A las ¨®rdenes de su peor enemigo
Un libro documenta la presencia de soldados de origen jud¨ªo en el Ej¨¦rcito nazi - El historiador Bryan M ark Rigg calcula que fueron 150.000 en todos los cuerpos
El soldado Wolfram G¨¹nther sirvi¨® en una unidad de Sturmgesch¨¹tz (ca?¨®n de asalto) de la Wehrmacht en el frente del Este; en un solo d¨ªa destruy¨® varios carros de combate rusos y sus valientes acciones de guerra le granjearon la Cruz de Hierro. El capit¨¢n Klaus von Schmeling-Diringshofen, al mando de la 1? Compa?¨ªa del 73? Regimiento de Infanter¨ªa, cay¨® heroicamente en combate al frente de sus hombres en Polonia, tuvo derecho a un elogio f¨²nebre radiof¨®nico y fue enterrado en un f¨¦retro cubierto por una bandera con la cruz gamada. El as de caza Sigfried Simsch logr¨® 95 derribos y la Cruz de Caballero. Bernahrd Rogge fue uno de los m¨¢s osados capitanes de nav¨ªo de superficie alemanes: al mando de su famoso crucero auxiliar, el legendario buque corsario Atlantis, hundi¨® o captur¨® 22 nav¨ªos aliados y tuvo en jaque a toda la flota brit¨¢nica (la pel¨ªcula Bajo diez banderas narra sus haza?as). Esos cuatro militares que lucharon por el III Reich durante la II Guerra Mundial presentan una sorprendente caracter¨ªstica com¨²n: ?ten¨ªan or¨ªgenes jud¨ªos!
Hubo ases de caza, submarinistas, generales y hasta miembros de las SS
"?Yo decido qui¨¦n es jud¨ªo!", bravuconeaba Goering
De manera que nos puede parecer incre¨ªble, los cuatro hombres sirvieron a las ¨®rdenes del que en realidad era su principal enemigo, Adolf Hitler, que mientras tanto estaba planificando o ejecutando la persecuci¨®n y el asesinato de los que eran como ellos.
Su peripecia no es en absoluto excepcional. El historiador estadounidense Bryan Mark Rigg, del que se acaba de publicar en espa?ol su pormenorizado y monumental estudio La tragedia de los soldados jud¨ªos de Hitler (In¨¦dita), ha documentado decenas de miles de casos de personas de origen jud¨ªo que lucharon en el bando alem¨¢n en todas las ramas de las Fuerzas Armadas hitlerianas, sobre todo la Wehrmacht, pero tambi¨¦n la Luftwaffe, la Kriegsmarine (hubo almirantes y un comandante de submarino de origen jud¨ªo, Helmut Schmoenckel, del U-802) e incluso las Waffen SS (hasta un teniente coronel), que, si tienes familia hebrea, ya es rizar el rizo.
Rigg calcula que fueron como m¨ªnimo 150.000 (la cifra es discutida por estudiosos como Cesarini y Bartov). Aunque muchos fueron discriminados y expulsados, algunos de esos hombres alcanzaron las m¨¢s altas graduaciones -uno, Milch, lleg¨® a mariscal de campo- y recibieron las condecoraciones m¨¢s importantes. C¨®mo el ej¨¦rcito de un r¨¦gimen antisemita que diaboliz¨® y extermin¨® a los jud¨ªos tuvo en sus filas a millares de los que consideraba sus peores enemigos, y c¨®mo personas a las que se juzgaba racialmente inferiores y a eliminar aceptaron luchar -y morir- por sus potenciales asesinos en contra de sus salvadores; c¨®mo, en resumen, pudo alguien recitar, aunque fuera por lo bajinis, el Kadish en la Wehrmacht, son las alucinantes cuestiones a las que trata de responder este libro. Rigg no s¨®lo ha consultado una apabullante documentaci¨®n, sino que realiz¨® 430 entrevistas con soldados supervivientes de origen jud¨ªo.
