El regalo m¨¢s cutre
?Uff!, parece que, por fin, hoy se termina todo. S¨ª: los Reyes Magos son los que cierran verdaderamente el ejercicio anual con su org¨ªa -este a?o m¨¢s cutre que otros- de potlach en cadena. T¨² me regalas, yo te regalo, pobre de ti si no lo haces, pobre de m¨ª si no lo hago: significar¨ªa que no me quieres o que no eres suficientemente atento, o que eres tan miserable como el Ebenezer Scrooge de Dickens, ahora definitivamente globalizado por la pel¨ªcula-regalo navide?o de Zemeckis. Yo s¨ª te quiero, yo te regalo, de manera que ah¨ª tienes esto tan bien envuelto que no s¨¦ si te hace falta o te gusta. Abre el paquete, comp¨®n en tu rostro el gesto de alegr¨ªa o incredulidad ("?es lo que deseaba!"). Y p¨®ntelo o ¨²salo cuando nos veamos: as¨ª sabr¨¦ que he acertado. De nada.
Como le pasaba a Pierrot con Marianne en 'Pierrot le Fou', yo les hablo con palabras y ellos me responden con 'sentimientos'
Contemplo con melancol¨ªa resignada los regalos que me han hecho: unos no me agradan, otros no los necesito. Tambi¨¦n hay calcetines y agua de colonia y un libro (?un libro!). A otros se les distingue el origen reciclado o sobrante de anteriores regalos recibidos por quien me los regal¨®. Algunos me llegan sin pilas o con graves defectos de forma, como adquiridos apresuradamente en un chino de todo a un euro y empaquetados con m¨¢s primor en casa; otros se me antojan desmesuradamente caros, humillantes o, lo que es peor, sobornantes: me quitan libertad. En los de m¨¢s all¨¢ aprecio el esfuerzo de buscarlos, el tiempo gastado -en prisas y aglomeraciones- por la buena voluntad del donante. Algunos tendr¨¦ que reciclarlos: ya tengo pensado a qui¨¦n d¨¢rselos. T¨¦nganlo en cuenta.
Scroogenomics, un sugerente -y a ratos divertido- libro del economista Joel Waldfogel (Princeton University Press), analiza con desenfado por qu¨¦ nuestro gasto en regalos navide?os genera enormes cantidades de "desperdicio" y frustraci¨®n econ¨®mica. Es algo que todos hemos intuido: cuando compramos para nosotros mismos tendemos a que nuestro gasto "valga" tanto como la satisfacci¨®n que esperamos: por un euro de inversi¨®n, un euro de goce. El motivo de esa eficiencia econ¨®mica es que elegimos con cuidado: nos conocemos muy bien. Cuando compramos para otros, en cambio, la elecci¨®n es menos informada (y tanto menos cuanto m¨¢s lejos estemos del receptor de nuestro regalo), por lo que nos arriesgamos a que nuestro gasto no s¨®lo no genere la satisfacci¨®n de a quien pretendemos homenajear, sino -lo que es mucho m¨¢s grave-, le endorsemos p¨¦rdidas (tambi¨¦n psicol¨®gicas: en econom¨ªa todo "cuenta") a causa del peso muerto (deadweight loss) que le ocasionamos ("y, ahora, ?qu¨¦ voy a hacer con este regalo que no necesito, ni me gusta?").
Uno de los remedios que Waldfogel propone es entregar tarjetas-regalo para que cada uno adquiera lo que le d¨¦ la gana (nadie, repito, elige mejor que uno mismo). Pero yo tengo una soluci¨®n mejor que vengo intentado poner en pr¨¢ctica desde hace varios a?os. Les pregunto a cada uno de mis familiares y allegados cu¨¢nto piensan gastarse en m¨ª, y, como generalmente la cantidad coincide aproximadamente con la que yo pienso gastarme en ellos, les sugiero quedarnos en tablas: nuestro regalo es que no tenemos que regalarnos nada. Eso s¨ª, con el compromiso moral de que ambas partes se gastar¨¢n la cantidad acordada cuando les pete (sin presiones de tiempo navide?as) y en lo que verdaderamente les apetezca. Reconozco que siempre que lo propongo me encuentro con miradas de estupefacci¨®n que terminan derivando en la primera bronca familiar seria del a?o: como le pasaba a Pierrot (Ferdinand) con Marianne (Anna Karina) en Pierrot le Fou, de Godard, yo les hablo con palabras y ellos me responden con sentimientos. Y as¨ª no hay manera. Les deseo que los Reyes se hayan portado tan bien con ustedes como conmigo. De nada.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.