Reglas, ¨¦tica y modernizaci¨®n econ¨®mica
Como les dec¨ªa en el art¨ªculo anterior, esta crisis va a dejar problemas permanentes de no f¨¢cil soluci¨®n. Uno de ellos ser¨¢ una mayor dificultad para gobernar la econom¨ªa, tanto para hacer reformas como para lograr la eficacia de la pol¨ªtica econ¨®mica.
Esta dificultad se relaciona con la crisis de los valores ¨¦ticos que legitiman el capitalismo. En las recesiones de 2001 y de 1992 se discut¨ªa acerca de las pol¨ªticas econ¨®micas m¨¢s adecuadas para enfocar la recuperaci¨®n. Pero no se cuestion¨® la legitimidad de las instituciones y reglas que gobernaban la econom¨ªa.
Ahora todo el mundo es keynesiano y coincide en la necesidad de pol¨ªticas fiscales activas que eviten que la recesi¨®n se transforme en una depresi¨®n. Pero, por el contrario, se cuestionan las instituciones, reglas y valores que han gobernado la econom¨ªa en la fase de expansi¨®n precrisis.
Hay una ¨¦lite que no se hace responsable de sus actos, aunque lleve a la ruina a sus clientes y empresas
El cuestionamiento alcanza instituciones y reglas b¨¢sicas de la econom¨ªa de mercado, como los esquemas de sueldos de los altos directivos; el papel de los bancos centrales a la hora de evitar burbujas y recesiones; el funcionamiento de los organismos de control y supervisi¨®n; el papel de las empresas de auditoria y consultor¨ªa; el de las agencias de rating; el fallo de los bancos en suministrar un bien esencial como es el cr¨¦dito; etc¨¦tera.
Ese cuestionamiento es evidente entre los ciudadanos de a pie y en los trabajadores. Pero emerge tambi¨¦n del n¨²cleo mismo de los defensores de la econom¨ªa de mercado. Basta con leer The Financial Times o The Economist.
?Por qu¨¦ la crisis de 2008 est¨¢ provocando esta deslegitimaci¨®n de la econom¨ªa de mercado?
No es la crisis en s¨ª. Las crisis est¨¢n en el ADN del capitalismo, que es, por naturaleza, maniaco depresivo. El motor de esa bipolaridad son los animals spirits de los que nos habl¨® John M. Keynes, los sentimientos humanos que, al oscilar entre la confianza y la desconfianza, dan lugar a las fases de euforia y depresi¨®n econ¨®mica. Desde hace al menos 200 a?os hemos visto decenas de crisis del capitalismo. Y las seguiremos viendo.
Pero hay crisis y crisis. En la de 2008 hay algo m¨¢s que animals spirits. Ha dejado al descubierto un fallo en las reglas e instituciones y una enorme quiebra en los valores morales que legitiman socialmente el capitalismo: la prudencia de los banqueros, la buena fe, la confianza, la fraternidad o la justicia. Valores cuya importancia para la econom¨ªa de mercado ya hab¨ªa se?alado Adam Smith hace m¨¢s de 200 a?os, y que ahora han vuelto a recordar, entre otros, George Akerlof y Robert Shiller en un libro reciente que vale la pena leer.
Pero cuando se habla de crisis de valores hay que aclarar de qu¨¦ hablamos.
Desde los a?os ochenta, los conservadores han denunciado una crisis de valores morales de las clases populares. A su juicio, las pol¨ªticas sociales del Estado del bienestar habr¨ªan minado el esp¨ªritu de sacrificio, esfuerzo y ahorro de las clases trabajadoras, que habr¨ªan renunciado a su responsabilidad individual para confiarlo todo al pap¨¢ Estado. Esa p¨¦rdida de valores tradicionales ser¨ªa la causa de la disminuci¨®n del ritmo de crecimiento de la productividad y de la crisis.
Pienso que el Estado del bienestar ha sido la mayor innovaci¨®n social del siglo XX, pero no me cuesta aceptar alg¨²n fundamento a esa cr¨ªtica. Ahora bien, la crisis de 2008 no tiene nada que ver con esa pretendida crisis de valores de las clases populares, sino con otra crisis de valores: la de las ¨¦lites del nuevo capitalismo. Desde los ochenta ha surgido un capitalismo corporativo ligado a las grandes instituciones financieras y de consultor¨ªa, diferente en su conducta del capitalismo industrial de los siglos XIX y XX. Con ¨¦l ha emergido una ¨¦lite financiera y de negocios que se ha autoexcluido del resto de la sociedad, creando un c¨®digo moral propio en el que fraude, mala fe, corrupci¨®n y abusos no tienen la misma sanci¨®n moral que para el resto de los mortales. Una ¨¦lite que no se ve responsable de sus actos, aunque lleve a sus clientes a la ruina, y a sus empresas, a la quiebra.
?Por qu¨¦ la inmoralidad en los negocios es mayor ahora que hace 40 a?os, cuando los altos ejecutivos cobraban sueldos razonables, pero no abusivos, y las empresas eran eficientes?
Hay una nueva cultura empresarial surgida de las escuelas de negocios y de las facultades de econom¨ªa de elite que ha favorecido el relativismo moral bajo la ret¨®rica del talento y la excelencia. De nuevo, la cr¨ªtica m¨¢s dura viene de las filas propias. La columna que les ha dedicado The Economist es demoledora (16 de septiembre).
Pero la explicaci¨®n no es ¨²nicamente cultural. La inmoralidad es ahora mayor porque en las dos ¨²ltimas d¨¦cadas se han desmantelado o perdido eficacia las reglas que se introdujeron despu¨¦s de la Gran Depresi¨®n de los treinta. Una desregulaci¨®n que ha encontrado apoyo doctrinal en la teor¨ªa de la eficiencia de los mercados y la racionalidad a rajatabla de los agentes econ¨®micos, y que ha llevado a identificar econom¨ªa de mercado con mercados desregulados. Y as¨ª nos ha ido.
Mientras no se reconstruyan esas reglas y valores que controlaban la conducta depredadora de las ¨¦lites de los negocios, permanecer¨¢ en la sociedad una percepci¨®n de injusticia que deslegitimar¨¢ la econom¨ªa de mercado y restar¨¢ eficacia a las pol¨ªticas. Vamos, que los reformistas tecn¨®cratas han de recordar lo que ense?aban los viejos maestros: que la pol¨ªtica econ¨®mica no es una simple aplicaci¨®n de la teor¨ªa econ¨®mica; hay que adentrarse en la pol¨ªtica y la psicolog¨ªa para comprender el papel de las reglas y la ¨¦tica en el avance de la modernizaci¨®n econ¨®mica.
Ant¨®n Costas Comesa?a es catedr¨¢tico de Pol¨ªtica Econ¨®mica de la UB.
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