Rickie Lee Jones, la chica salvaje
La dama ha recorrido 30 a?os de trayecto discogr¨¢fico. Y conoce los riesgos de prestarse a mirar atr¨¢s. Lo hizo en 1996 para el documental de Ethan A. Russell Naked songs: The life and times of Rickie Lee Jones. Y sali¨® escaldada: "Vet¨¦ su estreno. En el montaje final no aparec¨ªa ninguna de las an¨¦cdotas divertidas que le hab¨ªa contado. S¨®lo era una sucesi¨®n de dramas. He vivido un mont¨®n de episodios descorazonadores, pero a su vez muchos maravillosos. ?Debut¨¦ en el Carnegie Hall, por Dios, y eso ni se mencionaba!", brama desde el otro lado del tel¨¦fono la cantante y compositora estadounidense. Firme pero sin acritud.
La misma Rickie Lee Jones (Chicago, 1954), todo personalidad, que se estren¨® ante el gran p¨²blico en el templo neoyorquino, nos habla tres d¨¦cadas despu¨¦s desde Delaware, en plena gira de presentaci¨®n de Balm in Gilead, su nuevo disco. En sus comienzos revolucion¨® la figura del cantautor al llevarla a los terrenos del jazz. Y, pura bohemia beatnik, aseguraba "vivir en el lado jazz de la vida". Algo que ¨²ltimamente le vuelve a suceder: "Mi existencia no est¨¢ muy planificada, tampoco la forma en la que act¨²o y escribo. Reflejo de eso es que haya compuesto cada uno de mis tres ¨¢lbumes recientes de manera tan distinta".
"Cada vez me dirijo m¨¢s a mi familia. Veo que cuando cumpla los 80 ya s¨®lo escribir¨¦ canciones para mis hermanos"
"Antes pod¨ªas escuchar de todo en el mismo dial, por eso mi generaci¨®n sali¨® m¨¢s sofisticada musicalmente"
"S¨ª, considero que soy muy influyente, lo que me sorprende es que otra gente se d¨¦ cuenta"
Rickie Lee Jones puede presumir de surtido en el siglo XXI: una llamada a la revuelta contra George Bush (The evening of my best day, 2003), tras varios a?os de bloqueo creativo; un trabajo crudo y espiritual, parido con t¨¦cnicas de improvisaci¨®n (The sermon on Exposition Boulevard, 2007), y el presente Balm in Gilead, colecci¨®n de canciones ideadas poco antes y de otras que llevaban fragu¨¢ndose incluso desde finales de los ochenta. "Intento escribir todo el tiempo, no quiero que me atrape de nuevo aquel vac¨ªo, aquella sensaci¨®n de no ser capaz de hacerlo". De ah¨ª que la pretensi¨®n inicial para Balm in Gilead, regrabar viejos temas, quedara enseguida descartada.
La autora describe su nueva criatura: "Canciones accesibles, que no por sencillas dejan de ser bellas, a diferencia de mis discos previos, m¨¢s exigentes para el o¨ªdo. Y quiz¨¢ el tipo de m¨²sica con el que la audiencia generalista me asocia". Poco amiga de comparaciones entre m¨²sicos u obras art¨ªsticas, identifica el disco con su infancia y las emisoras de los sesenta. "Pod¨ªas escuchar de todo en el mismo dial: The Beatles, Bob Dylan, Andy Williams, BJ Thomas..., por eso mi generaci¨®n sali¨® m¨¢s sofisticada musicalmente". El ¨¢lbum es un radiante caleidoscopio de estilos pasados por el tamiz transgresor de Rickie Lee Jones, del rhythm & blues o el soul al bluegrass. El sabor vaquero impregna el tercer corte, Remember me, gracias al viol¨ªn de Alison Krauss. "?Una cantante de jazz como yo haciendo bluegrass! En realidad, siempre me ha gustado. Y hay otros casos: el jazzman Charlie Haden se inici¨® en un grupo de country", sentencia la Jones entre risas.
La peque?a incursi¨®n en plan cowgirl proviene tambi¨¦n de las ra¨ªces musicales de David Kalish, coproductor del disco y compinche de Rickie Lee Jones en varios de sus trabajos. Lo que ya no tuvo cabida en el ¨¢lbum en cambio fue un rap concebido por la estadounidense y mostrado hace no mucho en vivo. "Se llama Rehab, no encajaba". Tampoco habr¨ªa sorprendido la decisi¨®n contraria en alguien cuya gama de antiguos colaboradores incluye lo mismo la seda jazz-pop de Walter Becker (Steely Dan) que la ira punk de Mike Watt (Minutemen, The Stooges). O que se ha hecho ¨ªntima desde hace un par de a?os del brit¨¢nico David Tibet, el cerebro de los experimentales y tenebrosos Current 93.
