?La guerra de Bush o la de Obama?
No parece aventurado pensar que detr¨¢s del discurso de Obama sobre la nueva estrategia en Afganist¨¢n hay varias semanas de duro contraste entre el presidente y el Pent¨¢gono, en las que se ha llegado a un compromiso cargado de riesgos.
?En qu¨¦ se diferencia esta nueva estrategia de la de Bush? Es m¨¢s probable que una nueva escalada en la guerra, con miles de muertos civiles, en vez de atraer a la poblaci¨®n afgana, fortalezca a los talibanes y multiplique la participaci¨®n de musulmanes de otros pa¨ªses. La implicaci¨®n mayor de Pakist¨¢n al lado de Estados Unidos, ?no compromete gravemente la estabilidad del Gobierno de este pa¨ªs, ya muy fr¨¢gil?
En realidad, la nueva estrategia est¨¢ construida sobre una simulaci¨®n, un espejismo: que las tropas estadounidenses est¨¢n en Afganist¨¢n apoyando a un Gobierno afgano. En esto reside la simulaci¨®n porque, aunque Karzai sea originario de aquellas tierras, la verdad es que era un emigrante que vino en los furgones del Ej¨¦rcito norteamericano y que su Gobierno fue instalado por Estados Unidos.
Estados unidos apoya al Gobierno de mercenarios de Karzai aunque lo haga mal
EE UU acusa a Karzai y a sus auxiliares de ser corruptos. Pero, ?de qu¨¦ extra?arse? El ciudadano de un pa¨ªs ocupado que se pone al servicio del invasor no lo hace nunca por patriotismo, lo hace por dinero y cuanto m¨¢s, mejor. La corrupci¨®n est¨¢ en la naturaleza de ese tipo de gobierno, que no es afgano sino impuesto por EE UU. Es ese Gobierno de mercenarios el que est¨¢ apoyando a EE UU aunque lo haga mal. La pantomima de elecciones representada en ese pa¨ªs bajo la ocupaci¨®n, es parte del simulacro.
Mi impresi¨®n es que Obama ha sido forzado a aceptar la continuaci¨®n de la guerra de Bush, que, a los ojos de muchos, empieza a ser la suya. As¨ª, la lucha contra el terrorismo sigue siendo una guerra, como quer¨ªa Bush, en la que cada d¨ªa pueden apuntarse m¨¢s pa¨ªses. Obama trata de que se impliquen m¨¢s los de Occidente. Pero por Oriente tambi¨¦n se extiende. Pakist¨¢n, que ya est¨¢ implicado, corre el peligro de dar un vuelco que le sit¨²e enfrente. Y, atenci¨®n a lo que puede pasar con Ir¨¢n.
?Hasta d¨®nde puede llevar esta estrategia? Porque una nueva escalada en Afganist¨¢n para "terminar la guerra en 18 meses" va a hacerse procurando que la p¨¦rdida de vidas norteamericanas sea m¨ªnima, lo que significa que los da?os colaterales, es decir, la p¨¦rdida de vidas de la poblaci¨®n musulmana, incluidos mujeres, ni?os y ancianos, puede ser enorme. Esto provocar¨¢ una reacci¨®n muy fuerte en todo el mundo musulm¨¢n y m¨¢s all¨¢, incluso en Estados Unidos y en Europa. La reciente crisis del Gobierno alem¨¢n es prueba de ello.
Obama puede perder as¨ª el apoyo de la izquierda americana y, si a esto se une el odio cerval de la derecha que est¨¢ llegando ya a extremos delirantes, las formidables ilusiones despertadas en su pa¨ªs y en el mundo entero habr¨ªan sido s¨®lo eso: ilusiones, sue?os.
El golpe de tim¨®n que Obama se propon¨ªa dar a la pol¨ªtica de Estados Unidos y, como consecuencia, a toda la pol¨ªtica mundial corre el peligro de quedar sin efecto. Reconozco que cambiar profundamente el rumbo de una potencia como ¨¦sta, orientada largos a?os hacia un objetivo, la dominaci¨®n mundial, es una tarea muy dif¨ªcil. Se han ido creando poderes f¨¢cticos, ajenos a principios democr¨¢ticos, muy potentes. Eisenhower, al abandonar la presidencia, llam¨® ya la atenci¨®n sobre el "complejo militar-industrial": el Pent¨¢gono, los lobbies financieros e industriales, los m¨²ltiples servicios secretos habituados a la impunidad, los grandes medios de comunicaci¨®n controlados por las finanzas. Todo esto constituye un poder enorme que puede anular los resultados de la voluntad popular.
Una estrategia militar salida de una transaci¨®n entre dos criterios opuestos, como es ahora el caso de Afganist¨¢n, no suele dar resultado. Una guerra no suele conducirse as¨ª. Pero si adem¨¢s se basa en una simulaci¨®n de la realidad, en la esperanza de que el sistema que corona Karzai deje de ser corrupto y pueda sustituir al Ej¨¦rcito de ocupaci¨®n, y todo esto adem¨¢s en el plazo de un a?o, parece m¨¢s bien una quimera. Si el Pent¨¢gono la ha aceptado, lo m¨¢s probable es que piense obtener m¨¢s refuerzos en 2011, cuando se compruebe que la nueva estrategia no ha modificado el panorama militar. Por cierto, que el panglosiano secretario general de la OTAN, m¨¢s cerca del Pent¨¢gono que de Obama, advierte ya -corrigiendo a ¨¦ste- que "transici¨®n no quiere decir estrategia de salida".
Treinta mil o 40.000 soldados no van a evitar un nuevo Vietnam. Hay que recordar que hace unas semanas 20.000 soldados paquistan¨ªes iniciaban una ofensiva para limpiar de talibanes la frontera, operaci¨®n que se consideraba muy importante. A los dos d¨ªas ya no se ha vuelto a hablar m¨¢s de ella ni de los 20.000 soldados.
?Qu¨¦ va a hacer Europa? En nuestro continente parece que muy pocos Gobiernos est¨¢n encantados con la soluci¨®n que se propone y la mayor¨ªa de los ciudadanos son contrarios a ella. Pero hay una inercia que consiste en respaldar siempre las iniciativas americanas, inercia que podr¨ªa imponerse en la reuni¨®n prevista para el pr¨®ximo 25 de enero. Ser¨ªa un error en el que el Gobierno espa?ol no deber¨ªa incurrir. Ya ha muerto demasiada gente en guerras sucias e injustas. Hay que evitar que la lucha contra el terrorismo sea la tercera guerra mundial como imaginaba Bush.
Santiago Carrillo, ex secretario general del PCE, es comentarista pol¨ªtico.
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