"Michael Jackson ha sido el aut¨¦ntico 'castrato' posmoderno"
Aquellos seres castrados con cuerpo de hombre y voz de mujer, condenados a ser monos de feria por obra y gracia de Dios o de la moda al uso en el siglo XVIII. Todas esas criaturas que sucumbieron a la jugosa carne de un negocio como almas en pena y pasaron el resto de su vida en busca de una confusa identidad que s¨®lo encontraban en la m¨²sica, fueron un aut¨¦ntico fen¨®meno barroco con muchas aristas presentes.
Hoy tambi¨¦n es tiempo de castrati, "los primeros grandes divos de este mundo". Lo dice Cecilia Bartoli, la mezzosoprano del momento, que ha dedicado su ¨²ltimo disco, el exuberante Sacrificium, y la gira que empieza hoy en Espa?a -Barcelona, Madrid (d¨ªa 12) y Murcia (15)- a desentra?ar el laberinto de su voz perdida. Lo hace pregunt¨¢ndose algo que hasta hace poco fue tab¨² en el mundo de la ¨®pera: "?Mereci¨® la pena su sacrificio?", se pregunta Bartoli. "Pues creo que no".
"En nombre del arte, nadie habla de la tragedia de los 'castrati"
"La postura de la Iglesia a este respecto fue de un cinismo total"
No por cruel. No por absurdo. No por fan¨¢tico. Por fatuo. Si bien Haendel, Porpora, Leo, Vinci, Pergolesi, Pollarolo, Orlandini, Broschi o Vivaldi escribieron para estos fen¨®menos, que alcanzaban aut¨¦nticas marcas aguantando el aire y la expulsi¨®n del sonido, algunas de sus piezas m¨¢s excelsas, complicadas y admirables. Bartoli se ha decantado por la obra de la escuela napolitana, aut¨¦ntica referencia mundial, junto con Bolonia, de la cantera castrada. Los dos lugares de donde salieron Farinelli, Caffarelli, Sinesino, Porporino, Salimbeni, Bernacchi... Ni?os que a los 8, 9, 10 a?os, pasaron por el barbero o el veterinario para ser despojados de sus atributos y sortear as¨ª, en primera instancia, el hambre como camino previo hacia la gloria. "Pienso en ellos y en su drama, que debi¨® ser tremendo. Pero al menos triunfaron, se enriquecieron. ?Y los que hicieron lo mismo y se quedaron por el camino? De los otros, ?qui¨¦n se acuerda?", plantea Bartoli.
Pregunta. ?D¨®nde est¨¢n los castrati de hoy?
Respuesta. El ¨²ltimo del que tenemos noticia fue Moreschi, que dur¨® hasta principios del siglo XX. Hay grabaciones en Internet. Un Ave Mar¨ªa de Schubert. Ten¨ªa una voz sufriente, una voz triste. Aquello pas¨® a la historia, pero hoy seguimos haciendo cosas absurdas por fanatismo, por moda. Una vez preguntaron a Riccardo Muti acerca de esto y contest¨® que un ejemplo de castrato en nuestros d¨ªas es Michael Jackson. Yo creo que es as¨ª, que ¨¦l ha sido el aut¨¦ntico castrato posmoderno. Se le ve en la cara. La nariz la ten¨ªa, el resto... ?qui¨¦n sabe?
P. Tambi¨¦n Jackson fue un personaje tr¨¢gico. ?Se les notaba en la voz?
R. Convert¨ªan en m¨²sica su tragedia personal. El drama de saber qu¨¦ eran. En las memorias de uno de ellos, Filippo Balatri, queda muy claro. Dice que lo primero que expresaban era el dolor, aunque ninguno tuviera el valor de reconocerlo. Ni siquiera que hab¨ªan sido castrados para dedicarse a la m¨²sica. Todos pon¨ªan la excusa de que hab¨ªa sido un perro, o que se cayeron del caballo, como Farinelli. Balatri me impresiona cuando comenta: "Nunca tendr¨¦ la satisfacci¨®n de que alguien me llame padre".