El resultado del estudio es un ampl¨ªsimo y conmovedor fresco en el que cabe de todo, como en la naturaleza humana. Muchas de las personas de origen jud¨ªo que lucharon bajo las banderas del Reich lo hicieron porque no ten¨ªan otra alternativa, porque consideraron que eso les daba m¨¢s posibilidades de supervivencia en el r¨¦gimen hitleriano, a ellos y a sus familias, y porque los obligaron. "Sab¨ªa que todo lo que hac¨ªa iba contra mis intereses y los de los m¨ªos, pero qu¨¦ iba a hacer", explic¨® el cabo Richard Riess. Otros muchos, y esto es m¨¢s sorprendente, lo hicieron porque se consideraban plenamente alemanes y cre¨ªan su deber combatir por su patria; pensaban incluso -ingenuamente- que luchar, y hacerlo bien, con valor, les devolver¨ªa la estima de las autoridades y de sus compatriotas. Hay que resaltar que la inmensa mayor¨ªa de los soldados de origen jud¨ªo, seg¨²n ha constatado Rigg, ignoraban el alcance de la persecuci¨®n nazi y el horror de los campos de exterminio. Tambi¨¦n hubo casos de personas que escondieron su identidad y se camuflaron bajo el uniforme: el lugar m¨¢s seguro pod¨ªa ser la boca del lobo. Y un pu?ado de malvados -los hay siempre- a los que no les import¨® subirse al carro de los verdugos.
Por su parte, los dirigentes del III Reich, empezando por el propio Hitler, demostraron, dentro de su patol¨®gico e irreductible odio a los jud¨ªos, a veces un sorprendente pragmatismo: la eliminaci¨®n de algunos militares de origen jud¨ªo pod¨ªa esperar o incluso aplazarse definitivamente en funci¨®n de los m¨¦ritos de ¨¦stos que al cabo ayudaban a ganar la guerra. Es c¨¦lebre la frase de Goering, que ten¨ªa bastante manga ancha en la Luftwaffe: "Wer Jude ist, bestimme ich!" ("?Yo decido qui¨¦n es jud¨ªo!"). Hitler, que siempre ten¨ªa en realidad la ¨²ltima palabra, personalmente autoriz¨® que determinados militares permanecieran en el ej¨¦rcito pese a sus or¨ªgenes, y hasta permiti¨® que ascendieran y que ocuparan puestos relevantes como generales, pilotos de caza o comandantes de nav¨ªos de guerra. Un caso es el del c¨¦lebre general Fritz Bayerlein, mano derecha de Rommel, que fue forzado a retirarse en 1934 por poco ario (una cuarta parte de sangre jud¨ªa) y al que el F¨¹hrer concedi¨® una dispensa para seguir sirviendo: acab¨® la guerra con la Cruz de Caballero con espadas y hojas de roble y al mando de la divisi¨®n acorazada de ¨¦lite Panzer Lehr.
Para entender bien el caso de los soldados jud¨ªos de Hitler, hay que sumergirse en el desquiciado y a menudo contradictorio mundo de las teor¨ªas raciales nazis y las leyes que emanaron progresivamente de ¨¦stas. Dentro de lo que consideraban jud¨ªos, los nazis distingu¨ªan entre jud¨ªos propiamente dichos (de padre o madre jud¨ªos, a eliminar los primeros) y Mischlinge (mestizos cruzados): medio jud¨ªos (con dos abuelos jud¨ªos) y jud¨ªos de un cuarto (con un abuelo jud¨ªo), que vendr¨ªan despu¨¦s. Estos conceptos que nos pueden parecer absurdos pero que para miles de personas significaron una cuesti¨®n de vida o muerte convirtieron la identidad jud¨ªa en algo rocambolesco y abracadabrante. De hecho, se da la paradoja de que muchos a los que los nazis ten¨ªan por jud¨ªos, un rabino ortodoxo no los habr¨ªa considerado nunca as¨ª. Ellos mismos tampoco se consideraban en muchos casos jud¨ªos. Gran cantidad de Mischlinge s¨®lo descubrieron sus or¨ªgenes jud¨ªos gracias a los nazis. A alguno que era miembro de la SA o las SS le proporcion¨® el natural disgusto.
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