Las charlas con Tibet llevaron al t¨ªtulo de Balm in Gilead, despu¨¦s de hacerle escuchar el disco y su poder bals¨¢mico. "Lo tom¨¦ de una obra de teatro de Lanford Wilson que en su d¨ªa dirigi¨® John Malkovich y que se llama exactamente as¨ª". Aunque el origen de la expresi¨®n radica en la Biblia: "Un rey se preguntaba por un b¨¢lsamo para los suyos en esa regi¨®n; y pens¨¦ que, fuera de contexto, ser¨ªa algo que yo podr¨ªa pedir para mi gente".
?Y a qui¨¦n se refiere cuando mienta a su gente? "Pese a que las puede disfrutar cualquiera, ¨¦stas son canciones para mis contempor¨¢neos, personas que comparten mi viaje, con cosas clave en com¨²n: The Beatles, la generaci¨®n del amor, ver crecer a los hijos, la p¨¦rdida de los padres...".
Jones rinde tributo a sus progenitores en el ¨¢lbum. "?l me inculc¨® la m¨²sica; ella, la fuerza y la tenacidad sin las que ahora no estar¨ªa aqu¨ª". La nana The moon is made of gold lleva la firma del padre, guitarrista amateur e hijo de un c¨¦lebre comediante y bailar¨ªn del vodevil Peg Leg Jones. Ella ya la hab¨ªa registrado con otro arreglo para el exquisito disco colectivo Duets, que vertebr¨® Rob Wasserman en 1988. "Esta versi¨®n respeta la que grabaron mi padre y mi t¨ªo a mediados de los cincuenta en un miniestudio de una estaci¨®n de autobuses: apenas guitarra y voz, al modo de bandas de enorme solera entonces como The Mills Brothers".
La madre de Rickie sent¨ªa predilecci¨®n por Wild girl, el corte inicial y objeto de tarareo casero por parte de la compositora durante 20 a?os. Una vez concluida, es ahora una canci¨®n dedicada a la ¨²nica hija de la cantante, Charlotte. La ni?a, ya veintea?era, naci¨® de su fugaz matrimonio con el m¨²sico franc¨¦s Pascal Nabet-Meyer, y figura como destino anterior de otras gemas del cancionero materno. "Cada vez me dirijo m¨¢s a mi familia. Veo que cuando cumpla los 80 ya s¨®lo escribir¨¦ para mis hermanos".
La verdadera chica salvaje de Wild girl viene a ser la propia Rickie Lee Jones, adolescente fugada de casa varias veces antes de cumplir los 15, con el FBI tras sus pasos. Todo fruto del trauma familiar por un accidente de moto sufrido por su hermano y la posterior separaci¨®n de los padres, que la llev¨® a incrementar su devenir por varias ciudades de residencia: Chicago, Phoenix, Olympia... En consonancia con tal ajetreo, sobresale un consejo en los versos de Wild girl: "Vive para contar el cuento". Rickie Lee Jones posee una certeza sobre los hijos: "No absorben de ti lo que t¨² querr¨ªas, sino lo que a ellos les da la gana".
Hay un par de cortes en Balm in Gilead en los que la ruptura amorosa recibe un masaje de ¨¢nimo: musical en Old enough (cameo de Ben Harper incluido) y l¨ªrico en Bonfires. En la segunda, con el dolor a¨²n supurando, se aborda un adi¨®s lleno de afecto: "Cuando te rompen el coraz¨®n, el instinto te pide reaccionar defensivamente. Hacer justo lo contrario no s¨¦ si supone un signo de madurez, pero s¨ª es una forma de proteger tu coraz¨®n, de proteger el amor que sentiste, no importa c¨®mo lo trataran".
La cantautora ha estado unida varios a?os al fot¨®grafo y escritor Lee Cantelon, autor en 1997 de The words. El libro ofrece una aproximaci¨®n laica a las palabras de Cristo y sirvi¨® de inspiraci¨®n para The sermon on Exposition Boulevard, la obra previa de Jones. Sin embargo, en la historia siempre ha quedado el noviazgo de ¨¦sta con Tom Waits: dos talentos torrenciales, vagabundos nocturnos, enamorados en Los ?ngeles en el crep¨²sculo de los setenta. Ella, tocada con su boina francesa; ¨¦l, con su pork pie hat. Juntos, paradigma de lo cool.
