Los caballos de Canetti
Una de las mayores inc¨®gnitas pol¨ªticas es d¨®nde desembocar¨¢ esta sensaci¨®n cada vez m¨¢s generalizada de estar llegando al l¨ªmite. Al l¨ªmite de un debate p¨²blico bronco y banalizado, al l¨ªmite de unas pol¨¦micas entre partidos en las que la realidad es s¨®lo un remot¨ªsimo referente, al l¨ªmite de los casos de corrupci¨®n, al l¨ªmite, incluso, de las columnas que, como ¨¦sta, declaran que se est¨¢ llegando al l¨ªmite.
Cuando, al hacer balance de lo que ha dado de s¨ª la pol¨ªtica espa?ola durante una semana, se alcanza la desenga?ada conclusi¨®n de que no hay mucho que decir, lo mejor ser¨ªa guardar silencio. Pero, como se?ala El¨ªas Canetti en una frase que suele repetir Miguel ?ngel Aguilar, la voracidad del espect¨¢culo acaba convirti¨¦ndonos en caballos que se alimentan de su propio galope. Y entonces hay que escoger uno de dos caminos, o reincidir en asuntos sobre los que ya se ha dicho todo, desde lo m¨¢s inteligente a lo m¨¢s necio, o chapotear en los nuevos se?uelos con los que unos tratan de ocultar que gobiernan de aquella manera y otros que tienen la casa sin barrer y que, por descontado, no est¨¢n ni remotamente dispuestos a barrerla.
Flaubert confes¨® que, con Madame Bovary, se propuso escribir una gran novela sobre los asuntos banales de una ad¨²ltera de provincias. Es exactamente lo contrario de lo que en Espa?a sucede ahora: los asuntos capitales sirven de materia para el gui¨®n mediocre de una previsible gresca de patio de vecinos.
Con el agravante de que, encima, no se puede pasar de largo y dejar que se las compongan como puedan. Entre otras razones, porque son conocidas las consecuencias de abandonar el espacio que nos corresponde como ciudadanos, haciendo lo que jam¨¢s se deber¨ªa hacer: abjurar de la pol¨ªtica y los pol¨ªticos, desentenderse de las instituciones democr¨¢ticas.
Aunque es probable que ya nos hayamos olvidado, ¨¦ste fue un pa¨ªs que crey¨® vehementemente algunas cosas. Crey¨® que su suerte deb¨ªa estar unida a la de Europa, abandonando para siempre su condici¨®n de reserva folkl¨®rica para solaz de viajeros en busca de aventura y tradiciones primigenias. En apenas unas semanas, corresponder¨¢ a Espa?a presidir la Uni¨®n Europea en un momento cr¨ªtico de su breve historia, pero ¨¦ste es el momento en que poco o nada se sabe de lo que se pretende hacer y en que nadie parece interesado en solicitar informaci¨®n y explicaciones.
Este pa¨ªs crey¨®, adem¨¢s, que su atraso no era una maldici¨®n del destino, sino una manifestaci¨®n del mal gobierno. Ante una crisis econ¨®mica como la que padece el mundo, y que en Espa?a est¨¢ teniendo efectos multiplicados y devastadores, lo ¨²nico a lo que se asiste es a una reiteraci¨®n de esl¨®ganes risue?os o catastrofistas, dependiendo del lugar que ocupen los respectivos portavoces.
A poco que se haga la prueba, no es dif¨ªcil imaginarlos disfrazados como aquellos antiguos misioneros que iban de aldea en aldea prometiendo el cielo o amenazando con el infierno, seg¨²n temperamentos y humores. Tan pocas razones, y no digamos estrategias, aduc¨ªan para que el destino de las almas se inclinase hacia un lado o hacia el otro que, en el fondo, bien podr¨ªan ser los precursores de los responsables pol¨ªticos que hoy se encaraman a la tribuna para lanzar esl¨®ganes econ¨®micos que no buscan liderar la recuperaci¨®n, sino crear quim¨¦ricos estados de opini¨®n en favor de intereses electorales.
Y este pa¨ªs crey¨®, tambi¨¦n, que el poder caciquil y corrupto que alentaron la Restauraci¨®n y la dictadura no estaba inscrito en ning¨²n c¨®digo gen¨¦tico, sino que era resultado de considerar las leyes como obst¨¢culos a sortear, no como imperativos absolutos. Hasta el punto de que Karl Marx defini¨® a Espa?a como el pa¨ªs de Europa con m¨¢s leyes y donde menos se cumpl¨ªan. Frente a la proliferaci¨®n de esc¨¢ndalos en los ¨²ltimos tiempos, a¨²n hay quien se atreve a proponer m¨¢s leyes todav¨ªa, como si fuera preciso recordar por ley que no se pueden desviar fondos p¨²blicos hacia las arcas de los partidos ni tampoco de los bolsillos particulares.
Por m¨¢s que se generalice la sensaci¨®n de que estamos llegando al l¨ªmite, las cosas en que este pa¨ªs crey¨® siguen vigentes. Y adem¨¢s, y a diferencia de lo que ocurri¨® tantas veces en el pasado, dispone de las herramientas imprescindibles para alcanzarlas, como son un r¨¦gimen democr¨¢tico y un nivel de desarrollo capaz de conjurar cualquier tentaci¨®n de fatalismo.
Podemos, sin duda, seguir aliment¨¢ndonos de nuestro propio galope, como los caballos de Canetti, y llevar el debate p¨²blico hasta extremos de miseria inconcebibles. Pero las cosas que importan, y en las que este pa¨ªs crey¨®, est¨¢n todav¨ªa ah¨ª, exigiendo una respuesta.
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