El ¨²ltimo mohicano
Juan Carlos Onetti (Montevideo, 1909 - Madrid, 1994) viv¨ªa en la cama y desde?aba la pol¨ªtica, el ¨¦xito, todo lo que apestase a figuraci¨®n p¨²blica. Fue el escritor menos conocido del boom latinoamericano. Pero, de manera involuntaria, se ha convertido en el autor m¨¢s actual de aquellos narradores.
Conoc¨ª la obra de Juan Carlos Onetti a comienzos de la d¨¦cada de los noventa, atra¨ªdo por las leyendas que circulaban sobre ese autor. Mis compa?eros de la facultad de literatura contaban que Onetti era un ermita?o, que se negaba a dar conferencias, y que viv¨ªa tirado en una cama con una botella de whisky.
El perfil del personaje resultaba ex¨®tico en cualquier caso, pero era especialmente inesperado en un escritor del boom latinoamericano. La mayor¨ªa de sus colegas viv¨ªan en olor de multitud, actuando en ocasiones m¨¢s como pol¨ªticos que como artistas. Mario Vargas Llosa hab¨ªa postulado a la presidencia del Per¨². Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez se hab¨ªa reunido con Fidel Castro y con Bill Clinton. Cort¨¢zar hab¨ªa defendido la revoluci¨®n nicarag¨¹ense. Carlos Fuentes era M¨¦xico. Y en cambio Onetti, el mayor de todos, viv¨ªa metido en una cama aferrado a una botella de whisky.
Despu¨¦s averig¨¹¨¦ que Onetti s¨ª hab¨ªa sufrido una persecuci¨®n pol¨ªtica, pero gris, absurda y casi c¨®mica: lo hab¨ªan detenido por formar parte del jurado en un concurso de cuentos.
El cuento ganador se regodeaba en escenas sexuales que resultaron ser una referencia apenas velada a la homosexualidad de un miembro de la junta militar en el gobierno. En castigo, el autor del cuento y los miembros del jurado fueron detenidos por ofensas contra la dignidad de las fuerzas armadas. Durante los interrogatorios, un oficial inquisidor le pregunt¨® a Onetti:
-?Y usted qu¨¦ tendencia pol¨ªtica tiene?
-Ninguna, respondi¨® el narrador.
-?Pero por qui¨¦n vot¨®?
-Por nadie.
-?Pero por qui¨¦n habr¨ªa votado?
-Nunca he votado.
-?Ah! ?Un anarquista!
M¨¢s aburrido que asustado, Onetti respondi¨®:
-Y... Ponele anarquista si quer¨¦s. ?Puedo fumar?
Semanas despu¨¦s -siempre seg¨²n las leyendas-, el escritor tuvo que ser evacuado a un hospital psiqui¨¢trico debido al s¨ªndrome de abstinencia que le produjeron la falta de alcohol y tranquilizantes. Ah¨ª termin¨® su gesta m¨¢s heroica.
Recientemente, revis¨¦ la obra de Onetti para un encuentro sobre su obra organizado por la Casa de Am¨¦rica, la Secretar¨ªa General Iberoamericana y la Fundaci¨®n San Benito de Alc¨¢ntara. Mientras le¨ªa, comprend¨ª que el episodio de esa detenci¨®n habr¨ªa podido ocurrirle a cualquiera de sus personajes: quiz¨¢ a Juntacad¨¢veres, cuyo sue?o dorado era regentar un prost¨ªbulo de medio pelo. O a los protagonistas de El Astillero, que fingen mantener vivo su negocio mientras venden la maquinaria como chatarra. Incluso a los de Tierra de Nadie, que fantasean con huir a una isla que ni siquiera existe. Ninguno de ellos se enfrenta a grandes peripecias ¨¦picas, como los personajes de La guerra del fin del mundo. Ninguno es importante para la historia latinoamericana como El general en su laberinto. S¨®lo son gente ruin enfrentada a la mediocridad de la vida, como la mayor¨ªa de nosotros. Las novelas de Onetti ser¨ªan graciosas si no exhalasen del deprimente humor de la mediocridad.
A eso se debe que Onetti sea el menos conocido de los narradores del boom. Este ¨²ltimo mohicano del existencialismo no s¨®lo desde?aba la pol¨ªtica, tambi¨¦n le asqueaban el ¨¦xito, la fama o el glamour y sent¨ªa una genuina repugnancia por todo lo que apestase a figuraci¨®n p¨²blica. En consecuencia, no se enfrentaba a diab¨®licos dictadores ni a intr¨¦pidos guerrilleros. Tal vez porque habitaba en Uruguay -uno de los pa¨ªses m¨¢s pr¨®speros, pac¨ªficos e igualitarios de la regi¨®n- sab¨ªa que en una democracia ejemplar tambi¨¦n se puede ser infeliz.
Pero tambi¨¦n por eso, y de manera involuntaria, Onetti se ha convertido en el autor m¨¢s actual del boom. Hasta los a?os ochenta, durante el auge de la Revoluci¨®n Cubana, la utop¨ªa real-maravillosa capitaneado por Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez pas¨® como una apisonadora sobre las novelas latinoamericanas, llen¨¢ndolas de mujeres con rabos de cerdo que sal¨ªan volando por las ventanas. Tras la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn, el realismo urbano y frecuentemente violento de la literatura latinoamericana estaba te?ido de Mario Vargas Llosa, cuyos personajes defienden su libertad ante los tiranos.
Pero veinte a?os despu¨¦s, ni un extremo ni otro del espectro ideol¨®gico producen grandes pasiones. La Revoluci¨®n Cubana no ha mejorado la vida de la gente, y tras dos d¨¦cadas sin dictadores en el resto de la regi¨®n, la cantidad de pobres es la misma que antes. Los latinoamericanos votan democr¨¢ticamente por gobernantes autoritarios -Ch¨¢vez, Uribe, el PRI-. Y el fen¨®meno no es exclusivo de Am¨¦rica Latina. A lo largo de la ¨²ltima d¨¦cada, en nombre de la democracia se invaden pa¨ªses como Irak y se toleran dictaduras como las de Libia, Egipto y Kazajist¨¢n.
Esa atm¨®sfera de desencanto se ha reflejado en la literatura latinoamericana y europea. Dos de sus autores m¨¢s destacados de los ¨²ltimos a?os, Bola?o y Houellebecq, pertenecen a la generaci¨®n que vio caer los grandes sue?os de Allende y Mayo del 68, y su amargura recuerda a Onetti. Los poetas asesinos del chileno y los funcionarios onanistas del franc¨¦s, los exiliados suicidas del primero y los turistas sexuales del segundo, podr¨ªan aparecer en cualquier novela de un novelista uruguayo que muri¨® sin conocerlos.
Onetti no parece haber influido en estos autores. No es ¨¦l quien logr¨® que su obra perdurase a trav¨¦s del tiempo. Por el contrario, es el tiempo el que se convirti¨® en lo que sus novelas narraban. A lo largo del siglo XX, el planeta se divid¨ªa en dos grandes verdades. En el siglo XXI sabemos, como sab¨ªa Onetti desde antes, que las dos eran mentira.
Sin duda, es admirable ser a la vez el miembro m¨¢s antiguo y m¨¢s moderno del club m¨¢s selecto de la novela latinoamericana. Pero sobre todo, es notable haberlo hecho desde una cama, con la ¨²nica arma de una botella de whisky.
Santiago Roncagliolo (Lima, 1975) ha publicado recientemente la novela Memorias de una dama (Alfaguara, 2009. 336 p¨¢ginas. 19,50 euros).
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