Noche de Reyes
En 2001, en un viaje en tren con mi hermana Mar¨ªa, estuvimos hablando sobre los Reyes Magos, sobre esa incre¨ªble conspiraci¨®n en la que todos -sin excepci¨®n, medios de comunicaci¨®n incluidos- participamos, y cuyo fin es que los ni?os crean en su existencia real. Los cambios en la edad, por supuesto, son graduales, pero ?qu¨¦ mejor frontera que el d¨ªa en el que te dicen la verdad sobre los Reyes, para marcar el inicio del fin de la infancia?". Tiene raz¨®n Mart¨ªn Casariego al hablar de la incre¨ªble conspiraci¨®n que reina en estas fechas en torno a los Reyes Magos. Los ni?os se encuentran una ma?ana de enero sus cuartos llenos de juguetes, y sus padres les dicen que los responsables son tres personajes misteriosos que tienen la rara afici¨®n de visitarles a escondidas una vez al a?o para cubrirles de regalos. Una ocurrencia cuanto menos extra?a, pues un regalo suele ser un gesto de reconocimiento, pero tambi¨¦n de poder. "Al llevar mi regalo eres m¨ªo", es la inquietante advertencia que contienen todos los regalos. La pregunta, entonces, es por qu¨¦ los adultos se escudan en unos seres del mundo de la ficci¨®n para atentar contra esa ley esencial del regalo que es dejar clara la identidad de quien lo da y poner la marca de no disponible sobre quien lo recibe. A¨²n m¨¢s, por qu¨¦ en un mundo tan pr¨¢ctico, utilitario y racionalista como el nuestro pervive una costumbre as¨ª, y estos remotos seres siguen llegando puntualmente, para celebrar con su gozosa atenci¨®n la presencia de los ni?os en el mundo. Una atenci¨®n hecha a imagen y semejanza de los que dedican todos los padres a sus hijos peque?os, porque, bien mirado, al poner a escondidas los juguetes en sus cuartos, los padres no hacen nada que no hagan cada noche cuando les acompa?an a la cama y olvidando sus obligaciones, el mundo sensato en el que deben moverse, les hablan de dragones, de alfombras voladoras, de mundos detenidos en el interior de los lagos, de muchachas que tejen camisas de ortigas y de p¨¢jaros de oro. Es decir, les hablan como si contagiados por su hermosura hubieran perdido literalmente la raz¨®n. Porque el mundo de los cuentos es ese mundo que s¨®lo puede encontrarse cuando perdemos la raz¨®n. Aunque si necesitamos hacer algo as¨ª no es para caer en el mundo atroz de la locura sino para salir de ¨¦l, pues tal vez la peor de las locuras, como dijo Chesterton, es la de aquellos que lo han perdido todo menos la raz¨®n.
Lo que los ni?os en realidad reciben es el regalo m¨¢s grande: una historia que les haga sentirse amados
La verdad sobre los Reyes marca el principio del fin de la infancia
Franz Kafka tiene un relato en que un pobre hombre, desesperado por el fr¨ªo que est¨¢ pasando se monta sobre un cubo vac¨ªo y sale volando en direcci¨®n a la casa del carbonero. Pero, al verle llegar por los aires, la mujer del carbonero le espanta
con su mandil. Nuestra raz¨®n es como esa mujer que agita decidida su mandil. Pone las cosas en su sitio, y nos devuelve la cordura, pero nada sabe de la loca esperanza que nos llev¨® a confundir el cubo con un caballo ni de la alegr¨ªa inexplicable que sentimos al volar con ¨¦l en la noche. Y las historias que contamos a los ni?os est¨¢n para decirles que ese vuelo y esa alegr¨ªa son posibles. Ese y no otro es el verdadero significado de la Noche de Reyes. Una noche en que lo que importa de verdad no son tanto los juguetes que los padres dan a sus hijos, sino el hecho de que lo hagan en el seno de una historia. Porque lo que les estamos regalando, al hacerles creer que son los Reyes Magos quienes se los dan, es el don m¨¢s maravilloso que puede hacerse a un ni?o, el don de una historia.
Es inevitable, siempre nos vamos tras los que tienen historias as¨ª que contar. Eso es el amor, encontrarnos con alguien y sentir que guarda una historia que debemos escuchar. Y tal es el regalo que hacemos a los ni?os esa noche, el regalo de una dulce y maravillosa historia. Una historia que lejos de apartarles del mundo, les devuelve a ¨¦l cargados de confianza y gratitud, que es lo que pasa con los Reyes Magos, en que el ni?o siempre termina despertando en su cuarto real lleno de objetos so?ados. Pues ?acaso no es eso un juguete: un objeto que pertenece por igual al mundo de la realidad y el de los sue?os?
?Deben seguir contando historias as¨ª los padres a los ni?os? No tengo ninguna duda de que s¨ª, incluso los que piensan que a los ni?os hay que decirles siempre la verdad. La raz¨®n nos dice c¨®mo es el mundo, y nos ayuda a descubrir las leyes que lo rigen, pero no nos dice por qu¨¦ estamos en ¨¦l, ni si nuestra vida tiene o no alg¨²n sentido. ?La raz¨®n? Nuestra vida no cabe en una casa tan peque?a, por eso necesitamos ficciones que nos permitan ampliar el campo de lo posible. Y lo que regalamos a los ni?os la Noche de Reyes es el regalo de una ficci¨®n que habla del amor y sus t¨ªmidas locuras. Los libros est¨¢n llenos de personajes que se van detr¨¢s de alguien con la esperanza de escuchar de sus labios historias as¨ª. Sancho lo hace detr¨¢s de don Quijote, para o¨ªrle hablar de caballeros enamorados y r¨ªos llenos de miel; Elsa desaf¨ªa la prohibici¨®n de Lohengrin, para conocer el misterio de los cisnes del lago; Ismael se embarca en el Pequod, para o¨ªr hablar de la ballena blanca, y Nausicaa ba?a y cubre de perfumes a Odiseo, para sentarse a su lado y escuchar el relato de sus amores con Circe. Una historia es un lugar donde se formula una promesa. La historia de don Quijote nos promete un mundo lleno de nobleza, dignidad y alegres desatinos; la del capit¨¢n Achab, que puede vencerse a la muerte; y la de Ulises, que existen hechizos capaces de retener a nuestro lado a los seres que amamos. Si las criaturas de los cuentos nos conmueven, es porque son una met¨¢fora de nuestro propio coraz¨®n anhelante. Dragones, sirenas, muchachas encantadas, sastrecillos valerosos, t¨ªmidos flautistas, todos nos prometen algo cuando se acercan a nosotros. Y la ense?anza principal de la Noche de Reyes es que el regalo m¨¢s grande que podemos hacer a los ni?os es el regalo de una historia que les haga sentirse amados. Una historia que les diga que existe la gracia en el mundo, que es lo que prometen todas las historias de amor. Por eso, m¨¢s que unos simples juguetes, lo que de verdad quiere el ni?o es que sean los Reyes Magos quienes se los den, y de ah¨ª su terrible decepci¨®n cuando descubren que son sus propios padres quienes lo hacen. Esta es la raz¨®n de que ni el adulto ni el ni?o quieran abandonar esa noche el mundo de la magia. El ni?o para que se cumplan sus deseos, los adultos para hacer ese tipo de promesas que no se pueden cumplir. T¨² no te vas a morir nunca, tal es la promesa que, a trav¨¦s de esos personajes de ficci¨®n, les hacen los padres a los ni?os esa noche. El loco amor es tratar de cumplir cosas as¨ª.
Gustavo Mart¨ªn Garzo es escritor.
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