Sideral y el largo adi¨®s
La muerte suele llegar siempre en mal momento. Pero si te llamas Aleix Verg¨¦s —alias Sideral—, tienes 32 a?os, eres m¨²sico y dj, y al d¨ªa siguiente deb¨ªas partir hacia el Pa¨ªs Vasco para grabar ese disco de pop que llevas dos a?os preparando, la muerte es esa broma mala que no tienes opci¨®n de repetir para ver si alguien se r¨ªe a la segunda. A Verg¨¦s le sobrevino en forma de parada cardiorrespiratoria el 19 de mayo de 2006. "Cuando me enter¨¦ de lo sucedido, estaba metiendo en el coche la guitarra Grestch White Falcon que hab¨ªamos ido a comprar juntos d¨ªas atr¨¢s. Aleix me hab¨ªa dicho que era vital para el proyecto", recuerda Carles Baena, con quien Verg¨¦s hab¨ªa creado el sello Hit Kune Do, un homenaje a la afici¨®n que compart¨ªan por Bruce Lee y las artes marciales. "Nos conocimos durante el proceso de creaci¨®n de sus discos de sesiones. Nos acercamos mucho y fundamos el sello para dar salida, principalmente, a sus proyectos. ?l estaba ya algo cansado de pinchar y quer¨ªa volver a hacer pop. Tras su incineraci¨®n, yo no pod¨ªa dejar de pensar en esas canciones. No pod¨ªa dejar que aquello quedase ah¨ª".
"Quer¨ªa trascender lo 'indie'. Era 'fan' de Juanes. Le parec¨ªa pop masivo de calidad"
Poco despu¨¦s empez¨® a trabajar en Leire, el nombre de la mejor amiga de Verg¨¦s, que bautiza este proyecto discogr¨¢fico plagado de letras c¨¢ndidas sobre colegas, dedicatorias y gui?os a pistas de baile giratorias, como la del primer Nitsa barcelon¨¦s, club donde muchos descubrieron la electr¨®nica. Canciones siderales era un ¨¢lbum de pop que deb¨ªa construirse a partir de una guitarra y una voz no siempre afinada. M¨¢s que un productor, se necesitaba a McGyver. "Un trabajo de chinos. Empezamos con Xabi Strubell, un gran m¨²sico con quien ¨¦l se llevaba muy bien. Subimos con los hermanos de Aleix a un estudio en Calella, hasta que vimos que aquello se estancaba y se nos escapaba de las manos. Entre la carga emocional y las dificultades t¨¦cnicas para convertir unas pistas grabadas en un estudio de doblaje en un elep¨¦, llamamos a Fernando Vacas [el productor de Russian Red] para que, sobre todo, trabajara las voces. Han sido m¨¢s de dos a?os", recuerda Baena. En el largo tambi¨¦n aparecen Florent y Jota (de Los Planetas), Roger Strubell o I?igo Telletxea. "Toda la gente con la que he hablado me ha dicho que esto que quer¨ªan hacer con el disco era imposible, que estaban locos", recuerda Albert Margel¨ª, quien fuera bater¨ªa de Peanut Pie, primera banda de Verg¨¦s, e ¨ªntimo amigo durante aquellos lejanos noventa, cuando la ciudadan¨ªa a¨²n se re¨ªa de quienes vest¨ªan raro y siempre acababas la noche en el mismo local con la misma gente —no los conoc¨ªas, pero admirabas sus camisetas—. Margel¨ª, quien en la actualidad trabaja en una empresa de servicios musicales, toca en dos temas del disco. "Acept¨¦ ser parte del proyecto sin pensar mucho. Lo he hecho por el recuerdo de aquel amigo con tanto talento y tanto encanto, a quien no le gustaba demasiado salir de gira y que, de golpe, se hizo estrella y las cosas empezaron a complicarse. Si debo recordar, me quedo con los inicios, cuando ten¨ªamos muchas ganas y muy poca pr¨¢ctica".
Casi todo el mundo recuerda lo que estaba haciendo durante el 11-S o cuando muri¨® Kurt Cobain. Un ejercicio de nostalgia macabra que ha sustituido en cenas las viejas an¨¦cdotas de la mili. A otro nivel, claro, todo el mundo que vivi¨® aquella Barcelona de los noventa recuerda qu¨¦ estaba haciendo cuando alg¨²n amigo de un amigo que conoc¨ªa a Aleix le llam¨® para contarle la tragedia. "En los ¨²ltimos tiempos nos hab¨ªamos distanciado bastante", recuerda Albert Margel¨ª, coloc¨¢ndose a distancia de seguridad emocional. "?l entr¨® en mi banda y pronto la hizo suya. Era m¨¢s joven que yo, de otra generaci¨®n, pero compart¨ªamos la pasi¨®n por la m¨²sica. Era como una esponja, cambiaba constantemente de idea: no s¨¦ si a¨²n pensar¨ªa que los temas deb¨ªan sonar como entonces deseaba". Para Baena, la autenticidad del proyecto, su alma, se encuentra en las ganas de la familia de Aleix de que todo esto no se perdiera, y cuya hoja de ruta la dibuj¨® el m¨²sico en una libreta llena de letras y gu¨ªas est¨¦ticas y sonoras. "Quer¨ªa trascender los circuitos indies, era bastante fan de Juanes, quien le parec¨ªa un ejemplo de pop masivo de calidad". El tema que abre el disco, Las canciones tienen nombre, con su sorprendente homenaje a El ?ltimo de la Fila, puede de alg¨²n modo confirmar esto, am¨¦n de sugerir el fin del esnobismo en aquella generaci¨®n de los noventa que creci¨® m¨¢s concentrada en ser diferente que en ser algo.
Con sus sesiones en Monegros, en The Kitchen (Dubl¨ªn) o en Nitsa, y con Peanut Pie y sus CD mixes de electr¨®nica y pop, Aleix fue especialmente relevante por ser uno de los pocos talentos en una escena de diletantes que pr¨¢cticamente no ha dejado legado alguno. Una ¨¦poca en la que todo estaba por hacer y casi nada se hizo. Baena dice que este disco se ha hecho s¨®lo para honrar el legado de un artista, y Margel¨ª trata de detectar a qui¨¦n podr¨ªa ir destinado. Por naturaleza, por coyuntura o por lo que sea, puede que este ¨¢lbum tenga una repercusi¨®n comercial nula, pero a quienes vivieron aquella ¨¦poca tal vez les d¨¦ cierto consuelo. A quienes no estuvieron all¨ª, les ofrece, sin duda, la mejor postal posible. A veces, decir adi¨®s cuesta todo esto. n
Canciones siderales, de Leire, lo distribuye Pias.
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