Delito y pecado

En su art¨ªculo publicado el 2 de diciembre en EL PA?S, ?Es pecado el liberalismo?, Javier Pradera recuerda que ya en 2004 el entonces cardenal Ratzinguer, como prefecto de la Congregaci¨®n para la Doctrina de la Fe -el Santo Oficio de la Inquisici¨®n puesto al d¨ªa-, inform¨® al presidente de la Conferencia Episcopal estadounidense de que los cat¨®licos pueden comulgar en el caso de que apoyen la pena de muerte, pero no en el supuesto de que defiendan el aborto.

Nada asombroso en alguien que, por las mismas fechas, dej¨® escrito que "un Estado agn¨®stico en relaci¨®n con Dios, que establece el derecho s¨®lo a partir de la mayor¨ªa, tiende a reducirse desde su interior a una asociaci¨®n delictiva", y parece dif¨ªcil que esta frase pueda ser sacada de contexto ya que es bastante expl¨ªcita y autoexplicativa: cualquier Estado que se declare aconfesional y democr¨¢tico es, para la jerarqu¨ªa cat¨®lica, una potencial -o real- asociaci¨®n de delincuentes. A partir de este supuesto, es f¨¢cil deducir cu¨¢l ser¨¢ la posici¨®n de la Iglesia cat¨®lica respecto la legislaci¨®n promulgada por un Estado laico cuando ¨¦sta no coincida con sus principios morales.

Afortunadamente, hace ya alg¨²n tiempo que en este pa¨ªs delito y pecado no es lo mismo; se consideran delito s¨®lo actuaciones que van contra leyes de obligado cumplimiento para todos: ateos, agn¨®sticos o creyentes. Aunque haya quien contin¨²a a?orando los tiempos en que una herej¨ªa era delito de Estado (y viceversa).