"Afganist¨¢n es una guerra sucia"
Despu¨¦s de haber gastado 1.562 millones de euros y sufrido 89 bajas en tierra afgana, Espa?a incrementa su contingente militar para hacer frente a una peligrosa escalada b¨¦lica
Mucha gente piensa que estamos all¨ª repartiendo comidas y sonrisas en plan ONG, pero aquello es una guerra, y una guerra sucia, porque ellos no dan la cara: atacan y se refugian entre la poblaci¨®n civil". A sus 24 a?os reci¨¦n cumplidos, el soldado Rub¨¦n L¨®pez Garc¨ªa habla con el fundamento que le dan una pierna amputada, otra seriamente desgarrada y una mano maltrecha, secuelas del ataque que el 24 de septiembre de 2007 caus¨® tres muertos y seis heridos a un convoy militar que circulaba por las inmediaciones de Shewan (provincia de Farah).
"Iba en la trampilla trasera del BMR (blindado medio sobre ruedas) vigilando con medio cuerpo fuera cuando hicieron estallar la mina. Sal¨ª disparado del blindado y ca¨ª sobre la ametralladora, pero no perd¨ª el conocimiento. Enseguida me di cuenta de que ten¨ªa una pierna perdida. Estuve gritando "hijos de puta" y desangr¨¢ndome a chorros hasta que mi sargento me hizo un torniquete y me dijo que me callara. Le debo la vida". A Rub¨¦n L¨®pez le ha quedado la Medalla al M¨¦rito Militar, una indemnizaci¨®n de 36.000 euros y una pensi¨®n vitalicia. Vive con su perro en un piso de planta baja en Albacete y vuelve a tener novia. Ya no sufre pesadillas. "Cuando empezaba a conciliar el sue?o sent¨ªa un golpe fort¨ªsimo en la cara, como un sartenazo; pero eso ya pas¨®", dice.
La poblaci¨®n civil, que ha sufrido bajas injustificadas, corea el grito de guerra: "Muerte a los extranjeros"
La capital de Badghis es la primera ciudad con agua corriente, luz y alcantarillado, gracias a los equipos espa?oles
M¨¢s de 10.000 militares espa?oles han pasado por este convulso pa¨ªs de Asia central desde hace ocho a?os
"?sta no es nuestra guerra". "?Qu¨¦ se nos ha perdido all¨ª?", plantean familiares de soldados y parte de la opini¨®n p¨²blica
?Tiene sentido enviar m¨¢s soldados a Afganist¨¢n, arriesgar m¨¢s vidas, gastar m¨¢s dinero? ?Qu¨¦ hacemos all¨ª? Qu¨¦ hacemos, en la doble vertiente del cumplimiento de la misi¨®n asignada y de la pertinencia de continuar, ahora que la crecida insurgente ha trocado el horizonte de la reconstrucci¨®n pac¨ªfica del pa¨ªs por un escenario b¨¦lico en el que la derrota militar aliada no est¨¢ descartada. M¨¢s de 10.000 militares espa?oles han pasado por este pa¨ªs de Asia central desde que, hace ocho a?os, nuestro Ej¨¦rcito puso sus pies all¨ª. Veintitr¨¦s contingentes de soldados que han recibido su bautismo de fuego en las desoladas monta?as y los desiertos lunares afganos bajo la climatolog¨ªa extrema del viento abrasador y el fr¨ªo glacial. Chicos, por lo general muy j¨®venes, endurecidos en las patrullas de reconocimiento de nueve jornadas consecutivas vivaqueando, que aprendieron a cuidarse de las emboscadas en los desfiladeros y de los suicidas hombres bomba, a dominar los nervios nocturnos cuando los morteros hurgan en la oscuridad y el silencio buscando la base de Herat, donde toda luz est¨¢ terminantemente prohibida.
