Flores para los Clutter
Hace 50 a?os que Holcomb fue testigo del crimen que inspir¨® al escritor Truman Capote para su obra maestra, 'A sangre fr¨ªa'. El pueblo, enclavado en el coraz¨®n de EE UU, mantiene intacto el recuerdo de esa noche de 1959, en que cuatro disparos acabaron con seis vidas
A Robert Rupp le tiembla un poco la voz cuando habla de Nancy Clutter. "Era una chica muy especial... muy bonita, ?sabe?", recuerda. Fueron novios cuando ¨¦l ten¨ªa 17 a?os, y ella, 16. "Est¨¢bamos juntos todo el tiempo", relata por tel¨¦fono desde su hogar en Holcomb, Kansas (Estados Unidos). Hoy tiene 68 a?os, y a¨²n transmite la ilusi¨®n juvenil que le uni¨® a ella. La que rompieron dos convictos en libertad condicional la noche de noviembre de 1959 en que cuatro disparos acabaron con seis vidas. Perry Smith y Richard Hickock la mataron a ella, a sus padres, Herbert y Bonnie, y a su hermano menor, Kenyon. Robert fue el ¨²ltimo que los vio con vida. Los asesinatos inspiraron a Truman Capote para escribir su obra maestra, A sangre fr¨ªa. Pero Robert -Bobby para Capote- no ha le¨ªdo el libro. No le interesa, comenta. "Pasaron a?os en que s¨®lo pensaba en ellos, todo el tiempo, todos los d¨ªas", recuerda. Sus cad¨¢veres fueron hallados la ma?ana del 15 de noviembre de 1959. Hoy hace 50 a?os. Tambi¨¦n era un domingo.
"Nancy Clutter era una chica muy especial", recuerda Robert Rupp, entonces novio de una de las v¨ªctimas
En el pueblo se miraba con recelo al exc¨¦ntrico escritor y con menos simpat¨ªa a¨²n su investigaci¨®n
"Esas cosas no pasaban aqu¨ª. Nunca ha ocurrido algo similar, ni antes ni despu¨¦s", comenta una de las vecinas
Unos 700 kil¨®metros separan la tumba donde est¨¢ enterrada la familia Clutter de las de sus asesinos
Desde su publicaci¨®n en 1965, A sangre fr¨ªa se convirti¨® en un ¨¦xito. La novela ha sido traducida a decenas de idiomas y es considerada como una pionera en el g¨¦nero de no ficci¨®n. El escenario de la tragedia descrita por Capote no pod¨ªa ser m¨¢s emblem¨¢tico del american way of life. Los campos dorados de Kansas son uno de sus estereotipos, y no es exagerado decir que es "el coraz¨®n de Estados Unidos", como dice su lema. El hogar de Dorothy, la hero¨ªna de El mago de Oz, se enclava justo en el centro del pa¨ªs norteamericano. Unos 2.600 kil¨®metros le separan tanto del oc¨¦ano Atl¨¢ntico como del Pac¨ªfico.
Hasta 1959, Holcomb era un pueblo an¨®nimo. Pese a la posterior fama derivada de la novela de Capote, los cr¨ªmenes apenas se asomaron en los titulares en su momento. El relato ocup¨® una anodina columna en la p¨¢gina 39 de The New York Times del d¨ªa siguiente. "Asesinados un granjero adinerado y tres miembros de su familia", reza el titular. "Fueron muertos a tiros de escopeta". "Las l¨ªneas de tel¨¦fono estaban cortadas". "Los cuerpos fueron hallados por dos amigas de la hija". 283 palabras que describen, escuetas, la tragedia que cambi¨® al pueblo para siempre.
