Aminetu, Amineyo
Fueron los ojos. Los ojos nunca mienten. Si por el humo se sabe donde est¨¢ el fuego, que dice la zarzuela, por los ojos se sabe quien miente y quien no miente. Eran ojos tristes, cansados, quiz¨¢s resignados, dolorosos, planos, los de Aminetu Haidar en el cuartucho de Lanzarote donde la han recluido la incompetencia de las naciones, especialmente la insensibilidad de Marruecos, y la sorpresa espa?ola, atrapada entre el d¨¦bito al vecino por las buenas relaciones y la mala conciencia del S¨¢hara heredada del franquismo, no resuelta, al menos moralmente. All¨ª, en su cuartucho, Aminetu se consume en vida, en la misma medida que sus ojos pierden la luz y nos miran a todos nosotros como buscando en la neblina al menos una sombra de luz, una linterna, ?una vela, se?ores, una vela! que le indique con dignidad el camino de salida.
Y los pa¨ªses se enredan en papeleos, relaciones diplom¨¢ticas, apelaciones a los plenipotenciarios EE UU o amistades regias. Y algunos tertulianos se enredan en la defensa de la marroquineidad del S¨¢hara con el mismo ¨ªmpetu que defienden la espa?olidad de Ceuta y Melilla. Es decir, sin explicar ni lo uno ni lo otro. Y los ojos de Aminetu se entornan, alcanzando la comisura de Bette Davis, mientras algunos se enredan en papeleos y sutilezas nacionales como si todo fuera un debate entre una loca y un asunto de Estado, presuponiendo que los asuntos de Estado est¨¢n por encima de todos nosotros, los locos.
Hay que ir al origen de la cuesti¨®n. Supongamos que Espa?a decide imitar a la virtual democracia marroqu¨ª y aprueba expulsar del pa¨ªs a todos los marroqu¨ªs que cometan delitos en Espa?a. A Casablanca, por ejemplo. La decisi¨®n de la virtual democracia marroqu¨ª de expulsar a Aminetu, saharaui, pacifista, ning¨²n peligro p¨²blico, es de una ignominia supina, el ejemplo m¨¢ximo de la estulticia de un pa¨ªs que se quita los problemas de en medio traslad¨¢ndolos al vecino m¨¢s cercano. La democracia marroqu¨ª se duele de su herida. En cuanto raspas, sale la vertiente autoritaria que anida todav¨ªa en su estructura. Ese es el problema. Espa?a ha tratado de ofrecer toda su ayuda humanitaria a Aminetu con tal de no enfrentarse a Marruecos (Ceuta y Melilla, aguas territoriales, inmigraci¨®n ilegal). Aminetu, a su vez, interioriza en la pupila de sus ojos tristes, el papel de m¨¢rtir. Ambos se equivocan. Espa?a ve como su diplomacia se empeque?ece; Aminetu pierde la perspectiva de lo que es un acto personal: algo ocasional. Desde que muri¨®, por huelga de hambre Bobby Sands en 1981 hasta que se acab¨® el conflicto en Irlanda del Norte pasaron muchos a?os. Nadie se acord¨® de ¨¦l aquel d¨ªa. Aminetu, es decir, Amineyo (porque muchos somos t¨²) debe saber que presionar a Espa?a es salvar a Marruecos, a quien por cierto le preocupan poco sus ojos tristes, su dolor, su muerte.
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