P. Pero los que triunfaban, tampoco ten¨ªan mala vida.
R. No, claro. Eran viajeros, inquietos, cosmopolitas, muy ricos.
P. ?Se puede hacer uno idea de las dificultades que superaban al estudiar bien las partituras?
R. Las partituras cantan. Se ve claramente la dificultad, los compases que se suceden sin apenas espacio para respirar, por la extensi¨®n en las que se las arreglaban para aguantar la pureza del sonido, para sostener el aire. Yo puedo intentarlo, pero me falta, como decirlo, lo de abajo. Se preparaban desde los 8 a?os hasta los 12, en escuelas especiales. Adquir¨ªan t¨¦cnica, expresividad y buena educaci¨®n, cultura. Sobre todo, comida asegurada. Era el modo de escapar de la pobreza.
P. Y para alimentar un buen negocio.
R. Desde luego. Un negocio sobre el que se ha desplegado una gran hipocres¨ªa. Nadie habla de la tragedia, todo el mundo destaca siempre la maravilla, en el nombre del arte, de la m¨²sica.
P. ?La Iglesia lo toleraba?
R. La posici¨®n de la Iglesia es de un cinismo total. De un lado proh¨ªbe la castraci¨®n y de otro los mete en el coro de la Capilla Sixtina. Pero es que tampoco dejaba cantar a las mujeres, lo que alentaba el negocio de los castrados. A ello dediqu¨¦ mi anterior disco, Opera Proibita.
P. De entre todos ellos, ?qui¨¦n le ha llegado m¨¢s adentro?
R. Cada uno ten¨ªa una particularidad. Salimbeni pose¨ªa una calidad en la l¨ªnea, era el Dios del fraseo. Caffarelli era insoportable, una aut¨¦ntica castra diva. Pero ten¨ªa unos registros largu¨ªsimos. Farinelli contaba con la facilidad del registro y superaba todas las tesituras. Era como un viol¨ªn, escucharle deb¨ªa ser monstruoso. Para contrarrestar esto le ped¨ªa a su hermano, Riccardo Broschi, que le escribiera arias lentas y sentidas en las que alcanzar la profundidad del sentimiento frente a lo funambulesco. Adem¨¢s, era una gran persona. Aqu¨ª lo saben, pas¨® parte de su vida en Espa?a.
P. En la corte de Felipe V y Fernando VII. Fue discreto, inteligente, cabal... Nadie hablaba mal de ¨¦l. Fue quien introdujo la ¨®pera italiana en la corte espa?ola y no tiene ni una calle, ni una estatua en Madrid.
R. ?No me diga? Encima, como no hay herederos que lo reivindiquen... Lo tiene dif¨ªcil. Pueden aprovechar ahora, con tanta obra como est¨¢n haciendo en la ciudad y despu¨¦s de esa duda que tienen sobre d¨®nde recolocar la estatua de Col¨®n para hacerle un hueco.
P. ?Quedan todav¨ªa muchas leyendas castradas por enterrar?
R. Demasiadas. Haciendo este trabajo, me he planteado por qu¨¦ no se hac¨ªa con las mujeres. Creo que hay una respuesta. A los ni?os hab¨ªa que castrarlos a partir de los ocho a?os, una edad en la que es f¨¢cil manipularles. Pero en el caso de una ni?a, habr¨ªa que hacerlo a los 12 o 14, y ah¨ª es m¨¢s dif¨ªcil que se conformen con seg¨²n qu¨¦ cosas. Luego est¨¢ el asunto sexual. Para ellos deb¨ªa ser tan frustrante que por eso exageraban y contaban haza?as. ?Hala! ?Venga! Que pod¨ªan hacerlo hasta cinco horas sin parar ni dejar rastro, claro. Adem¨¢s, los maridos enga?ados no ten¨ªan manera de enterarse.
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