El ¨²ltimo tab¨² ingl¨¦s
"No es autobiogr¨¢fica, aunque s¨ª es real", se apresura a explicar Daniel Davies (Sutton-Coldfield, Reino Unido, 1973). Y es que en Inglaterra —donde su obra La isla de los perros ha sido comparada con American psycho, de Bret Easton Ellis, y el peri¨®dico The Guardian se ha referido a ella como la mejor novela brit¨¢nica del a?o— todo el mundo quiere saber si lo que se cuenta en sus p¨¢ginas tiene alg¨²n parecido con la realidad (y con la del autor, para m¨¢s se?as). El uso de la primera persona en la narraci¨®n no ayuda a despejar el enigma morboso. "El libro despierta reacciones extremas: la gran celebraci¨®n o el mutismo. No es mi vida, aunque hay paralelismos entre el narrador y yo: el trabajo en una revista de moda, la desilusi¨®n con ese mundo, la vuelta al hogar y el rechazo del tipo de vida pija que lleva, bien pagada y lujosa", confiesa sonriente.
"El 'cancaneo' podr¨ªa ser una reacci¨®n al ambiente ingl¨¦s de vigilancia opresiva"
El protagonista de La isla de los perros, Jeremy Shepherd, sufre una revelaci¨®n ontol¨®gica (al ritmo del Daydream Nation, de Sonic Youth) y decide dar un vuelco a su existencia. Abandona su puesto de editor en una prestigiosa publicaci¨®n masculina de tendencias en Londres, vuelve al hogar familiar en una provincia de la Inglaterra profunda, obtiene un aburrido trabajo de funcionario e invierte todas sus energ¨ªas en una sinfon¨ªa multitudinaria de fornicaci¨®n p¨²blica a lo largo y ancho de una variedad inacabable de lugares (aparcamientos de centros comerciales, partes traseras de hospitales, f¨¢bricas o pistas de tenis en desuso) y posturas (sobre el cap¨®, misionero, en el asiento trasero) cuyo entramado se conoce como "el circuito". "Es un t¨¦rmino inventado", apunta Davies, "tiene muchos nombres, pero el hecho es que existe". Cuando se le pregunta c¨®mo logr¨® una documentaci¨®n tan detallada, apunta a Internet: "Es incre¨ªble la cantidad de informaci¨®n que hay. Y el fen¨®meno crece ayudado por la Red. Tecleas dogging [sexo heterosexual entre desconocidos en lugares p¨²blicos; cancaneo, en argot espa?ol] y salen miles de p¨¢ginas con toda la informaci¨®n. Los c¨®digos que se mencionan en el libro son reales: la forma de comunicarse con las luces de los coches, ventanillas... Son una forma de regularizar una actividad en la que es dif¨ªcil, de antemano, comunicarse. Es muy sencillo explorar este mundo sin participar en ¨¦l".
Si bajo los c¨¦spedes de la Am¨¦rica suburbana de Blue velvet, David Lynch encontr¨® orejas, pesadillas freudianas y psic¨®patas inhaladores, Davies bucea en la campi?a brit¨¢nica y descubre un submundo habitado por ex estrellas del pop viciosas, refugiados ¨¢rabes inform¨¢ticos, parejas extraabiertas, ninf¨®manas de ojos grises, facher¨ªo y un sinf¨ªn de impulsos ocultos en e-mails y SMS que se entrelazan en una red de deseo, pasi¨®n y exploraciones f¨ªsicas (con c¨¢maras de v¨ªdeo y chantajes incluidos) donde el afecto tiene poca cabida.
"Es un fen¨®meno que dice mucho de la cultura inglesa. Si quieres escribir acerca de tu pa¨ªs, es muy dif¨ªcil encontrar una forma nueva de hacerlo. Mi estancia en el extranjero me permiti¨® limpiar mi mirada. Viv¨ªa en San Sebasti¨¢n trabajando de profesor de ingl¨¦s y le¨ª un art¨ªculo en el sitio web de la BBC en el que detallaban c¨®mo Stan Collymore, un afamado futbolista del Liverpool, hab¨ªa sido descubierto practicando el cancaneo. El fen¨®meno se hizo p¨²blico. Esta actividad secreta era un mecanismo perfecto para explorar la Inglaterra moderna. Es un acto tremendamente ingl¨¦s: oculto y discreto. Dice mucho de la verg¨¹enza sexual de los habitantes de mi pa¨ªs. El amor al c¨®digo es algo muy central en el car¨¢cter patrio. Como la hipocres¨ªa o el puritanismo". Achaca su auge a "una reacci¨®n contra las c¨¢maras de seguridad, entre otras cosas. Inglaterra tiene la densidad de c¨¢maras de seguridad m¨¢s alta del mundo por habitante. Crean un ambiente de vigilancia, de espionaje opresivo. En Londres puedes pasar 24 horas paseando por la ciudad y cada segundo hay una grabaci¨®n de tu movimiento. Existe el deseo de evitar las c¨¢maras, pero tambi¨¦n de voyeurismo. Una paradoja extra?a: mirar y ser mirado. Junto a la exploraci¨®n del coche como objeto sexual". Davies sugiere que esta pr¨¢ctica ha podido ser un trasvase del cruising, el equivalente del dogging en el mundo gay, "de gente que participaba de ambos mundos, movidos por la envidia de la libertad y facilidad con la que ocurr¨ªa en el universo homosexual".
Influido por el pesimismo, tono y perspectiva de Houellebecq y el minimalismo del lenguaje de Coetzee, dotado de un envidiable distanciamiento y una irreverente p¨¢tina de mala baba, el libro se convierte en una novela metamorfoseada en f¨¢bula con un mensaje alejado de la controversia sexual: "Trata del vac¨ªo de la vida en un pa¨ªs obsesionado con la fama, del rechazo consciente de Jeremy contra todo eso. Del deseo de una vida m¨¢s simple como reacci¨®n al capitalismo y a la ambici¨®n profesional, en un momento en que ¨¦sta ya no tiene tanta importancia como antes".
No exenta de pol¨¦mica, la novela le trajo alg¨²n problema con su novia, cuyos padres son cat¨®licos. Cuando su suegro le pidi¨® el libro para leerlo en su club de lectura de la iglesia, tuvo que declinar amablemente la invitaci¨®n. Y dice que en su trabajo, a¨²n hoy, despu¨¦s de leerla, algunos le miran raro. A saber por qu¨¦.
La isla de los perros est¨¢ editada en Anagrama.
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