Por limitada que haya sido su estancia, estos soldados llevan ya en su piel el sello de Afganist¨¢n: el sabor y el olor de la miseria y el del polvo masticado en los caminos, el del arroz con cordero y el del comino y el azafr¨¢n. Ellos guardan en sus retinas la belleza salvaje del pa¨ªs, y en su bagaje militar no faltar¨¢ ya nunca el historiado relato afgano. He aqu¨ª un peque?o anecdotario recogido entre los veteranos que, con autorizaci¨®n o no de sus mandos, han hablado para este peri¨®dico.
"No he podido olvidar la escena de aquel d¨ªa que patrull¨¢bamos a pie por un pueblo y llegamos cerca de una casa en cuyo patio se ve¨ªa a una mujer y unos ni?os. Cuando el marido se dio cuenta de que ¨ªbamos a pasar por delante, cogi¨® un palo y empez¨® a pegar a su mujer. La meti¨® dentro de la casa a palos, como si fuera ganado. All¨ª, la mujer vale lo que un pu?ado de ovejas". (...) "?Recuerdas cuando el cabo nos comunic¨® que el term¨®metro del blindado hab¨ªa estallado al sobrepasar los 59 grados?". (...) "?Y aquella tormenta de arena y piedra que detuvo el convoy y nos oblig¨® a encerrarnos? Al menos sab¨ªamos que mientras durase, los talibanes no podr¨ªan venir a por nosotros". (...) "A m¨ª me vienen a la memoria los autobuses abarrotados de gente que transportaban coches en el techo". (...) "Est¨¢s en medio del desierto, a m¨¢s de 50?, sin restos de civilizaci¨®n ni de vegetaci¨®n en muchos kil¨®metros a la redonda, y, de repente, aparecen unos ni?os corriendo descalzos en medio del pedregal".
Miles de despedidas y recepciones en los aeropuertos, miles de familias en vilo pendientes de las noticias a las que se sumar¨¢n ahora dos centenares m¨¢s. Aunque la presencia espa?ola no es abultada -algo m¨¢s de un millar de soldados encuadrados en la Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad, organizada por la OTAN (ISAF)-, Espa?a ha gastado ya en esa misi¨®n 1.562 millones de euros -364 en lo que va del presente a?o-, y pagado un tributo humano de 89 bajas, todas ellas, salvo una decena, v¨ªctimas de los accidentes del Yak-42 (62) y de los helic¨®pteros Cougar (17). Parte del contingente se asienta en la base hispano-italiana de Herat, mientras que el grueso protege a los cooperantes y t¨¦cnicos de los Equipos de Construcci¨®n Local (PRT) establecidos en la provincia de Badghis. Nuestro pa¨ªs tiene tambi¨¦n a su cargo el control del aeropuerto de Kabul y el adiestramiento de polic¨ªas y soldados afganos, tarea en la que participar¨¢ la Guardia Civil. Los aviones esp¨ªa Searcher MK II J y Mini UAV Raven B y los blindados MLV Lince y RG-31 MK 5E son su material m¨¢s sofisticado.
Como el resto de los ej¨¦rcitos de la ISAF, las fuerzas espa?olas se atienen a las reglas que s¨®lo les permiten combatir en caso de haber sido previamente atacadas. Es una postura con la que no pocos militares discrepan. "Sin ofensivas no se derrotar¨¢ a la insurgencia y nos seguir¨¢ ganando terreno. Prefiero combatir a los terroristas de Al Qaeda en su territorio que esperar a que nos preparen un segundo 11-M en Espa?a. Adem¨¢s, no se puede estar siempre a la defensiva: uno de los principios de la guerra es la voluntad de vencer... y Espa?a no la tiene", sostiene un veterano. ?Y qu¨¦ hacen las tropas espa?olas cuando avistan movimientos del enemigo? ?Qu¨¦ hacen con los prisioneros y el material que se incautan? "No recuerdo que se produjera ninguna detenci¨®n mientras estuve all¨ª. Es dif¨ªcil coger a un insurgente con vida porque los enfrentamientos son a distancia. Ellos huyen o mueren, pero no abandonan a sus heridos", responde ese mismo militar. "Nuestras fuerzas colaboran con las afganas, que son las que detienen y confiscan", indica, a su vez, el coronel Emilio Sarabia, responsable hasta hace cuatro meses de la unidad destacada en Badghis. "El hecho de que Espa?a no participe en la iniciativa b¨¦lica Libertad Duradera, comandada por EE UU, no implica que mantenga una estrategia defensiva. De hecho", apunta, "estamos llegando a las zonas remotas de la provincia, donde los insurgentes se mueven con mayor facilidad".
