?Qu¨¦ hay detr¨¢s de los 'sin papeles'?
El capitalismo moderno y la jerarqu¨ªa global de la divisi¨®n del trabajo entre pa¨ªses ricos y pobres han restaurado un "mercado de trabajo de los desterrados" y utilizan la 'ilegalidad' como explotaci¨®n
Los 2.000 sin papeles (inmigrantes indocumentados) que se han instalado en un edificio vac¨ªo del centro de Par¨ªs, en la rue Baudelique, n¨²mero 14, en el distrito 18, no se esconden de nada. M¨¢s bien al contrario. Estos africanos occidentales, turcos, paquistan¨ªes y chinos, entre otros, hacen todo lo posible por llamar la atenci¨®n de la opini¨®n p¨²blica sobre su falta de derechos y su paradero. Cada mi¨¦rcoles se celebra la "marcha de protesta de los sans-papiers", en la que se reparten panfletos y se exhiben pancartas llamativas para recabar amplios apoyos con el objetivo de obtener un estatuto legal. Las democracias ricas llevan la bandera de la igualdad y de los derechos humanos hasta los rincones m¨¢s remotos de la tierra, sin darse cuenta de que las fortificaciones fronterizas con las que los Estados pretenden frenar los flujos migratorios pierden, de este modo, la base de su legitimidad.
La arrogante humanidad de Occidente lleva en s¨ª la ausencia de humanidad en el trato a los 'ilegales'
Los 'sin papeles' son necesarios para el sistema, como la gran banca o los tribunales
Lo que ser¨ªa impensable en la Italia de los delirios verbales contra los clandestini, pero tambi¨¦n en Alemania y en Hungr¨ªa, y en muchos otros pa¨ªses del mundo, es algo muy corriente en Francia. All¨ª se producen muy de vez en cuando, aunque con cierto ¨¦xito, huelgas de trabajadores indocumentados con la intenci¨®n de persuadir a sus empleadores de que les proporcionen permisos de trabajo y residencia. Y los inmigrantes llevan a?os ocupando iglesias, oficinas gubernamentales y universidades francesas neg¨¢ndose a desalojarlas, con sentadas pac¨ªficas, si no son "legalizados" previamente. El campamento de ilegales de la calle Baudelique no ofrece, sin embargo, paralelismo alguno ni en cuanto a su dimensi¨®n ni, tampoco, a su visibilidad. Pero el Gobierno de Sarkozy no ha hecho nada para desalojarlo. ?C¨®mo puede comprenderse esto?
Los sin papeles ponen al Gobierno franc¨¦s en una disyuntiva. Por un lado, muchos franceses han levantado la voz para que se apliquen restricciones m¨¢s estrictas (como en la mayor¨ªa de otros pa¨ªses europeos y no europeos) para reducir, por lo menos, los flujos de la inmigraci¨®n ilegal. Pero, por el otro, la carga policial del Gobierno contra los sin papeles se topar¨ªa con una resistencia p¨²blica hist¨®ricamente justificada. Los franceses a¨²n est¨¢n orgullosos de ver a su naci¨®n como la cuna de los derechos humanos; Francia sigue siendo, m¨¢s que otros pa¨ªses, un basti¨®n del activismo social y de la resistencia contra las arbitrariedades del Estado.
?Qu¨¦ se esconde en realidad detr¨¢s de la etiqueta de inmigrantes ilegales? Personas que, en todas las regiones ricas y tambi¨¦n cada vez m¨¢s desarrolladas del mundo (por ejemplo, en los pa¨ªses del sudeste asi¨¢tico), hacen trabajos que en general nadie quiere asumir en estos pa¨ªses: trabajos de limpieza de todo tipo, de asistencia a ancianos y de cuidado de ni?os en los hogares de la pujante clase media mundial. Los sin papeles del mundo tienen que trabajar a escondidas, motivo por el cual ganan una cantidad peque?a de dinero que oscila entre los seis y los ocho euros por hora, seg¨²n los inquilinos de la calle Baudelique; otros trabajan bajo el nombre de amigos que est¨¢n en una situaci¨®n legal; y la mayor¨ªa dice que hasta paga impuestos, con lo que se le deducir¨¢ autom¨¢ticamente la seguridad social (salud, pensiones), aunque nunca podr¨¢ beneficiarse de ella.
La ilegalidad provoca que estos ciudadanos n¨®madas sean objeto de chantaje y de explotaci¨®n. No tienen ning¨²n tipo de derecho, pero sus actividades y prestaciones son funcionalmente indispensables, por supuesto para la propia supervivencia y la de sus familiares que viven al otro lado de la frontera, pero tambi¨¦n, ante todo, para la supervivencia de las sociedades del bienestar occidentales y de los pa¨ªses emergentes. Podemos y tenemos que indignarnos moralmente ante la situaci¨®n desesperada de unas personas que lo ¨²nico que quieren es hacer bien su trabajo para alimentar a sus familias y que, la mayor¨ªa de las veces, est¨¢n obligados a vivir de manera hiperconformista en los pa¨ªses de Europa, porque a menudo han tenido que pasar desapercibidos durante d¨¦cadas. Pero esto no es lo m¨¢s grave. Lo m¨¢s grave de todo es que la arrogante humanidad de Occidente lleva en s¨ª la ausencia de humanidad en el trato a los ilegales. Los ilegales son simplemente "necesarios para el sistema", como la gran banca o los tribunales que los condenan. Nos enga?amos a nosotros mismos con la categor¨ªa de ilegales: no podemos olvidar que la criminalizaci¨®n de estas personas oculta el hecho de que no podemos renunciar a sus prestaciones funcionales.