"Esas cosas no pasaban aqu¨ª, no en Holcomb", recuerda Dolores Hope, que trabajaba en el peri¨®dico de la comunidad, The Garden City Telegram, en el momento de los asesinatos. "Nunca ha ocurrido algo similar, ni antes ni despu¨¦s", comenta por tel¨¦fono. "Herbert era un l¨ªder en nuestra comunidad, su muerte y la de su familia causaron una herida muy profunda". El presidente Dwight Eisenhower hab¨ªa nombrado al jefe de la familia Clutter miembro del Fondo Federal de Cr¨¦ditos Agr¨ªcolas (Federal Farm Credit Board), aunque nunca vivi¨® en Washington. "Era un se?or respetable... era una muy buena familia", comenta Dolores. Ella y su esposo, Clifford, fueron anfitriones de varias cenas con Capote y su compa?era de viaje, Harper Lee, durante la investigaci¨®n de lo que inicialmente era una serie de reportajes para la revista New Yorker. "Eran amigos de la infancia y formaban una pareja rara... muy rara, pero muy simp¨¢tica", relata. Los Hope, seg¨²n cuenta Dolores, guardan un recuerdo entra?able de Capote: "Era un excelente conversador, muy gracioso". Eso s¨ª, Hope destaca que fue Harper Lee la que ayud¨® a romper el hielo. Dos intelectuales neoyorquinos no eran precisamente los invitados habituales de las familias conservadoras de la rural Kansas. Dolores se deshace en elogios para Lee. "Es encantadora, se hizo amiga de todas las esposas del pueblo". Lee y Capote fueron invitados a la cena de Navidad del matrimonio Hope. Y algo de aquella amistad ha subsistido hasta el d¨ªa de hoy. Dolores afirma que a¨²n mantiene contacto con la autora de Matar a un ruise?or.
Aun as¨ª, en Holcomb se miraba con recelo al exc¨¦ntrico escritor y con todav¨ªa menos simpat¨ªa a su investigaci¨®n. "Algunas personas estaban en contra de que escribiera sobre los cr¨ªmenes, les parec¨ªa que faltaba al respeto de los muertos", comenta. Tampoco ayud¨® el hecho de que el relato se concentrara en los asesinos y no en la familia Clutter. "Muchos en Holcomb pensaron que se hab¨ªa aprovechado de su dolor", explica. Capote, seg¨²n un art¨ªculo de The New York Times fechado en 1965, cobr¨® unos dos millones de d¨®lares por la publicaci¨®n.
La tragedia dej¨® un profundo rastro de dolor en el peque?o pueblo. Tan honda era la herida que durante d¨¦cadas no existi¨® un solo recuerdo dedicado a la familia, pese a que manten¨ªa una notable participaci¨®n en su comunidad y en actividades ben¨¦ficas. No hace ni dos meses que fue inaugurada una placa en su memoria en el parque del pueblo. La idea vino de Robert; su esposa, Colleen, y otros amigos de la familia. "No tiene nada que ver con el libro", subraya Rupp. Las dos hermanas supervivientes, Beverly y Eveanna, ahora rozan los 70 a?os y evitan a los medios de comunicaci¨®n. Se sabe muy poco de ellas. Eveanna, que ya estaba casada en el momento de los asesinatos, vive en Illinois. Beverly, entonces una estudiante en la Universidad de Kansas, se cas¨® con Vere English apenas unas semanas despu¨¦s del funeral de su familia y actualmente vive en Newton, a unos 340 kil¨®metros de Holcomb. "Ellas piensan que Capote no hizo justicia a su familia", explica Jerry Roth, miembro del comit¨¦ que organiz¨® el homenaje a la familia Clutter y amigo de Nancy y Kenyon. "Ojal¨¢ nunca lo hubiera escrito", declar¨® a Associated Press la nuera de uno de los hermanos de Herbert Clutter, Shirley, uno de los contados miembros de la familia que ha accedido a conversar con la prensa.