Dice que la misi¨®n m¨¢s comprometida realizada por las tropas espa?olas ha sido la apertura de la ruta Lithium que enlaza Qala-i-Now y Balamurghab. "La insurgencia la manten¨ªa cerrada desde tiempo atr¨¢s, pero nosotros la abrimos batiendo el terreno y controlando las alturas durante cuatro d¨ªas. Escoltamos un convoy log¨ªstico y ahora la polic¨ªa afgana ha asegurado ese paso estrat¨¦gico con algunos fuertes". Muy orgulloso del trabajo realizado en tierra afgana, el coronel elogia la calidad humana y profesional de los soldados espa?oles. "Cr¨¦ame, que son de lo mejorcito. A la capacidad, valent¨ªa y disposici¨®n a?aden la generosidad. Con los beneficios del bingo de los viernes han financiado un campo de balonvolea, deporte nacional afgano, en el orfanato construido por Espa?a en Qala-i-Now que lleva el nombre de "sargento Abril", muerto en aquellas tierras.
Desde que se bate el cobre en el exterior -y Afganist¨¢n, santuario de quienes inspiraron la matanza de Madrid y todos los meses llaman a la reconquista de Al Andalus, tiene para nuestro pa¨ªs connotaciones particularmente dolorosas-, es como si buena parte del Ej¨¦rcito reclamara mayor aliento y consideraci¨®n sociales. Son carencias que, por lo visto, no encuentran compensaci¨®n completa en la paga -los 1.200 euros de un cabo ascienden all¨ª a 3.200-, ni alteran el m¨®vil vocacional, determinante, en muchos casos.
"Cuando ves a tus compa?eros en un ata¨²d, te das cuenta de que esto no est¨¢ bien pagado, aunque yo cambiar¨ªa el dinero por un mayor reconocimiento de la sociedad. Muchos preferir¨ªamos que Espa?a entera se sintiera orgullosa de sus Fuerzas Armadas", enfatiza un soldado herido en Afganist¨¢n.
"?sta no es nuestra guerra" "?Qu¨¦ se nos ha perdido all¨ª?", plantean, sin embargo, no pocos familiares de soldados y parte de la opini¨®n p¨²blica, temerosa de que el env¨ªo de nuevas tropas suponga algo as¨ª como meter definitivamente la cabeza en el horno afgano. Es una pregunta capital, condenada a repetirse con redoblada insistencia en los tiempos venideros porque los analistas militares vaticinan que en Afganist¨¢n vienen tiempos peores y advierten de que una victoria talib¨¢n supondr¨ªa el triunfo de Al Qaeda. La coalici¨®n internacional trata de impedir a toda costa que los insurgentes se hagan con misiles tierra-aire, porque si logran abatir los helic¨®pteros, como abatieron, en su d¨ªa, los de los sovi¨¦ticos, desbaratar¨¢n el modus operandi de las tropas aliadas, que se sustenta precisamente en la conexi¨®n y en el continuo apoyo a¨¦reo. Adem¨¢s, mucha gente no acierta a entender que la alternativa internacional a la amenaza talib¨¢n sea sostener a un Gobierno manifiestamente corrupto que autoriza a los maridos a castigar sin comida a sus mujeres si se niegan al acto sexual. Y la cuesti¨®n viene manifest¨¢ndose a menudo enhebrada en la lacerante pol¨¦mica sobre la idoneidad del material militar puesto sobre el terreno.
