El velo y la cruz
El laicismo es el gran invento de la modernidad para facilitar la convivencia entre los diferentes credos: saca a Dios del sal¨®n p¨²blico y lo instala en el coraz¨®n privado de los hombres y de las mujeres libres
En su carta al director del viernes 14 de noviembre, Mar¨ªa de Andr¨¦s Urtasun solicita una explicaci¨®n para el doble rasero que ella percibe entre el trato dado al crucifijo y al velo de las musulmanas. Seg¨²n ella afirma, mientras el primero es retirado apresuradamente de las aulas, el segundo no s¨®lo se tolera sino que se defiende con af¨¢n. Se trata de una comparaci¨®n que est¨¢ adquiriendo un considerable ¨¦xito en el imaginario social, por lo que conviene sin duda profundizar en su fundamento.
La primera gran diferencia entre el caso del crucifijo y el del velo apunta al espacio en el que cada uno se sit¨²a. Ni el laicismo como ideal de tolerancia ni el liberalismo como teor¨ªa pol¨ªtica subyacente tienen problema alguno con el crucifijo en s¨ª, sino con el lugar en el que algunos se empe?an en colocarlo: la escuela p¨²blica. Porque, aunque esos algunos no parezcan querer entenderlo, "p¨²blico" significa "obligado para todos".
El velo es un s¨ªmbolo religioso privado, equivalente a las medallas o la kip¨¢
Lo que est¨¢ en juego es la libertad de las propias musulmanas. Ellas deben descubrir su camino
Un crucifijo en un centro p¨²blico (sea un hospital, un juzgado o una escuela) supone adscribir una y s¨®lo una determinada religi¨®n a todos y cada uno de los usuarios de tal centro.
Y, claro, una cosa as¨ª choca con la libertad religiosa, porque algunos usuarios adoran a otro Dios, otros no adoran a ninguno y otros no acaban de saber a qu¨¦ o a qui¨¦n adorar. De ah¨ª que el fundamento jur¨ªdico de la sentencia del Tribunal de Estrasburgo haya sido precisamente ¨¦se: la libertad religiosa.
Un inciso: algunos salen aqu¨ª con el pintoresco argumento de que los cat¨®licos son mayor¨ªa en nuestro pa¨ªs, y de que de tal cosa se desprender¨ªa la legitimidad de los crucifijos en las escuelas. Da pereza tener que explicar esto, pero es que si la religi¨®n del Estado se eligiera por mayor¨ªa, entonces nada habr¨ªa que objetar a que en los pa¨ªses musulmanes todos los ni?os fueran educados en el islam, en Israel todos lo fueran en el juda¨ªsmo, aqu¨ª todos en el catolicismo, en Grecia todos en el cristianismo ortodoxo, etc¨¦tera.
"A la teocracia por la democracia", un bonito eslogan que aqu¨ª asumen sin rubor algunos de nuestros pretendidos liberales, y que pisotea una de las conquistas m¨¢s elementales de la modernidad: el Estado ha de ser neutral, aconfesional o laico -cosas todas que significan lo mismo- precisamente porque s¨®lo as¨ª puede garantizarse para todos la libertad de conciencia.
Pero retomemos la cuesti¨®n. La gran diferencia entre el velo y la cruz es que el velo es algo privado. No es un s¨ªmbolo religioso que se quiera imponer en ciertos espacios p¨²blicos, sino una prenda que algunas personas deciden lucir (y soy consciente de todo lo problem¨¢tico que encierra este "deciden" cuando estamos hablando de ni?as o adolescentes).
Un aula, cuando es p¨²blica, no puede adornarse con trajes religiosos pertenecientes a una determinada confesi¨®n. Nada p¨²blico puede hacerlo: ni las aulas, ni los libros, ni los temarios, ni (por cierto) los juramentos de los funcionarios, ni (por cierto) los funerales de Estado, ni (por cierto) la declaraci¨®n de la renta, ni... en fin, nada que obligue a todos. ?sa es la gran diferencia: el velo es algo privado, el crucifijo -el que se ha prohibido en Estrasburgo, quiero decir- pretend¨ªa ser p¨²blico.
Por eso, para enfocar con justicia la cuesti¨®n, al velo no habr¨ªa que compararlo con los gruesos crucifijos de pared de las aulas, sino con los diminutos que muchos de nuestros estudiantes llevan colgados al cuello, con las medallas de la virgen, con las estampas de santos, con la kip¨¢ que lucen los jud¨ªos, etc¨¦tera. Es decir, con s¨ªmbolos religiosos, s¨ª, pero perfectamente privados. ?Hay algo en el laicismo que implique prohibir los s¨ªmbolos religiosos privados? No, en absoluto.
