Sacerdotisa de la desmesura
M¨®nica Naranjo apabulla con 'Adagio', versi¨®n orquestal de sus grandes ¨¦xitos
S¨®lo se nos ocurre algo m¨¢s excesivo que un concierto de M¨®nica Naranjo: un concierto sinf¨®nico de M¨®nica Naranjo. Despu¨¦s de una d¨¦cada larga amenazando las cristaleras y ventanales de toda Espa?a y parte del planeta, la reina de las cuatro octavas de tesitura consider¨® llegado el momento de subir la apuesta. En Adagio, el espect¨¢culo que desembarcaba anoche en el Palacio de Congresos, no hay margen para colgarse del techo ni otras extravagancias muy de su gusto. Tanto da: con guitarras el¨¦ctricas o secci¨®n de cuerda, la de Figueres nunca podr¨¢ dejar de ser la suma sacerdotisa de la desmesura. Y a mucha honra.
Irrumpe con vestido azul turquesa y capa hasta el suelo. El contorneo de cintura y brazos remite a la soprano de El quinto elemento, pero M¨®nica ejerce m¨¢s de princesa g¨®tica. Cualquier d¨ªa nos la fichan para amenizar las visitas presidenciales a las Naciones Unidas; mientras tanto, la bomb¨¢stica adhesi¨®n de sus fieles le asegura tanta longevidad art¨ªstica como le plazca.
El patio de butacas explota con el ardor de una final de 'champions'
Adagio sugiere reposo y se antoja un t¨ªtulo enga?os¨ªsimo, porque el objetivo nada disimulado de los oficiantes es el de la apoteosis. La orquesta del melenudo Pepe Herrero ya se encarga de aplicar crescendos cada media docena de compases y, en justa correspondencia, el p¨²blico aguarda con las palmas en tensi¨®n permanente. Se masca tal nivel de adrenalina que ya con el primer tema, Europa, el patio de butacas explota con el ardor de una final de Champions. Ni fr¨ªo polar ni gaitas: pura fenomenolog¨ªa parox¨ªstica.
Inmensidad concede un tenue respiro, pero Des¨¢tame provoca otro incalculable cataclismo. "Dios santo, a este paso ma?ana tengo que pedirme una baja", murmuraba, sofocado, un muchacho (guap¨ªsimo, como tantos otros) en la fila contigua. Preocupaditos nos tuvo: a los quince minutos del espect¨¢culo ya andaba el hombre al borde de la congesti¨®n.
Si eres chico, te atraen los chicos y faltaste a la cita de anoche, mal hecho: acaso dejaras de conocer al pr¨ªncipe azul. Salvo alg¨²n disidente que se dejara caer, qui¨¦n sabe, por el homenaje a Extremoduro en la Caracol, los mozalbetes m¨¢s apuestos de la ciudad se concentraban frente al Bernab¨¦u. Mucho m¨¢s estilosos que CR9 (Cristiano Ronaldo), d¨®nde va a parar. Naranjo les sabe corresponder con picard¨ªa y arrebato, con esa mezcla entre elegancia e histrionismo que le ha otorgado el carn¨¦ oficial de diva. Con car¨¢cter vitalicio, oiga.
M¨®nica dispone, c¨®mo dudarlo, de un vozarr¨®n abrumador. Su p¨²blico tose durante los interludios orquestales, como si estuvi¨¦ramos en el Auditorio Nacional, pero se desboca ante las exhibiciones de su hero¨ªna al grito de "?Viva la madre que te pari¨®!" o, en versi¨®n m¨¢s tosca, "?Qu¨¦ grande eres, cabrona!". Los m¨¢s logrados ramalazos de la artista llegan por el lado de la teatralidad: cuando juega a ser una Caperucita bobalicona en Usted o imprime aires tangueros a Qu¨¦ imposible. En esos momentos parece una felina reci¨¦n liberada de la jaula que sopesa a qu¨¦ indefenso animalito se va a merendar primero. Puestos a escoger, preferimos a esa diva intemperada antes que a la baladista eurovisiva de ?yeme o Empiezo a recordarte, subidones de az¨²car en sangre ante los que las autoridades sanitarias deber¨ªan actuar de oficio.
Lo malo de un concierto as¨ª es que agota. No s¨®lo a su protagonista, que se lo curra, sino a un p¨²blico que, de tanto levantarse a ovacionar, trabaja m¨¢s la articulaci¨®n de la rodilla que en una sesi¨®n de steps. Tras semejante exposici¨®n a los sobreagudos, convendr¨ªa someterse hoy a desintoxicaci¨®n. Prueben con Tom Waits o Leonard Cohen. Sus t¨ªmpanos se lo agradecer¨¢n, el esp¨ªritu tambi¨¦n.
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