Extremar la prudencia
La decisi¨®n del Tribunal Superior de Justicia ha devuelto a la actualidad el plan Rabassa, sobre el que tanto se ha discutido ya en Alicante. Ahora, hablar de Rabassa para referirnos al mismo proyecto que se present¨® hace ocho a?os, quiz¨¢ no sea del todo correcto. Es cierto que el plan no ha variado en lo sustancial, pero su promotor ha procurado -en este periodo- adaptarlo a los cambios que se produc¨ªan en la sociedad. Si hubi¨¦ramos de explicarlo de una forma gr¨¢fica, dir¨ªamos que Rabassa ha pasado de mostrarse con una intratable soberbia a una discreta modosidad. La petici¨®n de Enrique Ortiz, formulada hace unos d¨ªas, para que se contemple dentro del Plan General de la ciudad as¨ª lo indica. Es impensable que esta demanda se hubiera producido tiempo atr¨¢s. ?Qu¨¦ ha sucedido para que se origine este cambio?
Rabassa es un ejemplo de la pol¨ªtica urban¨ªstica practicada en la Comunidad Valenciana durante la ¨²ltima d¨¦cada, y que ahora est¨¢ en entredicho. Se sustentaba esta pol¨ªtica en el convencimiento de que la construcci¨®n era la base principal de nuestra econom¨ªa y que nunca tendr¨ªa fin. Pero, conviene hacer una puntualizaci¨®n: Rabassa no es una peculiaridad en el desarrollo urbano de Alicante. Al contrario, refleja a la perfecci¨®n lo que ha sido -salvo breves periodos- la historia del urbanismo en la poblaci¨®n. El Ayuntamiento ha dejado tradicionalmente el desarrollo de la ciudad en manos de los promotores privados, que han construido seg¨²n su voluntad. En este aspecto, Alicante puede considerarse un modelo de c¨®mo act¨²a la iniciativa privada cuando carece del contrapeso efectivo de los poderes p¨²blicos. Los problemas que padecemos los alicantinos en la actualidad son consecuencia de esta manera de hacer las cosas.
En un documento reciente, los empresarios valencianos afirman que la sociedad ha "abdicado de sus responsabilidades, dejando en manos de la clase pol¨ªtica la tarea de dirigir y gestionar la marcha de la sociedad." La apreciaci¨®n es cierta, en l¨ªneas generales, pero cabe hacer alguna precisi¨®n, cuanto menos en lo que respecta al plan Rabassa. En este asunto, no podemos decir que la sociedad civil abdicara de sus responsabilidades. Todo lo contrario. Pocas veces hemos visto un plan tan contestado por la sociedad y con unos argumentos tan formidables. Por poner un ejemplo cualificado, los propios arquitectos de la Comunidad Valenciana consideraron que el proyecto no respond¨ªa a las necesidades del "crecimiento sensato" de la ciudad, y as¨ª lo dijeron p¨²blicamente. No se les hizo ning¨²n caso. ?C¨®mo hubiera agradecido en aquel momento la sociedad civil un documento como el que publican ahora los se?ores empresarios!
Al margen de cual sea la decisi¨®n final del Tribunal Superior de Justicia, hay un hecho evidente: el tiempo juega en contra del plan Rabassa. Esto lo sabe su promotor, Enrique Ortiz, que ha ido variando su estrategia y ha suavizado aspectos del mismo para hacerlo m¨¢s aceptable a la opini¨®n p¨²blica. Tambi¨¦n lo sabe Sonia Castedo, la alcaldesa de Alicante. La vehemencia con la que Castedo defendi¨® Rabassa como concejal de Urbanismo, no puede compararse con su tibia reacci¨®n actual. La construcci¨®n carece hoy del encanto que tuvo ocho a?os atr¨¢s, cuando comenzaba a tramitarse el proyecto. La percepci¨®n de la sociedad sobre estos asuntos ha cambiado al conocer los manejos de ciertos urbanizadores y pol¨ªticos. Tal como est¨¢n las cosas, conviene extremar la prudencia.
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