De hecho, si el laicismo garantiza la neutralidad de los espacios p¨²blicos lo hace precisamente para que cada uno podamos hacer uso de nuestra libertad individual en el ¨¢mbito privado. Es gracias al laicismo que unos pueden lucir una cruz y otros un velo, y ¨¦sa es su grandeza civilizatoria.
Contra lo que mezquinamente nos venden algunos en este pa¨ªs, el laicismo no se opone a ninguna religi¨®n, sino todo lo contrario: lo que viene a hacer es garantizarlas todas. El laicismo es sin¨®nimo de tolerancia, de igualdad, de respeto. Es el gran invento de la modernidad para facilitar la convivencia entre los diferentes credos: saca a Dios del sal¨®n p¨²blico del trono y lo instala en el coraz¨®n privado de los hombres y de las mujeres libres.
Pero, ?y no es el velo un s¨ªmbolo machista? ?No vulnera la dignidad de la mujer, no presupone y potencia su sumisi¨®n? Esta segunda acusaci¨®n va m¨¢s all¨¢ del ¨¢mbito del laicismo y acude en su descargo a cierta idea de los derechos humanos. Si el velo atenta contra la mujer, lo har¨¢ dentro y fuera de la escuela, y habr¨¢ por tanto de perseguirse siempre y en todo caso.
Por estos y otros motivos, buena parte del feminismo (no todo) se sit¨²a del lado de la prohibici¨®n, junto a insospechados compa?eros de viaje como los neocon, cierta islamofobia rampante y no pocos partidarios de ese "choque civilizatorio" que m¨¢s que describir una situaci¨®n parecen empe?ados en provocarla.
La cuesti¨®n es desde luego espinosa, y dista de ofrecer nada ni remotamente parecido a una soluci¨®n sencilla, pero yo adelantar¨ªa dos razones por las que creo que el feminismo hace un flaco favor a su causa cuando aboga por la prohibici¨®n. En primer lugar, porque al hacerlo as¨ª ha de asumir una identificaci¨®n entre una prenda -el velo- y unos valores -los patriarcales- que est¨¢ lejos de ser evidente.
El velo no significa lo mismo siempre, ni en todas las culturas, ni para cada una de las mujeres que lo adoptan. Se trata de una generalizaci¨®n abusiva que probablemente genera m¨¢s problemas que los que resuelve.
En el caso concreto de las escuelas, parece mucho m¨¢s sensato que decida cada Consejo Escolar atendiendo a las circunstancias del caso. Y, como en todo proceso con garant¨ªas -esas garant¨ªas jur¨ªdicas que configuran uno de los m¨¢s hermosos avances morales que ha dado al mundo la civilizaci¨®n occidental- "las circunstancias" han de ser siempre actos concretos, no meras prendas de vestir, sean velos, estrellas de David o crucifijos.
Lucir el velo no debe llevar per se a la apertura de un proceso de indagaciones del que los dem¨¢s alumnos se hallen liberados. Sabemos a qu¨¦ recuerda eso, y estremece tener que recordar lo obvio.
Pero, en segundo lugar y sobre todo, porque lo que est¨¢ en juego es la libertad de las propias musulmanas. Que el velo es machista es en muchos casos absolutamente cierto, pero prohibirlo enarbolando esa raz¨®n resulta en buena medida contraproducente. La lucha de las mujeres por su liberaci¨®n ha sido el acontecimiento m¨¢s fruct¨ªfero y liberador de la modernidad, pero lo ha sido as¨ª porque fueron ellas las que encabezaron la lucha: ellas fueron las protagonistas, como ahora lo han de ser las musulmanas.
Lo que la prohibici¨®n lograr¨ªa ser¨ªa retirar de la cabeza de las mujeres el mero velo externo, s¨ª, pero al presumible precio de mantener inc¨®lume el interno, que es el que principalmente hemos (han) de combatir: el machismo son ante todo ideas y representaciones mentales, y s¨®lo secundariamente ropas, h¨¢bitos y servidumbres.
Son ellas las que han de descubrir su camino, sin que les indiquemos cu¨¢l es "el adecuado" ni les forcemos a transitarlo. Para bien o para mal, las similitudes que existen entre querer obligar a una mujer a despojarse de una determinada prenda "por su propio bien" y pretender imponer en un pa¨ªs "la democracia" manu militari son demasiado evidentes, demasiado cercanas y demasiado siniestras.
Jorge Urd¨¢noz Ganuza es profesor de Teor¨ªa Pol¨ªtica en la Universidad Aut¨®noma de Madrid.
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