"?Hay que retirarse de Afganist¨¢n?", le pregunto a Rub¨¦n L¨®pez; y este chico, que ahora estudia para sacar el bachillerato -"quiero defender como abogado a mis compa?eros soldados"- y tiene que moverse en su casa con muletas, responde que no, que Espa?a es muy ¨²til all¨ª. Claro, que ¨¦l responde a ese modelo de voluntario pedernal que le llev¨® a alistarse en los paracas porque le aseguraron que era la unidad militar m¨¢s dura. Rub¨¦n no culpa a nadie de lo que le pas¨®, pero sugiere que el Gobierno har¨ªa bien en revisar el blindaje de los veh¨ªculos. Viniendo de quien ha sufrido tan grave quebranto, la suya hay que tomarla como una recomendaci¨®n cr¨ªtica exquisita, ya que aquel atentado, que cost¨® la vida a los soldados Germ¨¢n P¨¦rez Burgos y Stanley Mera Vera y al int¨¦rprete Rohulah Mosavi, fue el detonante de la pol¨¦mica que ha acabado por retirar los BMR, presa f¨¢cil de las minas anticarro dado su escaso blindaje en los bajos.
"Con los veh¨ªculos era una lucha constante. Siempre se quedaba alguno tirado. Era vergonzoso. Ahora parece que la cosa ha mejorado mucho gracias a los nuevos blindados, pero ha sido a base de muertos", reprocha gravemente otro veterano que habla con la condici¨®n del anonimato. "Tampoco los chalecos antibalas son buenos. El bolsillo que llevan para guardar la chapa de identificaci¨®n es poco resistente y se rompe f¨¢cil, as¨ª que tienes que llevarla con cinta aislante. Y adem¨¢s, son inc¨®modos: no puedes apoyar en ellos la culata del fusil". El coronel Emilio Sarabia destaca la imposibilidad de alcanzar el cien por cien de seguridad. "Si tienes un blindado que te protege contra una carga X, el enemigo utilizar¨¢ contra ti una carga X+Y. No considero un error haber llevado los BMR".
Aquella fat¨ªdica ma?ana del 24 de septiembre en Shewan, el cabo ?scar Bertomeo, de 24 a?os, ocupaba la otra trampilla exterior del blindado atacado. Pese a que los servicios de inteligencia les hab¨ªan advertido expresamente del peligro de emboscada, tampoco ¨¦l vio nada sospechoso sobre el terreno, no se apercibi¨® de la mina enterrada en el suelo, ni del cable de 70 metros hundido en el polvo. "Era la v¨ªspera de mi cumplea?os, y s¨ª, fue tremendo. Tuve suerte porque la metralla s¨®lo me alcanz¨® en una pierna. Nos evacuaron en helic¨®ptero y luego a Espa?a, pero una semana despu¨¦s me reincorpor¨¦ a mi unidad porque quer¨ªa levantar la moral de mis compa?eros, que estaban hechos polvo. Ellos son mi segunda familia. En Afganist¨¢n aprend¨ª que no debes despreciar a nadie, que t¨² dependes de tus compa?eros tanto como tus compa?eros dependen de ti".
El comandante Francisco Rodr¨ªguez Crespo, que formaba parte del mismo convoy, dice que en lo que vio, adem¨¢s de escenas muy dolorosas, hubo una reacci¨®n profesional extraordinaria. "Supieron mantener la serenidad y hacerse cargo de la situaci¨®n. Fue una jornada muy triste, pero para m¨ª supuso tambi¨¦n la prueba de que nuestros soldados cuentan con una gran preparaci¨®n", dice.
