La secta de los Jesulinos
La secta de los Jesulinos se compone de un Gran Maestre, Jesul¨ªn de Ubrique, un matador de toros que tropieza con las palabras igual que Jerry Lewis con los muebles y explota esa simpat¨ªa viscosa de los ni?os que saben que hacen gracia con sus salidas de tono; la esposa del Gran Maestre, Mar¨ªa Jos¨¦ Campanario, que lustra la imagen del sant¨®n con sonrisa fija de cremallera; familiares y amigos, siempre a la gre?a por el parn¨¦, que visitan las cadenas televisivas para dejarse zaherir (a cambio de dinero, claro) por mari?os, pati?as y dem¨¢s hozadores en vidas ajenas; una heresiarca, Bel¨¦n Esteban, ex del Gran Maestre, que vive como una reina (de bastos) mordiendo el calca?ar del torero en cualquier plat¨® que resista sus gritos de humillada y ofendida; y miles de seguidores de Jesul¨ªn que se sofocan con su presencia y se desmayan con su voz.
Como rayo en cielo sereno, la secta de los Jesulinos invadi¨® el horario de una cadena de televisi¨®n y abri¨® las compuertas de su sabidur¨ªa en dos programas densos e inacabables. Para preparar la vuelta del maestro a los ruedos, el orbe todo penetr¨® en el sancta sanctorum de la secta, la finca Ambiciones, por fuera una suerte de latifundio con azulejos y por dentro algo muy parecido a los ranchos tejanos de los dos Bush.
Apareci¨® una habitaci¨®n tapizada con cabezas de animales, muy a lo Norman Bates, con una r¨¦plica de la columna vertebral de Jesul¨ªn da?ada en un accidente, que quiz¨¢ permanezca iluminada por las noches; surgieron los escapularios que protegen al maestro (?deliciosa superstici¨®n!); se supo que Jesul¨ªn no usa ropa interior (aqu¨ª, vah¨ªdos en el respetable) y hubo citas p¨ªcaras a la chorboagenda, poblada con miles de conquistas del Gran Maestre. En fin, varias horas de televisi¨®n con alto contenido pedag¨®gico.
No est¨¢ probado que Jesul¨ªn sea un gran torero, aunque no tenga precio como jefe de la secta, tan destructiva como la Moon o la cienciolog¨ªa. Los puristas, esos se?ores de cordob¨¦s en la nuca, palillo entre los dientes y est¨®mago a prueba de descuartizamiento animal, discrepan. Tampoco le sobra sandunga. Para gracioso, C¨²chares. Se le pregunt¨® qu¨¦ le parec¨ªa Par¨ªs, ciudad que acababa de visitar. "Mu aburr¨ªo -explic¨®-. To el santo d¨ªa olivarej p'arriba, olivarej p'abajo". Eso es un torero.
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