El Gobierno de Berlusconi ha coronado la criminalizaci¨®n de los ilegales amenazando con multar a aqu¨¦l o a aquellos que sepan de la existencia de inmigrantes ilegales si ¨¦stos no los denuncian a las autoridades. Hannah Arendt habl¨® de los "ap¨¢tridas", que adoptan el estatuto de los "proscritos" medievales en el mundo moderno. Pero lo que ella no pudo prever es que el capitalismo moderno y la jerarqu¨ªa global de la divisi¨®n del trabajo entre pa¨ªses ricos y pobres iba a restaurar un "mercado de trabajo de los desterrados" (la ilegalidad como explotaci¨®n), incluso dentro de los Estados de derecho occidentales, y a institucionalizar este mercado por encima de las fronteras nacionales.
?sta es una categor¨ªa de pol¨ªtica interior mundial que rige tanto en el macrocosmos como en el microcosmos, es decir, en las familias o en los espacios de la felicidad ¨ªntima y de las promesas de igualdad. El compromiso de emancipaci¨®n en los matrimonios con dos salarios que aspiran a la igualdad se sostiene impl¨ªcitamente gracias a esta ilegalidad organizada: en el trabajo silencioso de sans-papiers, undocumented workers, clandestini e inmigrantes ilegales de las regiones pobres del mundo. Tambi¨¦n podr¨ªamos llamarlos "fuerzas pacificadoras" en la lucha de g¨¦neros.
?Y qui¨¦n cuida en sus pa¨ªses pobres de origen a los hijos, ancianos y enfermos de esas madres que hacen posible la tregua en la lucha de los g¨¦neros ("paz" ser¨ªa demasiado decir) al ejercer de desterradas en nuestras sociedades?
En un mundo donde existen todo tipo de riesgos omnipresentes, hay muchas razones para refugiarse en "un espacio externo", en un mundo que est¨¦ m¨¢s all¨¢ de los riesgos. Sin embargo, una de las consecuencias de la naturaleza global de los riesgos es justamente la creaci¨®n de un mundo com¨²n, un mundo que ya no conoce ning¨²n "espacio externo", ninguna "salida", ning¨²n "otro". Tenemos que aprender y comprender que, por indiferentes y ajenas a nosotros que nos parezcan las personas de otro color de piel, nacionalidad o religi¨®n, tenemos la obligaci¨®n de convivir y trabajar con esos "otros" para sobrevivir en este mundo de corrupci¨®n, de sufrimiento y de explotaci¨®n. Una de las conclusiones ser¨ªa: entierra todos los valores de "la pureza pol¨ªtica" que te hacen creer que est¨¢s excluido, que te quedas al margen. Y otra ser¨ªa que, con la toma de conciencia de los riesgos globales, tambi¨¦n se abren espacios para futuros proyectos alternativos, esto es, para modernidades alternativas. Confrontados inevitablemente a los riesgos, nos vemos obligados a elaborar un "punto de vista cosmopolita" y a reconocer la pluralidad irreductible del mundo, lo que podr¨ªa relegar "el punto de vista nacional". Pero entonces, ?estamos hablando propiamente de riesgos? No, puesto que si existen o no depende esencialmente de valores y percepciones culturales, que pueden variar seg¨²n la experiencia hist¨®rica de cada cual.
En ninguna parte podemos entender esto de manera m¨¢s reveladora que en las dram¨¢ticas consecuencias de la biomedicina -la inseminaci¨®n, el diagn¨®stico prenatal y la investigaci¨®n con c¨¦lulas madre, y hasta la clonaci¨®n de seres humanos-. Si queremos se?alar aqu¨ª dos polos mundiales antag¨®nicos, hay que referirse a Israel y a Alemania. En biomedicina, Israel va por delante de cualquier otro pa¨ªs. El elevado n¨²mero de nacimientos debe garantizar la supervivencia de la naci¨®n. Casi todo lo que est¨¢ permitido en Israel sin que genere grandes conflictos es objeto de controversia o est¨¢ prohibido en Alemania. Lo que llama la atenci¨®n es que ambos pa¨ªses invocan el Holocausto, pero mientras que los jud¨ªos lo han sufrido como v¨ªctimas, los alemanes han sido los culpables. Para resumir: en el seno de las nuevas complejidades y confusiones de la pol¨ªtica interior mundial, lo que para unos son posibilidades, para otros son cr¨ªmenes.
Ulrich Beck es soci¨®logo y profesor de la Universidad de M¨²nich y de la London School of Economics. Traducci¨®n de M. Sampons.
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