Demasiada testosterona, Tiger
Una inevitable doble vida no impidi¨® a Woods convertirse en el mejor jugador de la historia
A Doug Barron, un jugador casi desconocido, le sancion¨® la PGA norteamericana, la asociaci¨®n que regula los torneos de golf, tras un positivo por testosterona. "No la tomaba para jugar", se defendi¨® Barron, de 40 a?os; "sufr¨ªa fatiga cr¨®nica y una absoluta ausencia de deseo sexual. La mayor¨ªa de los d¨ªas no ten¨ªa ganas de salir de la cama y mucho menos de hacer algo en ella. La testosterona fue la soluci¨®n. Y ahora el castigo. ?Es justo que tenga que elegir entre el golf y una vida sexual sana?".
Si, como esta historia parece ense?ar, el nivel de testosterona puede considerarse un ¨ªndice de calidad de vida, de calidad de juego, no es de extra?ar que Barron no figure ni entre los 1.000 primeros jugadores del ranking mundial ni que la suma de sus ganancias en tantos a?os de carrera no alcance ni el mill¨®n de d¨®lares.
Ni tampoco a nadie maravilla que la hormona masculina por definici¨®n, su exceso, permitiera a Tiger Woods transportar el golf a una dimensi¨®n en la que la fuerza bruta no rechaza el talento, el toque; que transformara su vida en un galimat¨ªas hom¨¦rico, cuya exposici¨®n transparente y n¨ªtida a la curiosidad p¨²blica le ha conducido a la desgracia en menos tiempo que el que se tarda en contarlo. En los tiempos de Internet y tantos blogs, la expresi¨®n a la velocidad del rayo ha dejado de ser una exageraci¨®n. Sic transit gloria mundi.
A Woods la testosterona, su exceso en su caso, le ha obligado a elegir entre el golf y la vida. La desgracia cay¨® s¨²bita sobre ¨¦l la noche m¨¢s se?alada, la que cerraba el D¨ªa de Acci¨®n de Gracias, el ¨²ltimo jueves de todos los noviembres, que, como Hollywood nos ha mostrado, consiste en un men¨² de pavo, reproches psicoanal¨ªticos, ajustes de cuentas familiares, alcohol e histeria. Para Woods, deportista modelo -la sonrisa del r¨¦gimen-, padre modelo, vecino modelo, la jornada termin¨® con un aparatoso cacharrazo con el coche a la puerta de su jard¨ªn que el mundo, cuando, horas despu¨¦s empez¨® a tener noticias, contempl¨® con temor primero, extra?eza despu¨¦s, indignaci¨®n finalmente. Fue como si una fuerza invisible levantara sin miramientos la alfombra de su vida dejando a la vista lo que ocultaba, el verdadero mecanismo de la existencia, su motor.
Seguramente, en alguna obra perdida de Freud habr¨¢ un estudio sobre el car¨¢cter f¨¢lico del palo de golf, sobre la f¨¢cil analog¨ªa sexual del deporte que consiste en embocar una bola en un agujerito. Si no lo hay, deber¨ªa haberlo. Y, si no, lo podr¨ªa escribir el propio Woods, a quien su padre, un fan¨¢tico del golf que a los dos a?os ya le llevaba a los programas de televisi¨®n de ni?os prodigio para que mostrara al mundo c¨®mo golpeaba ya a la bola, como un adulto, le apod¨® Tiger en recuerdo de un compa?ero boina verde ca¨ªdo en Vietnam sin prever seguramente la connotaci¨®n de guerrero sexual que tomar¨ªa cuando su hijo del alma cumpliera los 34. Una connotaci¨®n que, en un pa¨ªs que aclama las haza?as b¨¦licas como religi¨®n nacional y considera al sexo un pecado, s¨®lo puede conducir a la condena. Y m¨¢s si va acompa?ado de enga?o.
