¨®n de la ancestral clientela, afilar la imaginaci¨®n en la oferta para que la pe?a no se apalancara en su dulce hogar acompa?ada de una pantalla peque?a. Sobrevivi¨®. El susto hab¨ªa sido pasajero. A finales de los sesenta no hab¨ªa crisis ni miedo. La calidad estaba encantada, ya que iba a velar por ella la irrepetible generaci¨®n de los "moteros tranquilos, toros salvajes", en precisa definici¨®n de Peter Biskind, pero los pragm¨¢ticos cerebros de los ejecutivos, que nunca se han fiado de la productividad econ¨®mica de los artistas, reinventaron el infalible g¨¦nero de cat¨¢strofes. Amenazando aviones y barcos, rascacielos y ciudades. Logrando la identificaci¨®n emocional del arropado espectador con gente parecida a ellos en situaciones de v¨¦rtigo, en inminente desamparo. F¨®rmula con obligado final feliz y en la que lo ¨²nico que necesitaba ser virtuoso eran los efectos especiales y los especialistas del cine de acci¨®n. Para adornar el cebo, los productores tambi¨¦n recurr¨ªan al talonario para convencer y compensar a las grandes estrellas de que encarnaran a personajes arquet¨ªpicos con m¨ªnimas posibilidades de llevarse el Oscar. A Newman y McQueen, los m¨¢s sexy del mercado, en El coloso en llamas, a Hackman en La aventura del Poseid¨®n, a Lancaster en Aeropuerto, a Heston en Terremoto.
2012
Direcci¨®n: Roland Emmerich.
Int¨¦rpretes: John Cusack, Amanda Peet, Thandie Newton, Chiwetel Ejiofor, Woody Harrelson.
G¨¦nero: cat¨¢strofes. EE UU, 2009.
Duraci¨®n: 158 minutos.
El monstruo que est¨¢ vaciando ahora las salas y haciendo que la industria se replantee su metodolog¨ªa se llama Internet, cine gratis a domicilio. Consecuentemente, retornan a su ambiente natural las cat¨¢strofes con formato de gran espect¨¢culo y tem¨¢tica apocal¨ªptica. En el convencimiento de que es la ¨²nica forma, junto al inefable anzuelo infantil del cine de animaci¨®n, de que el p¨²blico masivo vuelva a pasar por taquilla.
No guardo ninguna sensaci¨®n memorable con este g¨¦nero, pero s¨ª tengo claro que las dos horas y media de 2012 me han aburrido m¨¢s de lo normal, que esa catarata de im¨¢genes presuntamente vibrantes y m¨²sica atronadora, esos personajes m¨¢s que previsibles y esas convenciones de trapo, esa catedral de los efectos digitales y del ruido inane, lo ¨²nico que me provocan es consultar el reloj cada 15 minutos y pensar en mis cosas. Ning¨²n miedo ante esta representaci¨®n del fin del mundo, ning¨²n anhelo por entrar en el arca de No¨¦, ning¨²n sobresalto visual ni an¨ªmico ante la tragedia anunciada. Es todo de mentira, sin alma, fuegos artificiales de lujo. Adem¨¢s, ya no hay presupuesto para las estrellas, para los que poseen ese don hipn¨®tico que te obliga a no desviar la mirada de sus rostros aunque hagan y digan tonter¨ªas. Y acabo saturado de cascotes volando, de conductas heroicas, de la fraternidad universal imponi¨¦ndose a los mezquinos ricos, de ni?os y perros en peligro de extinci¨®n, del m¨¢s dif¨ªcil todav¨ªa, de este circo tan opulento como tedioso.
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