Algunas encrucijadas en un mundo 'glocalizado'
Este diciembre, como cada a?o ininterrumpidamente desde hace cuarenta y cuatro, se celebra en Durango la que sin duda se puede considerar la semana estrella del libro y el disco vasco. En este escaparate en el que se convierte la Azoka de la villa vizca¨ªna durante el puente de la Inmaculada, las editoriales y las discogr¨¢ficas tienen a bien vestir sus mejores galas y por a?adidura desplegar el correspondiente carrusel de t¨ªtulos y novedades con los que, en parte, esperan paliar los efectos de este aut¨¦ntico annus horribilis para el sector.
A decir verdad, en Durango la mercadotecnia funciona y su estrategia indisimulada consiste en agrupar por unos d¨ªas a ese mosaico de constelaciones fragmentarias que constituyen el lado amable de eso que a falta de mejor nombre hemos convenido en llamar la industria cultural vasca.
La celebraci¨®n de la feria, en fin, es un pretexto como otro cualquiera para apuntar algunas reflexiones en torno a la necesidad de adecuaci¨®n que este sector est¨¢ obligado a acometer si quiere sobrevivir con alguna dignidad en un mundo inexorablemente glocalizado.
De este modo, lo primero que quisiera subrayar es el hecho cierto de que los retos que lo cultural tiene que afrontar para ganar el siglo XXI tienen entre nosotros un perfil espec¨ªfico, debido fundamentalmente a nuestra realidad socioling¨¹¨ªstica, donde lenguas con un potencial de mercado evidente, como son el castellano y el franc¨¦s, conviven con el euskera, que por razones obvias derivadas (aunque no s¨®lo) de la demograf¨ªa y el n¨²mero de hablantes, forma parte de una cultura evidentemente minoritaria y que sin duda necesita de un apoyo firme y decidido.
Uno de los efectos m¨¢s perniciosos que puede dejarnos esta crisis econ¨®mica que estamos soportando es el de que sucumbamos a la tentaci¨®n de privilegiar el apartado de difusi¨®n y comunicaci¨®n de la cadena cultural, en detrimento de la investigaci¨®n y la creaci¨®n-experimentaci¨®n. Para tratar de evitar la pantanosa deriva de convertir la cultura en una industria m¨¢s del ocio de masas, y sobre todo para que no se identifique la cultura con su envoltorio-espect¨¢culo, se antoja necesario revisar, proponiendo nuevos imaginarios y tambi¨¦n nuevos contenidos, la calidad comunicativa entre usuarios culturales y producciones de cultura.
Adem¨¢s, debiera tenerse en cuenta que el mercado por s¨ª mismo es incapaz de garantizar la financiaci¨®n de las industrias culturales, y con el objeto de que se produzcan unos m¨ªnimos de renovaci¨®n (que no siempre publiquen los mismos autores), parece deseable que el sector privado, que en gran medida se soporta con fondos institucionales, y el sector p¨²blico compartan riesgos.
Y es aqu¨ª donde a mi juicio deben plantearse propuestas audaces que lleven a buen puerto las convergencias que sean necesarias entre algunas industrias culturales para que ¨¦stas, a su vez, provoquen sinergias eficaces que permitan, verbigracia, coproducir competitivamente.
Por ¨²ltimo, quisiera mencionar que no debemos contemplar el reto digital como si de un peligro se tratara. A decir verdad, la realidad on line algunas ventajas tiene, por ejemplo, permite abaratar costes; por tanto, debi¨¦ramos valorar su advenimiento como una oportunidad no s¨®lo para renovar las herramientas de trabajo, sino sobre todo para imaginar nuevos modos de recepci¨®n y percepci¨®n entre los usuarios.
En definitiva, estamos en un tiempo en el que la cultura vasca no debe temer que se difuminen sus peculiaridades. Lejos pues de endogamias culturales, debemos apostar sin ambages por la apertura de lo vasco a lo global, entendi¨¦ndolo como un enriquecimiento que se da tambi¨¦n a la inversa; a saber, que lo global enriquece y conforma lo local. La tarea de la ¨®ptima gesti¨®n de la complejidad es, en ¨²ltima instancia, el mayor de los desaf¨ªos que tiene ante s¨ª la industria cultural vasca.
Aitor Aurrekoetxea es profesor de Filosof¨ªa de la Universidad del Pa¨ªs Vasco-Euskal Herriko Unibertsitatea.
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