Perspectivas para 2010
As¨ª como a finales de a?o se repasan los acontecimientos que han sucedido de mayor calado, tal vez a comienzos convenga se?alar aquellos que se espera que marquen el entrante. Aunque el riesgo de error sea mucho mayor, tanto por dejar de mencionar lo que luego se revelar¨¢ importante, como por insistir en temas que pueden perder enjundia, en el fondo se trata de una operaci¨®n complementaria que simplemente traslada al futuro cuestiones que han quedado abiertas en el pasado. Cuando al finalizar el a?o hagamos el pr¨®ximo recuento, nadie nos va a pedir cuentas de lo que escribimos al empezarlo: la columna todo lo m¨¢s dura un d¨ªa, pero sin lanzar una mirada al futuro tampoco resulta inteligible el presente.
Aunque se recalque cualquier dato positivo, la crisis marcar¨¢ a los pa¨ªses durante este a?o
Por mucho que se recalque cualquier dato positivo con el que nos topemos y se anuncie una y otra vez que ya ha empezado la recuperaci¨®n econ¨®mica, la crisis seguir¨¢ marcando el a?o 2010 en los pa¨ªses, Estados Unidos, Jap¨®n y la Uni¨®n Europea, que antes hab¨ªan estado a la cabeza, pero en los que nada se ha hecho para impedir que contin¨²en los desafueros del capital. Aunque se logre un d¨¦bil crecimiento, seguir¨¢ aumentando el desempleo, cuando m¨¢s quedar¨¢ fijo en una tasa pr¨®xima a los dos d¨ªgitos. Si es cierto que salir de la crisis supone en Espa?a un nuevo modelo productivo, es decir, uno con mayor capacidad de innovaci¨®n y m¨¢s alta productividad, con nuestro nivel educativo en el mejor de los casos se necesitar¨¢ m¨¢s de una d¨¦cada en conseguirlo, sin que al final aumente el empleo. En un mundo globalizado y con la tecnolog¨ªa disponible sobra mano de obra no cualificada, y la salida de la crisis no har¨¢ m¨¢s que agudizar el problema. Ya hace tiempo que hemos entrado en la fase de crecimiento econ¨®mico que no crea empleo.
El fracaso de la conferencia de Copenhague ha puesto de relieve la ineficacia de Naciones Unidas para resolver las cuestiones que ata?en al planeta en su conjunto. No parece razonable pensar que se puede llegar a acuerdos en una asamblea en la que participan 193 Estados, grandes, peque?os y m¨ªnimos, potencias en decadencia y otras en ascenso, con intereses contrapuestos entre los que llevan muchos decenios lanzando CO2 y los que hace pocos que empezaron, pero cada vez en cantidades m¨¢s significativas.
Tampoco se est¨¢ ya en condiciones, como era el caso durante la bipolaridad de la guerra fr¨ªa, de ordenar las regiones en grupos coherentes, cada uno sometido a una gran potencia. Cuando a altas horas de la madrugada el presidente dan¨¦s Rasmussen dio cuenta a la asamblea del compromiso al que en una sesi¨®n a puerta cerrada las viejas y nuevas potencias hab¨ªan llegado, algunos pa¨ªses se rebelan, no s¨®lo por un resultado tan raqu¨ªtico, sino sobre todo por el procedimiento tan poco democr¨¢tico, llevando la voz cantante la representante de Venezuela. Ni ya Estados Unidos, ni todav¨ªa Brasil, ni juntos ni separados, pueden desempe?ar esta funci¨®n en Am¨¦rica Latina, pero tampoco China, Sur¨¢frica, o cualquiera otra organizaci¨®n regional, la Uni¨®n Africana o la Liga ?rabe en ?frica. Y como pasar¨¢ mucho tiempo antes de que estas organizaciones intermedias puedan articularse, la humanidad tendr¨¢ que sobrevivir sin contar con una pol¨ªtica com¨²n para las cuestiones que ata?en a todo el planeta, que cada vez son m¨¢s y de mayor alcance, desde el cambio clim¨¢tico, la organizaci¨®n mundial del comercio, el control mundial de los capitales, las grandes migraciones, a la lucha contra el terrorismo.
Tampoco en 2010 se llegar¨¢ a un acuerdo internacional, otro no es ni siquiera concebible, que resuelva el conflicto israel¨ª-palestino. Israel continuar¨¢ controlando los territorios ocupados y permitiendo que sigan expandi¨¦ndose los colonos, aunque, si Estados Unidos aprieta, aparentar¨¢ negociar las condiciones que tendr¨ªa que cumplir un Estado palestino que en ning¨²n caso est¨¢ dispuesto a tolerar.
La gran inc¨®gnita es Ir¨¢n, donde ya es seguro que el r¨¦gimen tiene sus a?os, acaso sus meses, contados. La cuesti¨®n es si una oposici¨®n interna que sin duda ser¨¢ cada d¨ªa m¨¢s pujante, llevar¨¢ al r¨¦gimen a hacer concesiones o por el contrario a acelerar su armamento nuclear, con una pol¨ªtica interior y exterior a¨²n m¨¢s agresiva.
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