Todos los males, el mal
Si ante una serie de cr¨ªmenes en cadena con ensa?amiento nos preguntamos por qu¨¦ alguien es capaz de cometerlos, tambi¨¦n cabe preguntarse por qu¨¦ el escritor Dennis Cooper y la directora Gis¨¨le Vienne se han empe?ado en recrearlos esc¨¦nicamente en primera persona y con todo lujo de detalles. Jerk es el cuarto espect¨¢culo que montan en colaboraci¨®n, todos con el inquietante actor Jonathan Capdevielle. I Apologize, el primero, era una sinfon¨ªa m¨®rbida para actores y maniqu¨ªes de tama?o natural, mezclados en fascinante confusi¨®n. En el imaginario de Vienne, la materia viva y la inerte est¨¢n en tr¨¢nsito permanente.
El int¨¦rprete de Jerk se nos presenta con una bolsa de viaje, de donde saca sus t¨ªteres. Mientras su ayudante reparte tantas copias id¨¦nticas de un fanzine como espectadores hay en la sala, Capdevielle, t¨ªmido, asegura ser David Brooks, uno de los dos adolescentes que ayudaron a Dean Coril a torturar, violar y matar a una veintena larga de chavales en Tejas en los a?os setenta.
JERK
Autor: Dennis Cooper. Traducci¨®n: Javier Calvo. Direcci¨®n: Gis¨¨le Vienne. Madrid. Teatro Pradillo. Hasta el 20 de noviembre.
Hace mucho que no se ve¨ªa a tanto p¨²blico descolocado
Lo dice con carita de no haber roto nunca un plato, y con una media sonrisa encantadora a?ade que nos va a contar su carrera de asesino: "En sus manos tienen dos escenas autobiogr¨¢ficas. Lean la primera, por favor". Antes de que acabemos de hacerlo, nos interrumpe: "Han pasado cuatro d¨ªas desde ese encuentro. A Buddy le han machacado la nuca. Ya dej¨® de quejarse y de moverse". Y con los mu?equitos que sac¨® de su bolsa, empieza a representar minuciosa la continuaci¨®n de la tortura.
Desde Pulcinnella a hoy, pasando por el Punch & Judy Show, el teatro de t¨ªteres no ha ahorrado crueldades a su audiencia. Pero tanto en los de cachiporra cl¨¢sicos como en el Ricardo III representado con pedazos de carne, cuchillos e instrumental de cocina por Le Th¨¦?tre des Chemins de Ferre, o en la violaci¨®n perpetrada por la mano de Nico Baixas sobre un tomate indefenso hay descarga de energ¨ªa y alivio del auditorio: la crueldad est¨¢ rebajada con humor y el espect¨¢culo es cat¨¢rtico. Jerk no: no hay sangre de pollo, ni salsa de tomate que hagan del escenario un grand guignol.
Cuando acaba esa escena de violencia apurada hasta el ¨¢pice, el actor nos invita a leer su continuaci¨®n en el fanzine, para volver a interrumpirnos: "Se acab¨® el tiempo". Si tienen entradas para Jerk, abandonen la lectura de esta cr¨ªtica, porque voy a destriparles la sorpresa. Capdevielle aguarda a que dos actores abandonen la sala, supongo que estomagados, y retoma la escena, ahora sin t¨ªteres, haciendo las voces de todos los personajes sin mover los labios: Wayne, David, Brad, el polic¨ªa, Johnny Mitchel, los borgborismos del cuchillo entrando y saliendo del cuerpo de la v¨ªctima, el timbre del tel¨¦fono, la sinton¨ªa de llamada en espera... Todo suena dentro de ¨¦l: parece un poseso tranquilo, una herm¨¦tica caja de Pandora humana.
El impacto de esta segunda parte no ser¨ªa el mismo si la primera no fuera tan descerebrada: actor y directora nos enga?aron. Con todo, el espect¨¢culo doli¨®. Al acabar, Capdevielle se retira y el p¨²blico resta durante 40 segundos en silencio. Ante algo as¨ª, se hace dif¨ªcil aplaudir, por bueno que el actor sea. Mejor ser¨ªa emitir se?ales de humo. Hace muchos a?os que no ve¨ªa a la salida a tanto p¨²blico descolocado.
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