M¨¢s all¨¢ del cine
El cine es un sector de enorme importancia para la cultura espa?ola, pero no agota ¨¦sta. Es cierto que a la vista de la gesti¨®n de la ministra Gonz¨¢lez-Sinde y de las iniciativas desarrolladas por ella, bien podr¨ªa afirmarse que lo ¨²nico que le interesa es el cine. En este sentido, resulta sorprendente ver c¨®mo en unos presupuestos que sufren un recorte de m¨¢s de un 10%, el ¨²nico sector cultural que sale bien parado es el cine.
Este agravio comparativo no se entiende bien y requiere una respuesta que trascienda el hecho de que ?ngeles Gonz¨¢lez-Sinde proceda profesionalmente de este sector. ?Por qu¨¦ se prioriza el cine de este modo? ?Por qu¨¦ un sector que no acaba de funcionar todo lo bien que ser¨ªa deseable es tan singularmente beneficiado? ?Por qu¨¦ no se apuesta por un modelo de ayudas a trav¨¦s de desgravaciones fiscales o el impulso de las asociaciones de inter¨¦s econ¨®mico? ?Qu¨¦ hace que se cuide al cine en un momento de austeridad y se haga soportar a otros ese esfuerzo? ?Acaso son menos importantes el resto de las Bellas Artes, la conservaci¨®n del patrimonio o las grandes instituciones culturales del Estado, esto es, el Museo del Prado, el Reina Sof¨ªa o la Biblioteca Nacional?
La cultura debe tener un papel primordial en un modelo de crecimiento competitivo
En el fondo, los presupuestos de cultura que ofrece el ministerio reflejan que la cultura es una especie de icono de cart¨®n piedra que, de cuando en cuando, el Gobierno socialista decide sacar en procesi¨®n para sumar voluntades y apoyos partidistas.
El ministro saliente, C¨¦sar Antonio Molina, ten¨ªa una pol¨ªtica cultural ambiciosa que estaba al servicio de una estrategia de pa¨ªs con la que el Partido Popular ten¨ªa importantes coincidencias. Su error fue que no supo comprender que no era eso lo que se le ped¨ªa desde La Moncloa. De hecho, su dimisi¨®n y el nombramiento de Gonz¨¢lez-Sinde confirman que para el presidente Zapatero lo prioritario no es sentar las bases de una pol¨ªtica cultural de Estado, sino seguir fidelizando las adhesiones de algunos que persisten en arrogarse la representaci¨®n del conjunto del mundo de la cultura. Que en el siglo XXI sigan proyect¨¢ndose esquemas de an¨¢lisis de la cultura que son herederos de mentalidades ideol¨®gicas del periodo de entreguerras resulta sorprendente. No s¨®lo por la inactualidad del relato que le sirve de apoyo, sino por la enorme ineficiencia e irrealidad de la interpretaci¨®n de lo que representa hoy en d¨ªa la cultura.
Y es que, como dice Giuseppe Patella, "la cultura ha pasado de ser cada vez m¨¢s materia de contienda y objeto de oposici¨®n" para convertirse en un "campo de fuerzas profundamente estrat¨¦gico donde se libra la batalla global, donde se confrontan, encuentran y resit¨²an intereses,valores y significados"; de hecho, la cultura es hoy "la gran arena en que se entretejen la acci¨®n individual y la colectiva, y en que se juega cada vez m¨¢s, el destino de las mujeres y los hombres de nuestro tiempo".
Por eso, es lamentable ver c¨®mo pasa el tiempo y Espa?a sigue desaprovechando la oportunidad para hacer de la cultura una aut¨¦ntica pol¨ªtica de Estado. Una pol¨ªtica que refunde sus bases, que repiense e imagine las posibilidades que le brinda el bloque cultural que contiene la Constituci¨®n y que no se ci?e al reparto competencial previsto en los art¨ªculos 148 y 149, sino que va m¨¢s all¨¢, pues la cultura es un deber que el Estado asume con el conjunto de la ciudadan¨ªa de acuerdo con el art¨ªculo 9.2 y que debido a las dimensiones econ¨®micas y empresariales que reviste de forma creciente, se inserta tambi¨¦n en el marco de la planificaci¨®n general de la actividad econ¨®mica que compete al Gobierno de Espa?a en virtud del art¨ªculo 149.1.13 de nuestra Carta Magna.
De ah¨ª que urja impulsar un proceso de reformulaci¨®n institucional de la cultura que saque pleno provecho a las ingentes posibilidades que ofrece la cultura espa?ola. Quien piense que la cultura de nuestro pa¨ªs es una especie de confederaci¨®n de culturas territoriales, fragmentadas y localistas denota una pobreza de an¨¢lisis y de rigor intelectual que bien merecer¨ªa un retorno cautelar a las aulas de ense?anza elemental.
La crisis nos obliga a repensar el papel de la cultura espa?ola y el debate de presupuestos pod¨ªa haber sido el escenario propicio para ello. Sin embargo, no se ha aprovechado la oportunidad. A la ministra no le interesaba el tema y no ha dado la batalla pol¨ªtica que ten¨ªa que haber librado en el Gobierno para lograr una apuesta mucho m¨¢s ambiciosa por la cultura. Lo triste es que su partido siga atrapado por las prioridades tactistas de querer mantener un statu quo cultural que es cada vez m¨¢s ineficiente. Sobre todo si deseamos que la cultura tenga un papel primordial en el desarrollo de un modelo de crecimiento competitivo, ya que no cabe duda de que en este campo Espa?a es capaz de ofrecer un producto excepcional, capaz de situar a nuestro pa¨ªs a la cabeza no s¨®lo de Europa, sino del resto del mundo. En este sentido, tenemos que ser capaces -socialistas y populares b¨¢sicamente- de llegar a un acuerdo de Estado que permita rentabilizar todo el provecho que ofrece a nuestro pa¨ªs ser titular de una cultura con una dimensi¨®n internacional que, gracias a ese extraordinario soft power que es el castellano, trasciende nuestras fronteras. Es la hora de apostar por ello y ahormar, como insiste Jos¨¦ Luis Garc¨ªa Delgado, una estrategia que concatene la lengua, la cultura y la econom¨ªa, ya que de este modo atenderemos la "exigencia de contribuir a la defensa y promoci¨®n de este recurso estrat¨¦gico de primer orden que es el espa?ol, cuyo uso se extiende por los cinco continentes".
El Grupo Popular ha querido con sus enmiendas forzar este debate y volver¨¢ a insistir en ello consciente de que la inmensa mayor¨ªa de los espa?oles quiere un liderazgo institucional transformador en materia cultural. Espa?a necesita una pol¨ªtica cultural del siglo XXI. Una pol¨ªtica que sea neutral en t¨¦rminos ideol¨®gicos. Que saque a la cultura de la confrontaci¨®n actual y que localice sus esfuerzos institucionales en impulsar la vitalidad expansiva y plural de una cultura espa?ola que no admite ya seguir siendo tutelada o auspiciada por modelos de mecenazgo p¨²blicos que, como denuncia Fumaroli, acaban convirtiendo a un partido cultural en el Ministerio de Cultura. La cultura ha soportado demasiada ideolog¨ªa y demasiada disgregaci¨®n de competencias. Es la hora de un liderazgo cultural que despliegue una gesti¨®n emprendedora que coordine y fomente toda nuestra energ¨ªa y potencialidad creadora. En fin, es el momento de una pol¨ªtica de Estado para nuestra cultura.
Jos¨¦ Mar¨ªa Lassalle es secretario nacional de Cultura del PP y diputado por Cantabria.
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