Cabo y comandante charlan con el periodista en el edificio de oficiales de la Bripac en Paracuellos del Jarama (Madrid) con autorizaci¨®n expresa de sus mandos. Aunque en la milicia la voluntariedad, como el valor, se presupone -salvo razones de fuerza mayor, en la pr¨¢ctica, todos los soldados se movilizan con su unidad, sea cual sea el destino-, hay que creerles cuando se muestran satisfechos y convencidos de la necesidad de la misi¨®n afgana. "Soy cubana", interviene la cabo Surany Montano Amador -"eres espa?ola", le corrige, aplicadamente, un oficial-; "bueno, quiero decir que nac¨ª en Cuba, pero que no he conocido nada parecido a la miseria que vi en Afganist¨¢n: los chiquillos sucios y descalzos, las calles sin asfaltar, las casas de barro, sin luz, ni agua corriente, ni alcantarillado".
Es un cuadro de situaci¨®n bien distinto del h¨¢bitat de los soldados espa?oles, que en la base de Herat disponen de cocina espa?ola y -al contrario que los soldados de otros pa¨ªses- duermen en cama, tienen aire acondicionado y pueden seguir la actualidad espa?ola a trav¨¦s de TVE y llamar a casa pr¨¢cticamente a diario. En el Ej¨¦rcito espa?ol, los soldados de origen extranjero suponen ya el 17% de la tropa y de la mariner¨ªa, y las mujeres, el 7%. Surany Montano, 30 a?os, soltera, tiene una raz¨®n a?adida para estar presente en Afganist¨¢n. "Ni una sola de las mujeres afganas que trabajaban a rostro descubierto en nuestra base de Qala-i-Now como limpiadoras, lavanderas o administrativas se atrev¨ªa a salir a la calle sin el burka". Asegura que no tuvo problemas con el personal civil o militar masculino afgano. "En el almac¨¦n trabaj¨¦ codo con codo con un afgano, y cuando nos despedimos se nos saltaron las l¨¢grimas a los dos".
Pese a que la relaci¨®n con la poblaci¨®n civil es, por lo general, bastante pobre -el idioma, el corto periodo de la misi¨®n, cinco meses, y, sobre todo, el miedo al atentado dificultan ese contacto-, Afganist¨¢n conserva entre los veteranos su poder evocador. "Es como una novia que te trata fatal, pero a la que no puedes dejar de querer", resume Pablo Yuste, antiguo responsable en Afganist¨¢n de la Agencia Espa?ola de Cooperaci¨®n Internacional para el Desarrollo (AECID). Y eso que, seg¨²n apunta un militar destinado en Kabul, una de las primeras cosas que se perciben nada m¨¢s llegar a ese aeropuerto es el olor f¨¦tido, pestilente, de las aguas negras residuales, que, a falta de alcantarillado, discurren a cielo abierto por las calles.
"No hay casi sem¨¢foros, calles asfaltadas, ni alumbrado. Vives en una tensi¨®n permanente, con los nervios a flor de piel. Si te paras por un socav¨®n o un atasco, debes evitar a toda costa que te abran las puertas, porque no sabes si van a pedirte dinero o a meterte una granada. Adem¨¢s, tratan de que les golpees con el coche para reclamar una indemnizaci¨®n. Yo he pasado momentos muy jodidos con turbas de manifestantes enloquecidos, situaciones en las que te la juegas porque eres t¨² o ellos. Se producen ataques y refriegas cada dos por tres, pero en Espa?a preferimos la versi¨®n edulcorada por aquello de que lo nuestro es una misi¨®n de paz", ironiza.
