La guerra justa excluye a las mujeres
Tras la ca¨ªda de los talibanes, todo el mundo quer¨ªa venir y trabajar por los derechos de las mujeres y se enorgullec¨ªa de poder decir que estaban aqu¨ª para ayudar a las mujeres afganas. Poco a poco, esto ha desaparecido"... "Las mujeres no somos la prioridad para nuestro propio Gobierno ni para la comunidad internacional. Hemos sido olvidadas". Estas palabras de la parlamentaria afgana Shinkai Karokhail abren el reciente informe de la organizaci¨®n Human Rights Watch (HRW) Afganist¨¢n: mantener las promesas a las mujeres afganas (www.hrw.org), de muy limitadas repercusiones medi¨¢ticas en el mundo entero.
El informe es un relato, no por conocido menos escalofriante, acerca del r¨¦gimen de terror bajo el que viven las afganas y a las que la intervenci¨®n internacional apenas si ha sido capaz de dar una esperanza real. HRW considera que hubo mejoras entre 2002 y 2005, pero que a partir de entonces hay retrocesos dram¨¢ticos.
La intervenci¨®n internacional apenas ofrece esperanzas reales a las afganas
Las mujeres prominentes que luchan por los derechos femeninos son asesinadas o viven amedrentadas. El 87,2% de las afganas han sufrido al menos alguna vez la violencia o el matrimonio forzado. El delito de violaci¨®n ha sido tipificado este a?o, pero las autoridades no lo persiguen, lo que favorece la impunidad y la venganza de los denunciados. Entre el 70% y el 80% de las bodas se celebran sin el consentimiento de la mujer o la ni?a, y en m¨¢s de la mitad de los matrimonios las contrayentes son menores de 16 a?os. Las que huyen de sus casas no se libran de su condena, ya que, aunque no es delito escapar del hogar, las autoridades suelen devolver al infierno a las que consiguen atrapar. Los suicidios e intentos de suicidio prendi¨¦ndose fuego se cuentan por miles cada a?o, como hemos sabido de otros informes.
En plena campa?a electoral, el presidente Hamid Karzai, financiado y apoyado por la comunidad internacional, aprob¨® la Ley sobre el Estatuto Personal Chi¨ª que permite a los hombres de etnia hazara dejar sin alimentos a la esposa que reh¨²se satisfacer sus necesidades sexuales, impone a la mujer la obligaci¨®n de pedir permiso al marido para salir de casa y concede la patria potestad exclusivamente a los padres o abuelos (no a las madres o abuelas).
En el terreno educativo se han logrado avances, pero las escolares afrontan serias dificultades y en los primeros a?os de secundaria son s¨®lo un 11% del alumnado. Este verano hubo 102 ataques a escuelas del sur y el este del pa¨ªs y 196 ni?as fueron envenenadas.
Las atrocidades que sufren las afganas vienen consternando al mundo desde que la guerrilla fundamentalista talib¨¢n se hizo fuerte en el pa¨ªs a mediados de los a?os noventa, instituyendo el r¨¦gimen m¨¢s cruel que se ha conocido nunca contra la mitad de su poblaci¨®n: las mujeres. La obligaci¨®n de portar el burka, de no salir solas de casa, de abandonar las escuelas y de siquiera hacer ruido al andar para no molestar a los varones fueron algunos de los detalles de la vida cotidiana que fuimos conociendo con el coraz¨®n encogido, mientras llegaban noticias de violaciones, suicidios y asesinatos de mujeres.
Como es bien sabido, no fue esta brutal vulneraci¨®n de los derechos humanos lo que movi¨® a la comunidad internacional a atacar al r¨¦gimen talib¨¢n, sino la evidencia de que los actos terroristas del 11-S se planificaron en suelo afgano. Pero muchos vieron en la invasi¨®n la oportunidad de acabar con el apartheid afgano. El peor, pero no ¨²nico "apartheid sexual" existente en el mundo, como lo calific¨® en su d¨ªa el diplom¨¢tico Ignacio Garc¨ªa-Valdecasas en estas mismas p¨¢ginas. Ante la perplejidad de muchos, tras la ca¨ªda de los talibanes, las mujeres continuaron y contin¨²an secuestradas por los burkas y una sociedad cruelmente mis¨®gina. "Todas las mujeres son despreciables, incluidas tu madre y tu hermana", proclaman los pastunes.
Afganist¨¢n es de nuevo noticia. Pero no por el informe de HRW. Los aliados se disponen a reforzar sus efectivos para intentar ganar la batalla. Ni siquiera Barack Obama, que defendi¨® la igualdad en su gira por el mundo ¨¢rabe en junio, se acord¨® esta vez de las afganas en su valiente discurso de Oslo al recibir el Nobel de la Paz cuando defendi¨® la intervenci¨®n en Afganist¨¢n aludiendo a la guerra justa.
El mundo fue capaz de alzarse contra el apartheid surafricano y convertir en bandera la lucha contra la discriminaci¨®n racial. En 1992, los atletas surafricanos, tras las sanciones impuestas al pa¨ªs, volvieron a participar en los Juegos Ol¨ªmpicos, pero 26 pa¨ªses siguieron compitiendo en los Juegos a pesar de vetar a las mujeres en sus delegaciones, lo que contraviene el esp¨ªritu de la Carta Ol¨ªmpica.
?Por qu¨¦ la discriminaci¨®n sexual no tiene el mismo valor que otras injusticias sociales? ?Por qu¨¦ los derechos humanos de las mujeres quedan sistem¨¢ticamente al margen de las agendas pol¨ªticas?
Hay una distorsi¨®n global en nuestro concepto de la Justicia y la Igualdad mientras suplicios como el que sufren las afganas se limiten a ser un asunto de las ONG. La comunidad internacional se apresta a reforzar sus tropas para dejar cuanto antes Afganist¨¢n. Todo parece indicar que hace tiempo que abandon¨® a su suerte a la mitad de la poblaci¨®n del pa¨ªs.
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