Un G-2 para la gobernanza global
No cesan los augurios de que Europa cada vez contar¨¢ menos en el mundo; que la Administraci¨®n Obama pierde inter¨¦s por la Uni¨®n Europea; que, en fin, la relaci¨®n transatl¨¢ntica est¨¢ finiquitada.
Es verdad. La UE a¨²n no se ha emancipado, y a menudo le cuesta mucho hacer los deberes. Pese al final del unilateralismo en Washington, contin¨²a la actitud reactiva hacia Estados Unidos. Obama est¨¢ solo frente a Rusia, China, o Brasil, y Europa habla a media voz donde otros hablan alto y claro. Crece la impaciencia norteamericana ante la falta de respuesta europea. La UE est¨¢ dividida en asuntos como la energ¨ªa o la ampliaci¨®n al Este; no tiene claro qu¨¦ hacer con China, Rusia, Irak, Oriente Medio, Afganist¨¢n o Pakist¨¢n. La crisis la ha golpeado m¨¢s que a otros, y, si no hace su econom¨ªa m¨¢s competitiva, pronto no podr¨¢ pagar su maltrecho Estado del bienestar.
En la cumbre entre la UE y EE UU de mayo de 2010 Espa?a podr¨¢ impulsar iniciativas transatl¨¢nticas
Pero la escasez de resultados de la gira asi¨¢tica de Obama nos proporciona varias pistas. M¨¢s all¨¢ de una divergencia de intereses con China -en el valor del yuan, o en la reducci¨®n de emisiones de C02- quiz¨¢ es que, en este mundo globalizado, los valores e instituciones de libertad y democracia importan mucho a la hora de cimentar una relaci¨®n s¨®lida y fruct¨ªfera. De momento el G-2 chino-americano no existe, si no es como un freno para la gobernanza global. Rusia est¨¢ a otra cosa; Brasil o India no est¨¢n presentes a¨²n del todo. Y las tendencias al uso que se apuntan para las pr¨®ximas tres d¨¦cadas, presuponen un crecimiento de los pa¨ªses emergentes tan lineal como la decadencia de Estados Unidos y Europa.
Esta perspectiva es cient¨ªficamente err¨®nea: alcanzado un punto de inflexi¨®n, los emergentes reproducir¨¢n, amplificados por la globalizaci¨®n, los problemas sociales, pol¨ªticos, demogr¨¢ficos o medioambientales de los m¨¢s desarrollados. Pero adem¨¢s, esta visi¨®n es pol¨ªticamente inaceptable. No es momento para la UE de retirar su candidatura a primer socio estrat¨¦gico de EE UU, menos a¨²n tras firmar un Tratado de Lisboa lleno de posibilidades.
No es s¨®lo que existan poderosos v¨ªnculos econ¨®micos que nos unen: m¨¢s de la mitad del PIB global, un 80% de la ayuda al desarrollo, millones de empleos en sus filiales mutuas, un tercio del comercio global en bienes, y m¨¢s del 40% del comercio mundial de servicios. Y existe la oportunidad real que facilita un lenguaje pol¨ªtico com¨²n. ?Qu¨¦ es lo nuevo con la Administraci¨®n Obama? Que, si los l¨ªderes europeos tienen suficiente visi¨®n, la relaci¨®n transatl¨¢ntica puede servirle a la UE como un instrumento para salir de la crisis, profundizar en la integraci¨®n y consolidarse como potencia mundial. Una Europa que se dotara de mecanismos de prevenci¨®n y coordinaci¨®n econ¨®mica, y fuera capaz de asegurar aut¨®nomamente su seguridad, ser¨ªa tambi¨¦n capaz de trabajar con EE UU en ¨¢mbitos m¨¢s amplios, benefici¨¢ndose de ello: en el desarrollo sostenible con nuevos modelos energ¨¦ticos; en nuevos espacios de seguridad regionales; y en la reforma de las instituciones econ¨®micas globales. Dejemos a un lado reflejos psicol¨®gicos -un atlanticismo trasnochado o aislacionismo europe¨ªsta- que nos impiden mirar hacia delante. Escasean los l¨ªderes; pero existe margen para la voluntad pol¨ªtica.
En el informe liderado por el profesor Dan Hamilton, Shoulder to Shoulder: Forging a Strategic US-EU Alliance, se recogen hasta 10 grandes iniciativas para ser implementadas a partir de 2010 y que podr¨ªan configurar una gran alianza estrat¨¦gica. Desde una cl¨¢usula de solidaridad transatl¨¢ntica, hasta el lanzamiento de un mercado euronorteamericano libre de barreras como revulsivo para desatascar la ronda de Doha; pactos para una gobernanza econ¨®mica global, para garantizar el suministro energ¨¦tico, para la reducci¨®n del calentamiento global; pol¨ªticas para el desarrollo m¨¢s eficientes y de ayuda humanitaria conjunta. Y m¨¢s all¨¢, un espacio Atl¨¢ntico ampliado de conexi¨®n con todas las Am¨¦ricas y ?frica.
La Cumbre UE-EE UU de mayo de 2010 -15 a?os despu¨¦s de la firma de la Nueva Agenda Transatl¨¢ntica- da una oportunidad a Espa?a para impulsar buen n¨²mero de estas iniciativas. Hoy tenemos que retomar el compromiso para abordar los retos globales identificados en el pasado, y que nunca se hizo efectivo. Parad¨®jicamente, la normalidad se convierte aqu¨ª en obst¨¢culo para una asociaci¨®n estrat¨¦gica: a diferencia de las relaciones con China o Rusia, entre la UE y EE UU no existe un sentido de urgencia: no hay drama. Por eso, el reto para el Gobierno espa?ol es concitar una enorme tensi¨®n pol¨ªtica positiva, que capte la atenci¨®n tanto europea como norteamericana. Tendremos que dar ejemplo en un momento de debilidad relativa. Primero, situ¨¢ndonos con determinaci¨®n al frente de "las dos Lisboas": la institucional del Tratado, y la Agenda por un nuevo modelo econ¨®mico competitivo y sostenible. Segundo, enfocando a resultados concretos las otras cumbres que presidiremos en 2010 -con Am¨¦rica Latina y Caribe, Canad¨¢, Mediterr¨¢neo, o la revisi¨®n del Tratado de No-Proliferaci¨®n- y creando sinergias para la cita con Obama. El momentum pol¨ªtico excepcional a ambos lados del Atl¨¢ntico no puede dejarse escapar. Est¨¢ en juego un G-2 para liderar el camino a la gobernanza global.
Vicente Palacio ha participado desde la Fundaci¨®n Alternativas, y junto al Real Instituto Elcano, en la elaboraci¨®n del Informe dirigido por Dan Hamilton y Frances G. Burwell, Shoulder to Shoulder: Forging a Strategic US-EU Alliance.
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