Afganist¨¢n no es Noruega
Pero, ?qu¨¦ esperaban los llamados expertos occidentales de las elecciones afganas? ?Una votaci¨®n a la noruega en un pa¨ªs que lleva 35 a?os inmerso en una guerra civil y que en esas tres d¨¦cadas ha sufrido el derrocamiento de la monarqu¨ªa por un golpe de Estado republicano, derribado a su vez por otro golpe prorruso seguido de 10 a?os de invasi¨®n sovi¨¦tica, un r¨¦gimen feudal talib¨¢n y ocho a?os de sangrienta confrontaci¨®n entre las fuerzas de la Alianza Atl¨¢ntica y los partidarios de restablecer la dictadura fundamentalista isl¨¢mica que hizo regresar al pa¨ªs a la Edad Media? En Afganist¨¢n hubo un fraude may¨²sculo en las elecciones del 20 de agosto. S¨®lo vot¨® aproximadamente el 40% de la poblaci¨®n. El Gobierno de Hamid Karzai constituye un monumento a la corrupci¨®n y a la ineficacia. De acuerdo. Pero todo eso lo sab¨ªan de antemano la ONU, organizadora de las elecciones y cuya ineficacia como garante de la pureza de los comicios ha quedado patente, y los Gobiernos de los 42 pa¨ªses, entre ellos Espa?a, que mantienen tropas en la ISAF, la fuerza de la OTAN en Afganist¨¢n. Y, a pesar de todo, decidieron seguir adelante con la votaci¨®n.
En el fondo, la cancelaci¨®n de la segunda vuelta ha sido una bendici¨®n
Creo que sobra hipocres¨ªa a la hora de juzgar el resultado de los comicios afganos. Porque, en plena ofensiva talib¨¢n, especialmente en el sur y este past¨²n, y cuando decenas de colegios electorales han saltado por los aires y centenares de afganos han sido mutilados por los seguidores del mul¨¢ Omar por atreverse a depositar su voto, me parece realmente milagroso que un 40% de los afganos se haya arriesgado a ejercer su derecho democr¨¢tico. Un porcentaje, por cierto, que supera en algunos puntos la participaci¨®n registrada en algunos pa¨ªses europeos en las ¨²ltimas elecciones al Parlamento de Estrasburgo. En cuanto a los votos obtenidos por Karzai, el c¨®mputo final los reduce a menos del 50%, por lo que se hac¨ªa necesaria la celebraci¨®n de una segunda vuelta, prevista para ma?ana y finalmente cancelada ante la sorpresiva retirada del ¨²nico adversario de Karzai, el ex ministro de Asuntos Exteriores Abdul¨¢ Abdul¨¢. Son datos finales certificados por la organizaci¨®n internacional, que se podr¨¢n creer o no. Pero, desde luego, son menos escandalosos que los obtenidos en otras votaciones de pa¨ªses del Tercer Mundo donde algunos de sus l¨ªderes son reelegidos d¨¦cada tras d¨¦cada con m¨¢s del 90% de los sufragios emitidos con el resignado benepl¨¢cito de las potencias occidentales. Quiz¨¢s porque la mayor¨ªa de ellos nada en petr¨®leo y Afganist¨¢n carece de ¨¦l.
El d¨ªa de la proclamaci¨®n de Karzai como presidente electo por abandono de Abdul¨¢, un portavoz de la comisi¨®n electoral afgana reconoc¨ªa la precariedad de la situaci¨®n, pero afirmaba algo a mi juicio digno de tenerse en cuenta. Nuestra elecci¨®n no ha sido perfecta, vino a decir, pero recuerden c¨®mo fueron en sus respectivos pa¨ªses sus primeras elecciones democr¨¢ticas. Y record¨¦ el caciquismo espa?ol del XIX y la figura del tres veces ministro de la Gobernaci¨®n con C¨¢novas, el antequerano Francisco Romero Robledo, capaz de garantizar al primer ministro conservador el resultado electoral que desease. Y, ya en el siglo pasado, la milagrosa aparici¨®n de miles de papeletas favorables al candidato dem¨®crata en el condado de Chicago, feudo del todopoderoso alcalde Richard Daley, padre del actual mun¨ªcipe, que dieron la victoria a John F. Kennedy sobre Richard Nixon por s¨®lo 118.000 votos.
En el fondo, y aunque nadie quiera reconocerlo p¨²blicamente, la cancelaci¨®n de la segunda vuelta ha sido una bendici¨®n para todos. Sobre todo, porque de haberse celebrado, el vencedor hubiera sido el mismo: Hamid Karzai. Se entiende la entusiasta felicitaci¨®n al presidente afgano por el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, que se ahorra la supervisi¨®n de una segunda vuelta (la primera cost¨® 225 millones de d¨®lares), y de los principales l¨ªderes occidentales, con Barack Obama a la cabeza, cuyas fuerzas han quedado liberadas de la engorrosa misi¨®n de proteger los colegios electorales ante la ineficacia de las fuerzas afganas para garantizar la seguridad en el territorio.
Y dicho todo esto, la pelota est¨¢ ahora en el tejado de Karzai. Es su segunda y ¨²ltima oportunidad para restablecer un m¨ªnimo de legitimidad, no s¨®lo ante Occidente, sino ante su pueblo. Todos, incluso ¨¦l mismo, saben lo que tiene que hacer. Tiene hasta las elecciones parlamentarias de primavera para demostrar si tiene agallas para hacerlo. Entretanto, ser¨ªa bueno para todos que Obama se decidiera de una vez a anunciar su estrategia futura para Afganist¨¢n.
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