Diplosaurios
Mis amigos diplom¨¢ticos se r¨ªen cuando les digo que la ¨²nica raz¨®n por la que la Uni¨®n Europea mantiene la unanimidad en materia de pol¨ªtica exterior es que son ellos los que negocian los tratados. Retorciendo la frase de Martin Niem?ller mil veces err¨®neamente atribuida a Bertolt Brecht: "Primero vinieron a por los ministros de Agricultura, pero no me import¨® porque yo no lo era; luego fueron a por los ministros de Industria, pero a m¨ª tampoco me import¨®; a continuaci¨®n les toc¨® a los gobernadores de los bancos centrales" y as¨ª sucesivamente. ?Les llegar¨¢ el turno alg¨²n d¨ªa a los ministros de Exteriores de someterse a la tiran¨ªa de la mayor¨ªa?
Todav¨ªa no. Hacer las reglas del juego tiene algunas ventajas y ellos son expertos en la materia, as¨ª que, mientras los ministros de Agricultura, Industria, Comercio y Hacienda son criaturas temerosas de Dios, siempre pendientes de una votaci¨®n en Bruselas, una manifestaci¨®n masiva en casa o un titular sensacionalista en un peri¨®dico gratuito, los ministros de Exteriores pueden pasear por el mundo con la cabeza bien alta. As¨ª, el ministro de Exteriores chipriota puede darse el lujo de bloquear las negociaciones de adhesi¨®n con Turqu¨ªa el tiempo que le parezca conveniente; su colega holand¨¦s congelar las relaciones con Serbia hasta que se cumplan todas y cada una de sus condiciones; el hom¨®nimo lituano paralizar las negociaciones de un acuerdo con Rusia el tiempo que le d¨¦ la gana; Espa?a ir por libre en los Balcanes, y as¨ª sucesivamente. Nadie mejor que uno mismo para velar por sus propios intereses.
Si el Tratado de Lisboa funciona, habr¨¢ una profunda transformaci¨®n de la diplomacia en la UE
Cierto que la pol¨ªtica exterior y la soberan¨ªa nacional est¨¢n ¨ªntimamente relacionadas. ?Pero m¨¢s que el comercio o la moneda? Dif¨ªcil de creer, viviendo como vivimos en un mundo globalizado con una econom¨ªa que funciona de forma integrada. As¨ª que el Gobierno no puede emitir moneda, variar los tipos de inter¨¦s o regular los bancos a su antojo, como tampoco puede subir los aranceles a los zapatos chinos para proteger el mercado nacional o librarse de los tomates marroqu¨ªes. Y sin embargo, s¨ª que puede tener una pol¨ªtica exterior propia. ?Para qu¨¦, si carece de todos los instrumentos (moneda, comercio, ayuda) que le dan contenido?
Hace unos d¨ªas, al tiempo que estampaba su firma en el texto, el recalcitrante presidente checo, V¨¢clav Klaus, se lamentaba sobre la p¨¦rdida de soberan¨ªa que significaba para su pa¨ªs el Tratado de Lisboa. ?Soberan¨ªa? ?Nadie le ha dicho a Klaus que el PIB de su pa¨ªs es s¨®lo la mitad de los ingresos de la compa?¨ªa petrolera ExxonMobil? La soberan¨ªa est¨¢ sobrevalorada, y si no que se lo pregunten a los piratas somal¨ªes.
Estos d¨ªas Europa anda agitada eligiendo al que ser¨¢ su nuevo ministro de Exteriores. En realidad no se le llamar¨¢ as¨ª para no irritar algunas soberan¨ªas nacionales, siempre sensibles a la simbolog¨ªa estatal, sino "Alto Representante de la Uni¨®n para la Pol¨ªtica Exterior y de Seguridad". Pero como ARUPES no parece un nombre que lleve impl¨ªcita una gran autoridad, es mejor dejarlo en alto representante a secas.
El nuevo alto representante ser¨¢ una especie de Javier Solana, pero con caracter¨ªsticas mejoradas. Javier Solana 2.0 tendr¨¢ todo lo que ¨¦ste siempre dese¨®: un servicio de acci¨®n exterior propio con una impresionante red de delegaciones por todo el mundo, un presupuesto que merezca tal nombre y, muy especialmente, la capacidad de coordinar las competencias de la Comisi¨®n Europea en pol¨ªtica exterior en su calidad de vicepresidente de la Comisi¨®n.
Se trata de un trabajo herc¨²leo y cuesta pensar que una sola persona lo pueda desempe?ar. Pero para que ese puesto tenga ¨¦xito es fundamental la colaboraci¨®n de los ministros de Asuntos Exteriores nacionales. Sin su concurso activo nada ser¨¢ posible. ?Intentar¨¢n aislarlo y neutralizarlo? ?O se comprometer¨¢n a fondo con su ¨¦xito? Lo crucial no es tanto si la Comisi¨®n Europea y el Consejo pueden actuar coordinadamente, sino si las capitales nacionales y Bruselas ser¨¢n capaces de funcionar integradamente. El euro funciona porque los bancos centrales est¨¢n integrados en el sistema y son leales a ¨¦l. Por la misma raz¨®n, mientras que los ministerios de Exteriores no se vean como partes de un engranaje europeo, Europa seguir¨¢ careciendo de una verdadera pol¨ªtica exterior.
Si el experimento previsto en el Tratado de Lisboa funciona, asistiremos a una profund¨ªsima transformaci¨®n de los modos de pensamiento y pr¨¢cticas diplom¨¢ticas en la UE. Hasta ahora ese proceso, aunque exitoso, ha sido parcial. Javier Solana 1.0 logr¨® grandes ¨¦xitos con modestos instrumentos. Ahora, su sucesor tendr¨¢ el mejor software del mundo: ?le dejar¨¢n sus colegas usarlo? ?O preferir¨¢n seguir viviendo como especies protegidas bajo un letrero en el que ponga soberan¨ªa?
jitorreblanca@ecfr.eu
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