Incluso algunos no entienden el inter¨¦s mundial por los cr¨ªmenes y la novela. "Es s¨®lo un libro sobre un asesinato en un pueblo peque?o", recuerda el abogado Duane West, el fiscal del juicio contra los dos asesinos, que termin¨® por condenarles a muerte. El hotel Wheat Land, en la cercana localidad de Garden City (a 10 kil¨®metros de Holcomb), apenas dedica una menci¨®n a que fue ah¨ª donde Capote se hosped¨® durante su investigaci¨®n. Un editorial publicado en The Garden City Telegram en 1960, al inicio del proceso contra Smith y Hickock, alega: "Desde el asesinato de la familia Clutter han ocurrido muchos cr¨ªmenes similares en todo el pa¨ªs. Este juicio no es m¨¢s que uno de tantos que la gente lee y se olvida". Muchos en Holcomb a¨²n comparten esa idea. Llama m¨¢s la atenci¨®n recibir una llamada tan lejana que el relato de las muertes en s¨ª. "Ah... sobre los Clutter... a la gente no le gusta hablar mucho del tema", explica Robin, una secretaria de la oficina del Ayuntamiento. El alcalde, Greg Cox, a?ade que "hay muchas personas que conoc¨ªan a los Clutter personalmente. Para ellos no es una novela, es una tragedia que marc¨® sus vidas". La peque?a biblioteca de Holcomb guarda ocho copias de A sangre fr¨ªa, pero son pocos los que en el pueblo han le¨ªdo el libro. Durante muchos a?os, la novela era se?alada como la culpable de que no cerraran las heridas y la causa de la no siempre bienvenida visita de turistas, explica Cox. No obstante, hay quienes defienden el trabajo del autor. "Un escritor decide qu¨¦ es lo que necesita su relato", comenta Clifford Hope, esposo de Dolores y abogado de la familia asesinada. "Creo que ¨¦l [Capote] hizo un retrato justo de los Clutter". Su esposa coincide: "Es un libro estupendo". Aun as¨ª, Capote no es un personaje popular en el pueblo. El autor nunca se libr¨® de las acusaciones de que simpatizaba con los asesinos y que incluso mantuvo una relaci¨®n personal con uno de ellos, Perry Smith.
El diario Wichita Eagle realiz¨® un sondeo en todo el Estado para medir el impacto de los cr¨ªmenes. "Fue un momento crucial para la gente de Kansas. Fue a partir de ah¨ª cuando se comenz¨® a echar la cerradura y a sospechar de cualquier extra?o", describe la periodista Beccy Tanner. Holcomb no es el mismo pueblo que Capote conoci¨®, a?ade su alcalde. Apenas sumaba unos 260 habitantes en 1960 y ahora roza los 2.000. Adem¨¢s, Kansas es considerado uno de los Estados con mayor diversidad ¨¦tnica. Una cuarta parte de su poblaci¨®n es de origen latinoamericano. Y el escenario del crimen, la finca de los Clutter, es el hogar de Leonard y Donna Malder. Los Malder compraron la propiedad en 1990 para contar con un sitio grande en el que recibir a sus seis hijos y sus cerca de 20 nietos.
Pero el recuerdo de esa noche aciaga no se apaga. Los protagonistas de la historia descansan entre el paisaje rural que Capote describi¨® con tanta meticulosidad y que hac¨ªa parecer tan extra?o que un crimen tan horrendo hubiese ocurrido ah¨ª. Los Clutter fueron enterrados en el cementerio Valley View, en Garden City. Robert Rupp cuenta que acude cada a?o para llevar un ramo de flores. "Lo har¨¦ hasta que muera", relata. Su tono es dulce cuando recuerda a Nancy y su familia, y reh¨²sa dedicar una sola palabra a los asesinos. "Nunca quise tener nada que ver con eso", afirma. Unos 700 kil¨®metros separan la tumba de los Clutter de las de sus verdugos. Despu¨¦s de morir ejecutados en la horca en abril de 1965, Perry Smith y Richard Hickock fueron enterrados en el cementerio Mount Muncie, en Lansing (Kansas). Las autoridades penitenciarias afirman que entre 10 y 15 personas visitan sus tumbas cada d¨ªa. Y que tambi¨¦n ha habido d¨ªas en que alguien les ha llevado alguna flor.
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