John Daly, otro golfista de gran talento, ganador de dos grandes, anda por su tercer divorcio, es jugador y alcoh¨®lico. Lo asume. Quema a toda velocidad sus ingresos, acepta patrocinios de garitos infames tipo Hooters -hamburguesas y alitas de pollo servidas por camareras-escote-, el papel de bad boy de un deporte de gentlemen. Acepta no alcanzar ya nunca la plenitud deportiva que su talento la prometi¨®. Una forma de canalizar el exceso de testosterona, el exceso de deseo.
Woods nunca podr¨ªa ser John Daly. Woods fue educado para ser perfecto, jugar como un robot, sentir como una m¨¢quina. Para ser el mejor del mundo, el mejor de la historia, le ense?aron, tienes que olvidarte de las pasiones, del deseo. Como es sabido, el corolario inevitable de la represi¨®n es la mentira.
Lo m¨¢s extraordinario es que lo consigui¨®. Llevando una doble vida, neg¨¢ndose a negarse las pasiones, se convirti¨® en el mejor golfista de la historia. Nada m¨¢s empezar a jugar con los profesionales ya fue el mejor del mundo y en tres, cuatro a?os m¨¢s ya fue el mejor de la historia. Revolucion¨® el golf como Picasso el arte. Rompi¨® barreras. Es negro en un deporte de blancos. El primer negro que gan¨® el Masters, en un Estado, Georgia, en el que los octogenarios a¨²n recuerdan los tiempos de los esclavos; en un campo, el de Augusta, en el que hasta hace 20 a?os los ¨²nicos negros a los que dejaban entrar era a los caddies y a los camareros. Su historia golf¨ªstica s¨®lo se puede entender como un desaf¨ªo a los nombres m¨¢s grandes, a Nicklaus y Palmer, a Bobby Jones y Hogan. Las grandes empresas lo entendieron inmediatamente. Nike, Gillette, Buick, AT & T, Tag Heuer, Accenture..., pujaron para convertirlo en su imagen. ?l les correspondi¨® con gracia y donosura. Una sonrisa brillante en los dientes, unos ojos fr¨ªos. Una esposa sueca y rubia, Elin Nordegen, a quien conoci¨®, qu¨¦ entra?able, porque era la ni?era de Parnevik, golfista sueco y vecino, quien se la present¨®. Dos ni?os encantadores que le permitieron posados edulcorados, fotos que toda buena familia envidiaba.
Les correspondi¨® tambi¨¦n con un apetito ¨²nico por ser, por seguir siendo, el m¨¢s grande, por un estilo ¨¦pico en el campo -trufado ¨²ltimamente, es cierto, con malos gestos, con malas palabras y miradas heladoras despu¨¦s de fallar alg¨²n golpe- epitomizado en la forma en la que, lesionado -dos d¨ªas despu¨¦s se oper¨® los ligamentos de una rodilla-, cojo, gan¨® por ¨²ltima vez el Open de Estados Unidos tras un desempate de 18 hoyos en lunes.
La buena imagen, la tierna fotograf¨ªa de su vida, vol¨® hecha a?icos tan peque?os como los del cristal de su coche atizado con un palo de golf por su esposa la noche en la que todo termin¨®. Desde aquel d¨ªa, a la velocidad del rayo, volaron tambi¨¦n sus orgullosos patrocinadores, que ya no quieren su foto, la cara de un pecador, junto a sus productos; con la misma rapidez, tambi¨¦n, Nicklaus, Palmer, Hogan, han dejado de ser los nombres que el aficionado asocia a su lado. Los ha sustituido otra letan¨ªa, Rachel Urchitel, Joslyn James, Holly Sampson, Jaimee Grubbs, Kalika Moquin, Jamie Jungers, Mindy Lawlon, Cori Rist, Loredana Jolie... Los nombres de sus supuestas amantes. Nombres que parecen extra¨ªdos de un listado de playmates del mes. Nombres que atestiguan que Tiger Woods no limitaba sus haza?as al c¨¦sped de los mejores campos del mundo.
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