El romance coincidi¨® con el ¨¦xito sensacional de su primer largo en 1979, Rickie Lee Jones (Waits ya hab¨ªa publicado tres, m¨¢s inadvertidos), y se trunc¨® ese mismo a?o. Su final marc¨® parte del espl¨¦ndido segundo trabajo de Rickie Lee Jones, Pirates (1981). Y la llev¨® a declinar la oferta de Francis Ford Coppola para participar junto a Waits en su filme Corazonada. "Tiene gracia, porque art¨ªsticamente no me arrepiento en absoluto. Ni me gustaba el gui¨®n ni me gusta la pel¨ªcula. Pero s¨¦ que en lo personal, si la hubiera hecho, mi vida habr¨ªa sido muy diferente", reflexiona con una risotada. Y prosigue: "Rechazar el trabajo y negarme a verle aquel mes de diciembre propiciaron que Tom conociera a su mujer (la escritora Kathleen Brennan). Fue en el propio rodaje, ella trabajaba para Coppola. Desde hace tiempo, siempre me planteo por qu¨¦ a m¨ª me preguntan por ¨¦l y no al rev¨¦s. En el inicio de mi carrera yo hablaba mucho de mi novio. Luego, con los a?os, Tom y su mujer dejaron claro que no se les pod¨ªa preguntar por m¨ª. Y cuando ¨¦l se hizo mucho m¨¢s famoso que yo, empez¨® a controlarlo todo muy bien: decide qui¨¦n hablar¨¢ con ellos y qu¨¦ van a decir. Es una magn¨ªfica manera de ser, pero no es como yo soy. Aunque imagino que para ella no resultar¨ªa nada agradable escuchar durante a?os la misma pregunta...".
El nuevo disco tambi¨¦n recoge el perfil social de Rickie Lee Jones: The gospel of Carlos, Norman and Smith alude a los atletas del black power que levantaron sus pu?os enguantados en los Juegos de 1968 y nunca m¨¢s pudieron competir. "Buscaba una peque?a redenci¨®n para ellos. Y para Norman, el australiano blanco, su compa?ero de podio. La gente no sabe que llevaba un pin antirracista en la chaqueta del ch¨¢ndal". Obama irrumpe en la conversaci¨®n: "A m¨ª me da igual que sea blanco o negro, pero comprendo lo que su piel puede simbolizar. Y merece una oportunidad para convertir esto en un lugar mejor. Pero te digo algo: creo que le asesinar¨¢n antes de dejarle reformar la sanidad. As¨ª que s¨®lo espero que sobreviva a su mandato. He perdido la fe en el proceso democr¨¢tico de mi pa¨ªs: mucha gente parece tolerar mejor a un dictador como Bush".
Otra canci¨®n, His jeweled floor, despierta comparaciones con The sermon on Exposition Boulevard. "Como ese disco, est¨¢ inspirada en un libro. En su caso, uno del poeta suf¨ª Rumi, un m¨ªstico persa del siglo XIII. Para m¨ª, Jes¨²s es ante todo un poeta. Por otro lado, no me gusta emplear la palabra espiritualidad, me parece una disculpa: 'No creo en Dios, sino en lo espiritual', dicen algunos. Yo creo en lo que creo y no me dan miedo las palabras, aunque la gente les adhiera significados negativos. Muchos identifican Dios con curas, iglesia y confesi¨®n. Yo tengo mi propio imaginario y pienso en la fuerza del cosmos. Hay que desafiar lo que nos ense?an. Si alguien asume que porque nombro a Jes¨²s soy cat¨®lica, ser¨¢ su problema".
La voz ¨²nica de Rickie Lee Jones, en ocasiones aguda y ani?ada, otras bastante m¨¢s oscura, y su falta de prejuicios para transgredir g¨¦neros le permiten una enorme influencia en otros artistas. Ella a menudo se sorprende y llega a organizar encuestas en su blog del tipo: "?Qui¨¦n te parece un artista influyente?". "Me dio por ah¨ª porque mi nombre hab¨ªa salido a colaci¨®n para el Sal¨®n de la Fama. S¨ª, considero que soy muy influyente, lo que me sorprende es que otra gente se d¨¦ cuenta", puntualiza, a la par que se monda.
Esa sorna callejera contrasta con su perenne miedo esc¨¦nico. "Antes de pisar las tablas siempre veo mi voz como un don y una responsabilidad. Sol¨ªa tomar un trago para calmar la excitaci¨®n, pero hace dos a?os que dej¨¦ de hacerlo. Como no bebo normalmente desde tiempo inmemorial, me convert¨ªa en otra persona. Ahora quiero sentir la experiencia de estar ah¨ª, sin que haya divisi¨®n entre mi vida y mis actuaciones".
?Y cu¨¢l es el est¨ªmulo para Rickie Lee Jones, una vez llegados al trig¨¦simo aniversario de su primer lanzamiento? Seguro que no se trata de acumular m¨¢s premios Grammy (tiene dos) ni candidaturas al mismo (lleva ocho). "Me atrae ser comprendida, que a la gente le gusten mis discos y siga acudiendo a mis conciertos despu¨¦s de tantos a?os. ?Qu¨¦ otra cosa ser¨ªa m¨¢s maravillosa que eso? Bueno, me podr¨ªan elegir presidente, pero s¨®lo soy cantautora".
Rickie Lee Jones actuar¨¢ el pr¨®ximo lunes, d¨ªa 16, en C¨¢diz; el martes 17 en Madrid, el mi¨¦rcoles 18 en Bilbao, el viernes 20 en Cartagena y el s¨¢bado 21 en Barcelona. Balm in Gilead est¨¢ editado por Universal.
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