Dimitidos, pero no fusionados
Si los valencianos levant¨¢ramos en alguna ocasi¨®n los ojos de nuestro ombligo, descubrir¨ªamos que no somos tan ¨²nicos ni tan singulares, a pesar de la cargante propaganda que emite la Generalitat y sus voceros. Desde finales de junio, asistimos al espect¨¢culo que nos ofrece el Consell a cuenta de la fusi¨®n de las cajas de ahorro de la Comunidad Valenciana. Cierto es que en punto a hacer el rid¨ªculo nuestro gobierno es dif¨ªcilmente superable, pero el debate sobre la conveniencia o no de fusionar a Bancaja con la CAM es id¨¦ntico a la mayor¨ªa de los que se vienen produciendo en Espa?a sobre la misma cuesti¨®n. Si alguien se tomara la molestia de comprobar lo que ocurre en Galicia, comprobar¨ªa que la confrontaci¨®n entre Vigo (Caixanova) y A Coru?a (Caixa Galicia) se parece como una gota de agua a otra a lo que ocurre entre Alicante (CAM) y Valencia (Bancaja).
Mientras en Galicia se busca el consenso, en la Comunidad Valenciana se apuesta por el disenso
Los argumentos que utilizan los vigueses para oponerse a la fusi¨®n con Caixa Galicia, con su alcalde Abel Caballero, ex ministro de Agricultura con Felipe Gonz¨¢lez, al frente, m¨¢s la C¨¢mara de Comercio y la patronal de la provincia de Pontevedra est¨¢n calcados de los que esgrimen Jos¨¦ Joaqu¨ªn Ripoll, la C¨¢mara alicantina y la patronal Coepa cuando se oponen a la uni¨®n con Bancaja. Desconozco si Galicia tiene los problemas de vertebraci¨®n de la Comunidad Valenciana y si Vigo tiene tantas tentaciones cantonalistas como desde Valencia se achacan a Alicante. Pero si en dos zonas tan alejadas geogr¨¢ficamente se mantienen las mismas posturas, es seguro que los motivos de fondo no tienen nada que ver con razones identitarias y s¨ª mucho con intereses concretos de segmentos sociales muy concretos.
Si la confrontaci¨®n entre Vigo y A Coru?a es similar a la que se da entre Alicante y Valencia, no se puede decir lo mismo de la manera de afrontar los problemas por parte de los gobiernos auton¨®micos. En Galicia, su presidente Alberto Nu?ez Feij¨®o propuso el pasado jueves un pacto con partidos pol¨ªticos, sindicatos y patronal para acercar posiciones y buscar apoyos para la fusi¨®n entre las dos entidades financieras gallegas. Feij¨®o se ha marcado un plazo de diez d¨ªas para hacer posible ese gran pacto social y pol¨ªtico; pero no parece que lo vaya a tener f¨¢cil. Caixanova, con el apoyo de los pol¨ªticos y empresarios de Vigo, no est¨¢ por la labor.
Pero la diferencia entre Feij¨®o y los dos Camps (Francisco y Gerardo) es notable. Mientras en Galicia se busca el consenso para afrontar una tarea de las que justificar¨ªan una legislatura, en la Comunidad Valenciana se apuesta por el disenso y la confrontaci¨®n con posturas irresponsables, fr¨ªvolas, err¨¢ticas e imprudentes. Al anuncio en junio de este a?o por parte del Consell de la conveniencia de un pacto entre Bancaja y la CAM; contest¨® el l¨ªder de los socialistas valencianos, Jorge Alarte, con la oferta de una negociaci¨®n sobre el mapa financiero auton¨®mico. Oferta que fue recibida con ol¨ªmpico desprecio. G¨¹rtel lo ensucia todo, pero sobre todo nubla las mentes de los responsables del gobierno valenciano, incapaces de pensar con claridad. Sus problemas personales son de tal magnitud que han perdido el rumbo hace tiempo. Van a la deriva. S¨®lo as¨ª se explica las constantes contradicciones en que caen sobre el futuro de las cajas de la Comunidad Valenciana. Incapaces de mantener el tim¨®n fijo, los Camps (nuestros particulares Hern¨¢ndez y Fern¨¢ndez) tienen todas las papeletas para convertirse en verdugos y enterradores de las cajas de ahorro, por utilizar la expresi¨®n de Xavier Vidal-Folch.
Lo m¨¢s grave de todo este asunto es que Gerardo Camps, el mismo d¨ªa en que meti¨® la pata hasta el corvej¨®n anunciando que la CAM iba a entrar en p¨¦rdidas en 2010, hizo un an¨¢lisis l¨²cido de la situaci¨®n. Una situaci¨®n bipolar, con dos grandes cajas nucleadas alrededor de Caja Madrid y la Caixa en la que la Comunidad Valenciana saldr¨ªa perdiendo. De ah¨ª la conveniencia de reforzar el eje Bancaja-CAM para que en el futuro las cajas de ahorro se asentaran sobre tres puntos, no sobre dos. Pero la lucidez desaparece cuando tropieza con la frivolidad. Y al vicepresidente econ¨®mico eso le ocurre con demasiada frecuencia.
En el funeral de las cajas no estar¨¢n solos los Camps. Jorge Alarte ha optado por un silencio t¨¢ctico. Su postura a favor de la fusi¨®n es tan reservada que no se le oye. Si alguien tiene que incinerarse en la pira alicantina que sea el PP de Francisco Camps, debe pensar. Y qui¨¦n deber¨ªa ocupar un puesto destacado es la secretaria general de los socialistas de Alicante. Ana Barcel¨®, para defender a la CAM, no ha tenido m¨¢s ocurrencia que confrontarla con Bancaja. Una cosa es defender los intereses de la provincia y otra que la boina localista la deje cegata.
Y con los pol¨ªticos, ilustres patronales como la Cierval, que prefiere creer a un vicepresidente mentiroso, antes que fijar una posici¨®n. O el presidente de la C¨¢mara de Comercio de Alicante, Jos¨¦ Enrique Garrig¨®s. Tan discreto, tan callado, tan mudo. En la C¨¢mara alicantina han pasado de la exuberancia verbal de Antonio Fern¨¢ndez Valenzuela al silente Garrig¨®s. Qu¨¦ cosas.
Las cajas de ahorro concentran el mayor riesgo hipotecario del sistema financiero espa?ol y los pr¨®ximos a?os van a ser muy duros. Nada volver¨¢ a ser igual que antes de la crisis. Lo saben en Bancaja y lo saben en la CAM. La primera, ahora mismo, permanece aparentemente inm¨®vil porque cree que con sus recursos podr¨¢ resistir los embates del temporal; pero la segunda, digan lo que digan sus directivos, no para de moverse: Caja Murcia, fusiones virtuales con Caja Madrid y Caixa Galicia. Los contactos son permanentes. Con los hechos demuestra que es partidaria de una fusi¨®n, pero no con Bancaja.
La metedura de pata de Gerardo Camps del pasado mi¨¦rcoles es motivo m¨¢s que sobrado para que hubiera presentado su dimisi¨®n inmediata. No lo hizo y opt¨® por la mentira. No vale la pena exigir que se marche. De hecho la mayor¨ªa del Consell dimiti¨® de sus responsabilidades hace tiempo. Pero en eso tambi¨¦n sintoniza muy bien con la sociedad valenciana, cuyos ciudadanos llevan a?os dimitidos, anestesiados con el pan y el circo. Veremos qu¨¦ pasa ahora que no hay ni una cosa ni la otra.
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