"He estado all¨ª dos a?os y medio y todav¨ªa no he conseguido hacerme una opini¨®n inmutable sobre si la fuerza militar internacional debe estar o no", indica Diego Cameno, que se ocupa de la financiaci¨®n de proyectos por encargo de la Comisi¨®n Europea. "La retirada abocar¨ªa a una guerra civil abierta, pero esa guerra ya est¨¢ ahora mismo planteada. Creo que la intervenci¨®n militar ha sido muy torpe, ha causado grandes desplazamientos y bajas injustificadas en la poblaci¨®n civil, mientras los se?ores de la guerra se quedaban con el dinero internacional. Ahora, todos ellos corean el grito de guerra: 'Muerte a los extranjeros", apostilla.
Pablo Yuste opina de manera bien distinta. "En cinco a?os hemos conseguido que Qala-i-Now, la capital de Badghis, sea la primera ciudad afgana con las calles asfaltadas y alcantarillado, saneamiento y agua potable en todas las casas. Hemos construido 170 kil¨®metros de carreteras, un hospital provincial, siete cl¨ªnicas, escuelas para ni?os y ni?as, institutos y centros de formaci¨®n de profesores y de parteras. Ahora mismo damos trabajo a un total de 7.500 afganos que, por cinco d¨®lares diarios, trabajan en los distintos proyectos en marcha. Espa?a se ha gastado ya aqu¨ª 130 de los 150 millones de euros comprometidos, y la inmensa mayor¨ªa de la poblaci¨®n est¨¢ contenta porque es la primera vez en la historia que alguien hace algo por ellos, si se except¨²a lo poco que hicieron los rusos. El hecho de que los ataques talibanes hayan respetado hasta ahora las escuelas y los hospitales se debe a que la mayor¨ªa de ellos aprecia que se eduque a sus hijos y sus mujeres paran sin peligro. "El problema", subraya, "es ese 5% de insurgentes armados y simpatizantes que quiere carg¨¢rselo todo, pese a que los militares espa?oles se comportan muy correctamente y buscan granjearse la simpat¨ªa de la gente". "La cuesti¨®n", dice, "no debe ser matar talibanes, sino convencer a la poblaci¨®n de la necesidad de crear un Estado".
El general Miguel Ballesteros, director del Instituto Espa?ol de Estudios Estrat¨¦gicos, cree que, dada la situaci¨®n, ya no se trata tanto de ganar la guerra a Al Qaeda como de impedir que Afganist¨¢n se convierta en un Estado fallido que pase a manos talibanes y desestabilice a su vecino nuclear, Pakist¨¢n. En su opini¨®n, "hay que multiplicar los esfuerzos para acelerar la formaci¨®n de unidades del ej¨¦rcito y de la polic¨ªa afganos. De acuerdo con este analista militar, la salida forzada de las tropas internacionales podr¨ªa suponer el reforzamiento de Al Qaeda, que lo explotar¨ªa como la ¨²nica organizaci¨®n capaz de provocar la retirada de dos potencias: la Uni¨®n Sovi¨¦tica, en 1989, y ahora, EE UU y la OTAN".
Seg¨²n eso, el pasado podr¨ªa reaparecer en Afganist¨¢n y actualizar el cuadro de situaci¨®n que el periodista Wojciech Jagielski encontr¨® en Kabul tras la derrota sovi¨¦tica. "Media ciudad qued¨® cubierta de cintas marrones, procedentes de casetes de audio y v¨ªdeo. Estas guirnaldas de celuloide que susurraban al viento, as¨ª como los televisores colgados con cuerdas de los ¨¢rboles y las farolas, como si se tratara de criminales atrapados in fraganti, habr¨ªan de convertirse en el s¨ªmbolo de la nueva ¨¦poca. La ejecuci¨®n de los televisores, el silencio absoluto que se apoder¨® de la ciudad tras anunciarse la prohibici¨®n de escuchar la m¨²sica que los talibanes consideraban pecaminosa, la obligatoriedad de ir a rezar a las mezquitas y la marginaci¨®n social de las mujeres, tratadas a veces de un modo que iba m¨¢s all¨¢ de la marginaci¨®n, fueron el precio... (Fragmento del libro Una oraci¨®n por la lluvia).
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