Una Europa m¨¢s d¨¦bil
A Espa?a le corresponde inaugurar al mismo tiempo la nueva d¨¦cada europea y la primera presidencia bic¨¦fala. Los lectores de EL PA?S ya pudieron leer las prioridades de la presidencia espa?ola y las del nuevo presidente del Consejo Europeo. ?Qu¨¦ cosa tan extra?a, esta presidencia bic¨¦fala! Porque, para comprender algo de ella, hay que tener tambi¨¦n en cuenta el papel y el lugar que Jos¨¦ Manuel Barroso, a la cabeza de la Comisi¨®n, intentar¨¢ preservar, as¨ª como el papel y el lugar que las tres grandes potencias, Francia, Alemania y Reino Unido querr¨¢n o podr¨¢n desempe?ar. Pong¨¢monos en el lugar del ciudadano europeo, al que le vendieron que la aplicaci¨®n del Tratado de Lisboa implicar¨ªa una simplificaci¨®n. Valga como prueba la emergencia de un presidente, el belga Van Rompuy, escoltado por una ministra de Asuntos Exteriores, Catherine Ashton. La idea era que esa simplificaci¨®n aportar¨ªa dinamismo y eficacia. No obstante, en este comienzo de a?o, uno se siente inevitablemente presa del v¨¦rtigo: nadie hab¨ªa ca¨ªdo realmente en la cuenta de que la presidencia rotatoria continuaba, ni en que, por tanto, los dos nuevos personajes de la Uni¨®n tendr¨ªan que adaptarse, cada vez, a unos equipos diferentes por definici¨®n. Ahora nos damos cuenta tambi¨¦n de que Europa estar¨¢ determinada por un complejo mecanismo de al menos cuatro ejes: el presidente y la ministra de Asuntos Exteriores; el pa¨ªs titular de la presidencia de turno; el presidente de la Comisi¨®n y su equipo; los jefes de Estado y de Gobierno. Ahora bien, pronto har¨¢ diez a?os que venimos padeciendo el hecho de que los Estados y los Gobiernos nacionales han neutralizado a las instituciones europeas -a excepci¨®n del Banco Central y de Jean-Claude Trichet-, imponiendo, cada vez m¨¢s, los intereses nacionales y, cada vez menos, la definici¨®n de un inter¨¦s general europeo. Por lo tanto, la nueva regla del juego institucional, ciertamente ¨²til y necesaria, no comporta en s¨ª misma ninguna garant¨ªa de progreso o de ¨¦xito.
Hay que repetir a nuestros dirigentes que nos van a hacer perder el tren de la historia
Si contemplamos las prioridades tal y como las han definido Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero y Herman Van Rompuy, comprenderemos el desfase que existe entre la que deber¨ªa ser nuestra ambici¨®n y la de nuestros dirigentes. Por supuesto, no hay nada discutible en el enunciado de las prioridades de la Uni¨®n. ?La uni¨®n econ¨®mica? Ya est¨¢ tardando demasiado. Cada d¨ªa es m¨¢s incoherente intentar organizar el G-20 y seguir rezagados en un territorio, el de la zona euro, que, como hemos visto, puede ser decisivo en tiempos de crisis. ?Una voz m¨¢s potente en la escena internacional? Tambi¨¦n la esperamos con impaciencia, pero todos sabemos que estar¨¢ condicionada a los progresos de la primera prioridad. En un mundo que no tardar¨¢ en ser dominado por China, Europa s¨®lo existir¨¢ si estructura e integra mejor sus econom¨ªas. Y, finalmente, ?qui¨¦n no suscribir¨ªa la tercera prioridad? Qu¨¦ duda cabe que la iniciativa legislativa popular podr¨ªa permitir a la opini¨®n p¨²blica europea comprender mejor las ventajas de la Uni¨®n. En resumen: estas tres prioridades son buenas, desde luego, pero tambi¨¦n insuficientes.
En efecto, si repasamos algunos acontecimientos recientes todo parece apuntar a un debilitamiento de Europa. La cumbre de Copenhague s¨®lo se salv¨® gracias a la intrusi¨®n de Barack Obama en unas conversaciones entre China, India, Brasil y Sur¨¢frica. En la lucha contra el cambio clim¨¢tico, Europa, que sin embargo es pionera, ha visto c¨®mo sus dirigentes, carentes de unidad, eran relegados a una posici¨®n de espectadores. Es una met¨¢fora o un anticipo del desequilibrio que nos amenaza: el de la instauraci¨®n de unas nuevas l¨ªneas de fuerza estrat¨¦gicas en un mundo en el que Europa ser¨ªa una mera espectadora. Tambi¨¦n podr¨ªamos mencionar la compra de Saab por un industrial chino; o la victoria de los surcoreanos, que se han adjudicado el contrato para la construcci¨®n de centrales nucleares en Abu Dhabi, frente a un consorcio franc¨¦s. Y, si dirigimos nuestra mirada hacia el frente interior, veremos que la integraci¨®n de algunos de los antiguos pa¨ªses del Este tarda en concretarse. Ahora bien, a juzgar por ciertos pa¨ªses b¨¢lticos, o por Rumania, Bulgaria y Hungr¨ªa, queda mucho camino por recorrer. Hasta el punto de que est¨¢n empezando a tomar cuerpo ciertas tentaciones xen¨®fobas ultranacionalistas que Europa no puede aceptar. Hay que repetir a nuestros dirigentes, y principalmente a aquellos que, como los franceses y los alemanes, se jactan de ser el motor de Europa, o incluso a los brit¨¢nicos, tentados de apartarse de ella, que nos van a hacer perder el tren de la historia, a base de no querer, o no poder, restituir a Europa una poderosa ambici¨®n de integraci¨®n -en el interior- y de afirmaci¨®n -en el exterior-, acordes con la rapidez de los cambios que estamos viviendo.
Traducci¨®n: Jos¨¦ Luis S¨¢nchez-Silva.
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