"No hab¨ªa tanta desconfianza en la ficci¨®n desde Cervantes"
"El pobre infeliz viene leyendo", exclama la madre de Hamlet al verlo pasear con un libro en la mano, primera estrategia del pr¨ªncipe para fingir su locura. Recuerda con iron¨ªa el comentario Juan Gabriel V¨¢squez (Bogot¨¢, 1973) en uno de los 17 ensayos de su El arte de la distorsi¨®n (Alfaguara), brillante, sugerente reflexi¨®n sobre el hecho de escribir y la literatura en estos tiempos, sin duda malos para aquellas obras que aspiran a sacudir o conmover al lector m¨¢s all¨¢ de entretenerle. Y en apenas cuatro a?os, V¨¢squez ha dado muestras de aquel tipo de libros: desde Los informantes (2004) a Historia secreta de Costaguana (2007), dos t¨ªtulos que le han colocado entre las mejores voces de la narrativa castellana contempor¨¢nea. Por eso sabe perfectamente en qu¨¦ bando est¨¢: "La ¨¦poca de la novela como instrumento para entender el mundo est¨¢ muriendo y los escritores de este tipo de obras no parecen estar muy presentes en la vida oficial".
"Nuestra ¨¦poca quiere respuestas en blanco y negro: es la guerra a los matices"
Los autores que se difuminan a lo Zelig de Woody Allen son tales como Rushdie, Coetzee, Roth, Vargas Llosa, Naipul... citados con generosidad y admiraci¨®n en los ensayos de V¨¢squez, escritores que "ofrecen mecanismos para indagar el mundo, no para su comprensi¨®n literal". Y quiz¨¢ ah¨ª est¨¢ el problema: "En el temperamento predominante, la gente quiere respuestas, no m¨¢s preguntas; desea poco pensamiento profundo y eso explica auges tan dispares como el de los libros de autoayuda o el de las dictaduras en Latinoam¨¦rica. Se quieren respuestas en blanco y negro, no matices; nuestra ¨¦poca ha declarado la guerra a los matices".
La elegante contundencia de V¨¢squez forma parte de su idiosincrasia, como traslucen sus textos, donde asegura sin cortarse que Marlow, y no Kurt, es el verdadero protagonista de El coraz¨®n de las tinieblas; que La mala hora es la peor obra de Garc¨ªa M¨¢rquez; que Nostromo es la mejor novela sobre Sudam¨¦rica... "Ya me han insultado por Internet por esas cosas... Estos textos son ensayos literarios, no acad¨¦micos; adem¨¢s, reivindico el ensayo caprichoso, ultrasubjetivo, gratuito, no obligado a probar una tesis... ?sa era la grandeza de Montaigne. Es curioso: es un tiempo en el que se quieren certezas, pero nadie se arriesga a decirlas o a proponer algunas que no sean las cl¨¢sicas".
Si bien, parafraseando a Vargas Llosa, admite que la gente a¨²n lee porque "queremos vivir otra vida que no es la que nos toc¨® en suerte", ha detectado, desde mediados de los a?os noventa, el descenso de lectores de ficci¨®n: "Como nunca desde la ¨¦poca de Cervantes se hab¨ªa visto tanta desconfianza en la ficci¨®n gratuita. Los seres humanos son hoy m¨¢s conscientes de que lo que uno vive es una construcci¨®n medi¨¢tica. Es una sociedad m¨¢s resabiada mientras, paralelamente, el mercado invade el espacio de ficciones con malos productos. Ante ello, vidas que no existen, que se ha inventado un tipo encerrado en su cuarto, ?qu¨¦ valor tienen al lado de quienes est¨¢n contando el supuesto hecho real? Eso explica el auge de las novelas o los filmes basados en historias reales".
Le gusta a V¨¢squez explorar cualquier recoveco literario, como demuestran sus ensayos, donde aflora el autor de Cien a?os de soledad -"Con ¨¦l me di cuenta de que quer¨ªa ser escritor"- o su admirad¨ªsimo Conrad -"Con ¨¦l me doy cuenta de que quiero seguir escribiendo, porque sigue habiendo rincones oscuros en la mente humana"-, pero admite que no es usual poder abordar esos temas con sus iguales: "Una de las grandes sorpresas de ser escritor es que mis colegas no reflexionan sobre el oficio; hay un completo desd¨¦n. Soy de la opini¨®n de Baudelaire: que cada d¨ªa es m¨¢s dif¨ªcil ser artista sin ser cr¨ªtico". Bellow, que le permite hablar de "la conspiraci¨®n de eso que llamamos sociedad del espect¨¢culo como principal distracci¨®n de un escritor", o Nabokov, que le da las tres componentes -profesor, narrador y hechicero- que ha de tener todo escritor, son personajes ¨¢lgidos de unos textos que le llevar¨¢n al final a valorar la labor de cr¨ªtico literario que ¨¦l mismo ejerce.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.