Libres seg¨²n
Una de las actitudes que parece haber pasado a mejor vida en el mundo occidental, y desde luego en nuestro pa¨ªs, es la que engloba una serie de antiguas virtudes que, por lo visto, ya nadie considera tales. Ll¨¢menlas sobriedad, discreci¨®n, elegancia, austeridad, aversi¨®n a la histeria, al exceso y al pataleo, deseo de no importunar y de no crear m¨¢s complicaciones de las existentes, de no dar la lata ni entorpecer las tareas de los dem¨¢s. Ll¨¢menlas aguante, entereza, capacidad de encaje ante los reveses y los contratiempos, ganas de no desorbitar las cosas ni sacarlas de quicio, y por supuesto asunci¨®n de la propia responsabilidad. Todo eso, que era fundamental para la convivencia y para que cada cual realizara su trabajo con cierta eficacia y sin presiones inmerecidas, ha desaparecido de la faz de nuestras tierras. Espa?a, me temo, es el pa¨ªs que en mayor medida lo ha desterrado, de cuantos conozco, y sus ciudadanos se han convertido en los m¨¢s exigentes, quejicas y desp¨®ticos, unos individuos (ya s¨¦, hay excepciones) que creen tener derecho a todo y ning¨²n deber; que, cuando cometen imprudencias a las que nadie los obliga, claman contra el Gobierno de turno si ¨¦ste no se apresura a sacarles las casta?as del fuego, espoleados por una caterva de periodistas, eminentemente televisivos, a los que nada gusta tanto como despotricar y exigir responsabilidades a quienes no las tienen.
"Claman contra el Gobierno de turno si ¨¦ste no se apresura a sacarles las casta?as del fuego"
No s¨¦. Toda desgracia es lamentable, sentimos compasi¨®n por quienes las padecen, se las hayan buscado o no (ejem), y deseamos que logren salir de ellas. Pero, la verdad, yo no entiendo por qu¨¦ el Estado -es decir, "los dem¨¢s"- tiene o tenemos la culpa de que unos turistas naufraguen en aguas egipcias y no todos logren salvarse. Tampoco que s¨®lo "los dem¨¢s" la tengamos de que un atunero que faenaba fuera de la zona protegida haya sido capturado por piratas y sus tripulantes retenidos durante mes y medio. Ni que las familias de esos pescadores -que trabajan en el sector privado- se pongan de inmediato a "exigir" y "reclamar" cosas, algunas tan caprichosas como "una sala VIP" en el aeropuerto de Bilbao. Probablemente se la habr¨ªan brindado de todas formas para el encuentro con los secuestrados, pero, ?de qu¨¦ mentalidad proviene la idea de la "reclamaci¨®n"? No hablemos de las nevadas de cada invierno: se anuncian, se desaconseja a los conductores que se echen a las carreteras. ?stos no hacen ni caso, luego se quedan atrapados durante horas, y quienes se la cargan son los meteor¨®logos, Protecci¨®n Civil y el Gobierno, m¨¢s o menos por no haber impedido la ca¨ªda de copos desde el cielo. Si hay una riada y se inunda un pueblo, en seguida se ve a ciudadanos col¨¦ricos, azuzados por las televisiones, exclamando: "?D¨®nde est¨¢n las autoridades? Nos hemos quedado sin luz ni tel¨¦fono, y las tuber¨ªas est¨¢n atascadas. ?C¨®mo es posible que no se remedie todo al instante?" Pocos parecen capaces de razonar y decirse: "Hombre, con la tromba es normal que todo se haya ido al carajo. A ver si escampa y lo arreglan cuando puedan, buenamente".
Asimismo ha desaparecido, o menguado, el sentimiento de gratitud. Si yo perteneciera a alguno de los cuerpos que echan una mano a la gente en apuros (si fuera bombero, polic¨ªa, militar o reparador de desperfectos), estar¨ªa desesperado al comprobar que casi nadie da las gracias por las duras tareas o rescates que llevan a cabo, sino que lo normal es que los afectados se solivianten porque uno no ha actuado con la suficiente rapidez o -lo que es m¨¢s c¨®mico y m¨¢s tr¨¢gico- no ha adivinado que se iba a producir un incendio, una inundaci¨®n, un atraco, un secuestro, un atentado, y no los ha impedido. Y qu¨¦ decir de los m¨¦dicos y las enfermeras. Suelen ser personas admirables, que hacen lo indecible por salvar vidas y curar enfermedades. Y, cuando nada pueden, son seguramente los primeros en lamentarlo. Pues bien, cada vez es m¨¢s frecuente que los pacientes y sus familiares, lejos de facilitarles su tarea y sentir agradecimiento hacia ellos, se pongan hechos unos basiliscos cuando se les anuncia que por desgracia no hay remedio. "?C¨®mo que no?", gritan enfurecidos, y no es nada raro que peguen a la doctora o al enfermero. "Usted tiene que curar a mi padre de ciento dos a?os, y si no, es una inepta y se le va a caer el pelo, a usted y a la cl¨ªnica entera". En cuanto a los maestros y profesores, que se encargan de la noble y paciente misi¨®n de desasnar a los asnos (todos lo somos inicialmente), no s¨®lo no reciben a menudo la gratitud de los progenitores de asnos, sino que les llegan s¨®lo sus quejas, su ira e incluso sus agresiones, porque en el fondo esos padres est¨¢n a su vez deficientemente desasnados y les debe de molestar que sus v¨¢stagos se hagan m¨¢s civilizados que ellos.
Nuestros Gobiernos suelen ser pusil¨¢nimes y no se atreven a poner freno a esta creciente creencia, por parte de la poblaci¨®n, de que todo le es debido; aunque sea ella sola, por su cuenta y riesgo, la que se meta en un berenjenal o se exponga a una estafa, "los dem¨¢s" estamos obligados a salvarla o a resarcirla. Todav¨ªa estoy esperando a que alg¨²n dirigente se plante y lance este sencillo y razonable mensaje: los ciudadanos son libres siempre, luego deben hacerse responsables de sus actos y decisiones.?
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